Veintidós años después del milenio quiero aburrirme de escribir columnas, de publicar revistas, de conocer gente y de probar nuevos vinos. Este año quiero aburrirme para inventarme algo, inventarme a mi mismo, reinventarme lo inventado. Porque con tanta prisa no me da tiempo ni siquiera a aburrirme.
Este año quiero aburrirme de viajar, de bañarme desnudo en Cala Xuclar, de rodar en motocicleta y de recibir corazones por WhatsApp.
Este año va a ser bueno para aburrirme como cuando de chico se acababan los dibujos en la televisión en blanco y negro y a los cinco minutos me quejaba a mi madre de que estaba aburrido. Este año quiero que si te aburres me lo digas para ver que se nos ocurre. Me encontrarás en las redes, que cada vez me aburren más.
Me he propuesto aburrirme de escuchar opiniones inteligentes, de leer las ocurrencias de mi tocayo Andrés Trapiello en su Salón de los Pasos Perdidos, de ojear el Hola en el vater, de ducharme con un podcast, de bucear en Discogs las primeras ediciones en vinilo de Blue Note. Este año espero que sea aburrido, un año normal, que vaya más despacio, que me dé la sensación de que yo mando en el tiempo y no que entre las manos se me va la vida, aunque me divierta. No quiero divertirme, ni entretenerme, ni progresar, ni ser más rico, ni más delgado, quiero aburrirme. No se trata de comer despacio ni de vivir lento. Quiero aburrirme.
Cansarme de no hacer nada, de escuchar la gravedad gravitatoria de la voz de Leonard Cohen. Montaré una banda Los Aburridos a la que no vendrá nadie a escuchar porque en vez de aplausos provocaríamos bostezos, bostezos contagiosos que harían detenerse el ritmo frenético en Times Square ante un bostezo colectivo, por supuesto soporífero, aburridísimo.
Este año quiero que te aburras conmigo, que dibujes en una servilleta de manera automática para abrir en cada trazo una ventana al no hacer nada, a sentir que la vida despacio parece alargarse como la caja de ritmos de Leonard Cohen en In My Secret Life. Vivir es lo que se puede hacer si no estás muerto.
Si te apetece aburrirte podemos aburrirnos juntos en una conjura anti electrónica, anti internet, anti Facebook, donde los versos se compren en la librería de Chus Visor, y no en el Metaverso construido solo para vender más publicidad a los que consideran que aburrirse en aburrido.