Ayer nos dejó el catedrático de Economía por la Universidad Autónoma de Madrid y presidente de Analistas Financieros Internacionales, Emilio Ontiveros (Ciudad Real, 1948).

Recibí la noticia, totalmente inesperada para mí, estando en Cantabria, tu segunda patria. Cuantas veces hablamos de lo bien que te encontrabas viviendo y trabajando desde la casa que alquilabas todos los años cerca de Comillas.

La noticia me la dio nuestra común amiga Lucia, que lleva trabajando contigo tantos años. Y es desde aquí, en Cantabria, desde donde te escribo, ya sabes, tenemos una misma pasión por esta tierra.

Nos conocimos a mediados de los años 90, tú catedrático, presidente de AFI y miembro del comité editorial del grupo Prisa, yo un recién nombrado director gerente de Progresa (editora de revistas de Prisa) y fui a verte para editar el Anuario Financiero de El País. Fui junto con mi amigo, compañero y jefe actual, Andrés Rodríguez, editor de Forbes, qué mundo más pequeño. Ayer le di yo la noticia.

Y así lo hicimos durante varios años, y me encantaba ir a verte, reunirme y escucharte en tus oficinas de la calle Españoleto. Qué maravilla de lugar.

Siempre me recibiste con tu simpatía, empatía, cariño y humildad con lo que hacías todo.

Desde ahí surgió una amistad, creo que lo hacías con todo el mundo, transmitirle amistad en cuanto le conocías, eso era otro don que tenías.

Y hasta hoy. Siempre que te he llamado me has atendido de igual forma, has seguido colaborando conmigo, ahora en Forbes, como curator de un Summit, escribiendo artículos de opinión en la revista o yendo juntos a una noche de flamenco en el Corral de la Morería.

Hoy me quedé sin referente. ¿Quién me va a explicar por las mañanas en estos tiempos que corren, cómo se mueve y por qué la inflación, los costes de la energía, la volatilidad de los mercados y las medidas impuestas por el gobierno en materia económica?

Nos hemos quedado huérfanos de tu sabiduría y de tu forma de enseñar y transmitir.

Y dejas huérfana a mucha gente que te escuchaba y leía con devoción.

No sabía que estuvieras tan malito, pero hasta en la cruel enfermedad lo has llevado con humildad, señorío y en tu silencio.

Hoy, he leído en varios medios y escuchado en tu querida Cadena Ser, lo mucho que te quiere la gente, gente de bien, gente de categoría profesional a los que admiro y respeto, como te admiro y respeto a ti.

Ya no iré más a verte a tus oficinas de la calle Marqués de Villamejor, siempre dando envidia sana de los edificios donde ubicas tus oficinas. Tampoco iremos a más conciertos, que sepas que anoche me llamó desolado nuestro amigo Miguel, ya sabes a quién me refiero. Ni iremos a más noches de flamenco, y lo que no recibiré más es el fuerte, cariñoso y efusivo abrazo que me dabas cada vez que nos encontrábamos.

Te echaré mucho de menos, profesor.