Jaume Sanpera (Manresa, 1966) es ingeniero de telecomunicaciones –“pero soy más emprendedor que ingeniero…”, afirma– y el CEO y cofundador de Sateliot, una empresa que, resumido con sus propias palabras, puede definirse como “un operador de telecomunicaciones que opera desde el espacio. Nosotros tenemos una constelación de satélites que dan servicio de conectividad para el internet de las cosas, el famoso IoT o internet of things. Eso incluye toda la parte terrestre no cubierta por los operadores móviles tradicionales, pero incluye también todos los océanos”.
Sanpera es, también, una persona con muchos hobbies, entre ellos, sobre todo, la navegación. “Yo empecé con el windsurf, pero veraneo en Comarruga y allí no hay mucho viento, casi nada. Entonces, cuando vas avanzando con el windsurf llega un momento en el que no sales, porque lo que te gusta es hacerlo con vientos fuertes para empezar a hacer desplazamientos al Delta del Ebro o a Francia. Y luego llega otro momento en el que te cansas de ir arriba o abajo y fue entonces me compré un patín catalán, una embarcación de vela ligera, que me parece una embarcación espectacular, muy divertida y muy simple. Y en cuanto empieza el buen tiempo, el patín catalán es ‘la embarcación’”.
Lo primero de lo que tendríamos que hablar es de Sateliot. ¿Qué es exactamente?
Sateliot es un operador de telecomunicaciones, que opera desde el espacio. Nosotros tenemos una “conversación” entre satélites que dan servicio de conectividad para el internet de las cosas, el famoso IoT (Internet of things). Eso incluye toda la parte terrestre no cubierta por los operadores móviles tradicionales, pero incluye también todos los océanos, y nos permite dar servicio a las pequeñas embarcaciones, porque los grandes buques sí tienen conectividad.
Sateliot es fundamental para todo tipo de pequeñas embarcaciones, tanto de pesca como de recreo, para que se las pueda localizar en todo momento en caso de que necesiten pedir socorro o se pierda el contacto telefónico o de radio con ellas. También se puede utilizar para el control de redes de pesca y aparejos, que es una de las grandes fuentes de contaminación, porque se pierden muchas y si no sabes dónde están no hay forma de recuperarlas.
¿No existe ya ese tipo de conectividad en el mercado?
Si tú quieres conectividad en el mar la puedes tener: coges un teléfono satelital Iridium o un teléfono compatible con Starlink para acceso a internet satelital y tienes conectividad en todas partes. Pero en ambos casos, tanto Iridium como Starlink requieren un dispositivo caro, que cuesta varios centenares de euros. Lo que nos hace diferentes, es que en vez de diseñar un dispositivo propio, empleamos nuestros propios satélites (hemos lanzado, de momento, seis), a los que se pueden conectar todos los dispositivos 5G que ya existen en el mercado, basados en el estándar que se llama NB-IoT. No puedes tener comunicaciones ni de voz ni de datos, pero sí permite pequeños mensajes a muy bajo coste, porque un dispositivo IoT de Telefónica te cuesta 5 euros, y eso te permite poner esos dispositivos de forma masiva fuera del ámbito de cobertura. Los dispositivos IoT se conectan a una antena telefónica, pero cuando están fuera de esas zonas de cobertura telefónica buscan otras fuentes de cobertura y terminan conectándose directamente con nuestros satélites y nosotros generamos el roaming con los operadores.
Lo que estamos haciendo es permitir que esos dispositivos tengan conectividad fuera de las zonas de cobertura de los operadores móviles y eso permite, por ejemplo, que los puedas poner en un chaleco salvavidas y que ese chaleco salvavidas tenga conectividad y, si estás en el agua, puedas señalar en todo momento dónde estás.
En una red de pesca no puedes poner un dispositivo Iridium que te va a costar, como poco, 300 euros y por el que vas a pagar, además, una cuota de conexión de 20 euros al mes, pero si le puedes poner un dispositivo que vale 5 euros, con una batería que te dura años y que emite la posición. Y las redes de pesca se pierden con mucha frecuencia… Con el dispositivo y la conexión a Sateliot se puede localizar fácilmente donde se encuentran las redes perdidas y recuperarlas, además de evitar la contaminación de los mares.
