Siempre quedará alguno que diga que no. Corren tiempos en que, especialmente, se niegan las certezas, así que, aunque haya una montaña de datos que justifique algo, desde lo más nimio a lo más trascendental, restará un grupo que diga “Esa es tu opinión”. Más habitualmente, un “Eso es mentira”. Los argumentos dan exactamente igual, lo que cuenta es la vehemencia con la que se expresan y la adhesión que generan. Como consecuencia y supongo que como victoria para los que niegan hasta la necesidad de beber agua, todo acaba resumiéndose en una batalla de equipos y, por tanto, las razones acaban teniendo que apelar al conjunto de la sociedad o al colectivo, en vez de al individuo. Ejemplos: Hay que cuidar el planeta para dejar un mejor futuro a nuestros hijos; come menos carne porque se generan gases que destruyen la atmósfera; o movilicémonos todos juntos para frenar algo que nos puede dañar como sociedad.
Todos los ejemplos anteriores tienen en común la colectivización de la consecuencia. No niego su efectividad en muchos casos, pero sí me sorprende que sea el único ángulo desde el que se afronta a nivel argumental o, si se me permite, publicitario. Porque, pese a que muchos se rasguen las vestiduras, intentar hacer que un argumento prevalezca no deja de ser una lucha publicitaria en la que uno busca su ventaja competitiva. Estoy convencido de que una gran parte de la sociedad piensa en los demás y se preocupa genuinamente por el prójimo, pero no todos son/somos así. O somos así sólo de vez en cuando. O a veces somos así de cara a la galería. Para que conste en una publicación o para mostrar nuestra inmensa preocupación por casi cualquier cosa. Para que se vea.
Pero quizá debería haber otra forma adicional de comunicarlo, otra manera de afrontarlo. Cuesta reconocerlo, pero una de las herramientas más efectivas para conseguir la movilización es apelar al egoísmo. A nadie le gusta admitirlo públicamente, pero, en el fondo, pienso que todos tenemos un poco de eso. Por tanto, considero que es compatible esa búsqueda de argumentos en común, que es la tónica habitual, con hallar fórmulas novedosas que permitan apelar al individuo. Permitirnos ir de vez en cuando del “tenemos una responsabilidad como sociedad” al “si tú haces a, puede pasarte b a ti”. Poniéndole palabras reales, puede ir de la mano expresar que la comida bio, eco u orgánica cuida mejor el planeta con interpelar directamente al consumidor y preguntarle si quiere consumir pesticidas que dañen su organismo. Yo lo veo, al menos, igual de efectivo.
Sin embargo, en la sociedad del culto al yo, es paradójico y casi chistoso que sean los argumentos de colectivo los que dominan abrumadoramente, al menos en temas sociales. Será que estamos llenos de contradicciones. Sea como sea, éste es sólo mi punto de vista y, como siempre, puedes tener a mano ese recurso imbatible: “Esa es tu opinión”.
Feliz lunes y que tengáis una gran semana.