Últimamente vivimos muy enfadados, como si nos hubiéramos duchado con agua fría en invierno. No ahondaré en los motivos, que seguro que los hay, pero la gente está cabreada demasiado tiempo. Con lo feos que nos ponemos cuando nos mosqueamos y, sin embargo, ahí vamos, con nuestro ceño fruncido y el culo apretado, que nos pone cara de estreñidos. A ratos el clima es tan tóxico, que da la sensación de que lo ha empañado todo, incluida la alegría de ganar. Porque ya no vencemos para superarnos o por la sencilla ilusión de reconocer nuestro sacrificio; ahora cada vez más ganamos para “callar bocas”. El objetivo no es imponerse, sino dejar en evidencia a alguien.
Tengo la sensación de que esta frase ha tomado la calle como las hombreras en los ochenta, ha proliferado cual hongo, tanto que ya la gente no logra algo con el noble objetivo de alcanzarlo, sino pensando en echárselo a la cara a otro. Vivimos en una constante revancha, tratando de demostrar más a cualquiera que a uno mismo. Callar bocas como fin. Seguro que a muchos les ha funcionado como acicate para esforzarse más, para ponerse más en forma o para preparar más las cosas, pero estoy convencido de que es una energía tóxica que lo envenena todo, que te hace vivir a través de lo que tu contaminada mirada te dice, obviando los hechos para centrarte sólo en las percepciones. Será muy efectivo para algunos, no lo niego, pero a mí que me alejen de esa energía.
Porque, supongo que como muchos, yo también lo he vivido en primera persona y no se lo recomiendo a nadie. Tus fantasmas, tus fobias, comienzan a decirte que hay personas que cuestionan tu trabajo y, de repente, empiezas a esforzarte todavía más sólo para vengarte de ellos. La realidad es que la mayor parte de las veces nadie está opinando sobre tu día a día y, aunque lo hicieran, sería parte del trabajo vivir con ello. Sobre todo, porque suficientemente mágica es la ilusión pura de conseguir algo como para tirarla por la borda con un tipo de alegría reivindicativa que busca callar bocas. Teatralizar nuestros logros como si fuésemos Michael Jordan es ridículo.
Cuando uno busca callar bocas, se lleva esa mochila a casa, no hay lugar en el que vivir en paz. Duermes con ella, trabajas con ella, vas al baño con ella. Porque esta expresión oculta rabia y resentimiento, es la kryptonita de las endorfinas, hay más enfado en ella que cualquier otra cosa. Y recordad lo que pasa con el enfado, que nos hace parecer a todos mucho más feos de lo que ya somos. Así que, si no encontráis argumentos para borrar esta manida frase de vuestro vocabulario, hacedlo, aunque sólo sea por una cuestión estética.
Feliz lunes y que tengáis una gran semana.