Estamos poniendo ejemplos en el océano, pero también sirve para la nieve, la montaña, la jungla o el desierto… En Brasil tenemos clientes con un montón de aplicaciones en agricultura y ganadería. En Brasil, gran parte del país está o sin cobertura o con muy mala cobertura de los operadores móviles. Entonces, con nuestra tecnología les puedes poner collares a las vacas que están en medio de la montaña para detectar cuando se ponen enfermas. También hemos firmado con SOS Amazonia, una ONG, para la detección de incendios en la Amazonia, para poder actuar a tiempo.
¿Cómo surgió la idea de montar Sateliot?
Soy ingeniero de telecomunicaciones, pero soy más emprendedor que ingeniero… La última compañía que monté era Eurona, una compañía que daba acceso a internet vía satélite, con antenas grandes: el típico acceso a internet que tienes cuando estás en una casa rural. En 2017 hicimos una ampliación de capital y entró un fondo americano que lo que quería era revalorizar al máximo su inversión dividiendo la compañía en pedazos y venderla después.
Como yo no estaba de acuerdo con eso, salí de la compañía, pero como tampoco quería competir con mis antiguos compañeros de Eurona, decidí que si ellos iban a seguir en el ámbito de la banda ancha yo me iba a ir al otro extremo, donde veía que había una necesidad perentoria de conectividad: todas las zonas sin cobertura. En el 20% del planeta, que es donde vive la gran parte de la población, hay 5.000 millones de cosas conectadas. Y en el 80% del planeta, en cambio, solo hay 4 millones de cosas conectadas. Ahí hay un gran espacio a recorrer y la demostración es que antes de empezar la fase comercial, nosotros ya habíamos firmado pedidos en firme para conectar 10 millones de dispositivos, es decir, dos veces y media el mercado actual de dispositivos de internet de las cosas que suman Iridium, Starlink, Inmarsat y Echostar…
Aquí, en España, hay mucha gente que tiene explotaciones agrícolas que emplea sensores para saber cuál es la humedad, la altitud, etc., hasta treinta parámetros de la tierra. Pero si quieren hacer lo mismo en Marruecos, no tienen cobertura. Cuando nosotros entramos le decimos que se pueden instalar en Marruecos los mismos sensores, y que se conectarán a nuestros satélites y la información le llegará a través del operador móvil.
Pero, además, yo, como navegante, siempre tengo el temor del “hombre al agua”… Tener un chaleco geolocalizado es un antes y un después, ya que permite saber exactamente dónde está la persona que se ha caído y eso puede permitir salvar muchísimas vidas.
Hablemos ya de tu afición por la vela. ¿Cómo surgió?
Mi afición de la vela surge a través de la vela ligera. Yo tengo un patín de vela, el patín catalán, desde hace… no sé… como treinta años. Empecé con el windsurf, pero veraneo en Comarruga, y allí viento no hay mucho, casi nada. Entonces, cuando vas avanzando con el windsurf llega un momento en el que no sales, porque lo que te gusta es salir con vientos fuertes para empezar a hacer desplazamientos al Delta del Ebro o a Francia. Luego hay otro momento en el que te cansas de ir arriba o abajo y entonces me compré un patín de vela, que me parece una embarcación espectacular, muy divertida y muy simple. No tiene nada y eso hace que el contacto con el mar sea muy próximo. Y esta es mi embarcación de verano. En cuanto empieza el buen tiempo y no te importa mojarte, el patín catalán es “la embarcación”. Yo participé en 2024 en la regata de patines que se hizo en la jornada inaugural de la Copa América de Barcelona.
¿Compartes tu afición con tu familia?
Yo tengo 58 años y tres hijos, uno de 34, uno de 30 y uno de 28. El mayor y el pequeño tienen el PER y comparten conmigo su afición a la vela, pero al mediano ni le gusta ni le interesa. Y mi mujer, como siempre dice ella, si el barco va recto, lo que significa que no escora, lo disfruta. Pero en el momento en que se mueve demasiado deja de pasárselo bien; aguanta como una campeona, pero al mar le tiene mucho respeto. Ella es más de montaña, pero nos acompaña, porque aparte del patín tenemos un barco, un Hanse 45, con el que salimos todos esporádicamente, algún sábado por la mañana o para hacer un par de salidas largas al año, de una semanita.
¿Y a dónde os vais?
Normalmente costeamos. Subimos hacia la Costa Brava, que nos gusta muchísimo y donde tenemos muchos amigos. Pero si hay que ir a Mallorca, ella va en avión. Yo he hecho la travesía un par de veces, pero como en Cataluña también hay sitios chulos, evitamos las discusiones familiares (risas).
¿Por qué compraste ese barco?
El barco lo compré a medias con mi amigo y socio Carlos Riopedre, que trabaja conmigo en Sateliot y con quien ya trabajaba en Eurona. El problema que tengo, o la ventaja, no sé, en cualquier caso, mi “característica”, es que tengo muchas aficiones. A mí me encanta la bicicleta de montaña, y “me encanta” significa que salgo cada fin de semana y que hago una salida larga cada año de 5 a 7 días con los amigos, por las montañas, durmiendo en hoteles rurales. Y tengo también el patín catalán, con el que disfruto muchísimo y, además, me gusta muchísimo viajar. Pero, por otra parte, soy el CEO y cofundador de Sateliot, que no es un trabajo que permita muchos descansos.
Todo junto hace que no tenga ningún sentido tener un barco solo para mí. Entonces hemos hecho dos cosas: el barco lo compramos a medias Carlos y yo y, además, lo metimos en un club de vela, Jo Navego, que se ocupa de mantenerlo y de alquilarlo para charters.
¿Qué es lo que más te gusta de la vela?
En el patín catalán, lo que más me gusta es la navegación con un viento de esos fuertes, cuando vas todo el rato solo en el agua. Esos momentos los disfruto muchísimo porque eso es para mí la vida pura. En el Hanse, en cambio, lo que disfruto es la sensación de navegar en silencio con familia o amigos y la sensación de despertarte por la mañana en una cala. Eso me parece un privilegio, un lujo.
¿Cuál es la aventura, por así decirlo, más larga que has hecho? Has dicho que has ido a Mallorca en alguna ocasión por tu cuenta, pero no sé si has ido, quizá, de Barcelona a las islas Canarias o has cruzado el Mediterráneo…
He navegado en diferentes sitios, como, por ejemplo, en Croacia. Pero desde allí: no he cruzado el Mediterráneo para llegar. La aventura la tuve con el patín… Una vez, con un amigo que no sabía navegar, salimos un rato, al salir de trabajar, un día entre semana que hacía bastante viento. La mala suerte fue que, cuando ya estábamos en alta mar, me caí y se quedó él solo en el patín. El patín es una embarcación extremadamente ligera y con el viento que había era imposible que lo pudiera coger. Además, el viento era de tierra, con lo cual el patín se alejaba cada vez más de la costa y yo me quedé flotando en medio del mar. Así que decidí empezar a nadar hacia la costa, que no estaba muy lejos, pero, aún así, me llevaría tranquilamente una horita nadando, y el sol se estaba ya poniendo, porque debían ser las 6 o las 7 de la tarde, cuando empieza a bajar la luz.
Pensaba nadar hacia la costa y llamar a los servicios de rescate cuando llegara a la playa, pero en esas apareció de la nada una tabla de windsurf y le empecé a gritar hasta que vino a mi lado. Le conté la situación y, por suerte, era un windsurfista bastante experto que se las apañó para que yo subiera a su tabla y nos acercó hasta el patín, donde mi amigo estaba ya desesperado. Cuando subí al patín, lo primero que hizo mi amigo fue coger el primer cabo que encontró y me ató el pie con dos nudos, para que si me volvía a caer ya no se quedara solo.
¿Y se lo contaste a tu mujer?
Mi mujer me conoce perfectamente. El patín es un catamarán que puede volcar completamente y yo soy delgaducho y cuando se gira del todo y entra agua es muy difícil desvolcarlo. Cuando éramos novios volcamos en una ocasión y no conseguía darle la vuelta. Entonces vi que cerca de la orilla de la playa había una pareja caminando por el paseo marítimo y empecé a gritar como un loco, para que avisaran a alguien… Esa pareja eran mis futuros suegros…
