A pesar de la maratón de eventos que se ha cobrado el nuevo lanzamiento masculino de la firma, el gesto de Carolina Adriana, la tercera de las cuatro hijas de la diseñadora Carolina Herrera, no se muestra alterado. Aparece elegante, con paso firme y visión clara, tan clara como el matiz cristalino de su cerúleo iris, para desvelar los entresijos de Bad Boy, el nuevo niño rebelde de la firma neoyorkina que llega tras el éxito de su contraparte femenino, Good Girl (2016), en el onceavo puesto del ranking de los más vendidos a nivel mundial. Bad Boy rezuma los códigos de éxito de Puig –compañía propietaria de la marca– encriptados en cada elemento de su composición olfativa. Sexy, descarado y embriagador. Sin embargo, Carolina barre para casa erigiéndolo como tótem que ensalza los valores absolutos de la firma; una marca, por otro lado, eminentemente femenina. “¡Pero tenemos muchos perfumes masculinos!”, exclama Carolina. Bad Boy habla de dualidad, de recuperación de arquetipos y de retos técnicos y creativos pero, sobre todo, de esa joy of living que tan a hierro y fuego está grabada en el ideario de la firma.

¿Se podría decir que Bad Boy es la consecuencia lógica tras el rotundo éxito de su predecesora, Good Girl?

Bueno, no del todo. Cuando lanzamos el proyecto femenino ya estaba en marcha la fragancia masculina y ahí nos planteamos, ¿cómo lo vamos a hacer? Suponía un reto para nosotros mismos intentar al menos igualar el fenómeno Good Girl, pensamos en frascos que fueran coches, patinetes, motocicletas… Todo lo que estuviera relacionado con el imaginario masculino, hasta que nos dimos cuenta de que no queríamos algo tan literal, y empezamos a pensar en algo simbólico. Tenía que verse bien al lado del stiletto (la forma del frasco de Good Girl) pero tenía que ir más allá del packaging. El envase impacta en la primera venta, pero para mantenerse en el ranking de los más vendidos a nivel mundial, como Good Girl, el jugo también cuenta.

Tanto Good Girl como Bad Boy recuperan el clásico arquetipo ‘marketiniano’ de seducción y reivindicación de sexos, precisamente en el momento del discurso más álgido en torno al ‘sin género’ y la lucha por la igualdad, ¿no cree que ese clásico argumento de venta está demodé?

El ‘sin género’ no es nada nuevo, Calvin Klein ya lo hizo en los 90 con CK One y supuso una revolución. La cuestión es que ahora se está politizando, pero yo llevo yendo a baños mixtos en Nueva York desde que tengo 20 años… ¡No era un shock! Ha estado siempre presente en la sociedad. Dejando esto aparte, lo que pretende Carolina Herrera como marca es transmitir la idea de un chico malo o una chica buena sin salirse de sus valores. No se puede hacer un perfume para todo el mundo… Pero como marca tenemos un ADN y una trayectoria que intentamos reflejar en todas nuestras creaciones. Hemos trabajado en torno a este concepto con otra de nuestras marcas, CH Confidential, aunque no es explícitamente unisex porque está inspirada en la perfumería tradicional de Oriente Medio, donde no se tiene en cuenta el género ni hay estereotipos, donde la rosa le sienta bien tanto a una mujer como a la piel masculina, tiene otras connotaciones ancestrales, es otra manera de concebir el perfume. Volviendo a Occidente, estamos en la industria de la belleza, un perfume es fantasía y ensoñación, ¡no hay que politizarlo! Lo maravilloso de la evolución y de la revolución es que siempre hay gente que no va por la misma senda que los demás. Me encanta que se traspasen las barreras.

La creación del frasco tuvo que ser un gran reto técnico, ¿a qué otros retos se ha tenido que enfrentar en este proyecto?

¡Todo! Ha sido un reto absoluto para perfumistas, diseñadores, responsables de marketing… Surgieron dudas sobre quién iba a entender el rayo en relación a la masculinidad, cuando el rayo está por todas partes representando la idea de heroísmo y ferocidad de la naturaleza. ¡Hasta hay un emoji en forma de rayo! El reto fue cómo hacerlo nuestro dándole una personalidad muy clara y rotunda; es nuestro mensaje. El diseño del frasco se realizó in house. A veces no nos gustaba el prototipo, fue complicado cuadrar sus angulosas formas con los mililitros de perfume exactos que debía contener, pero finalmente cuajó.

Hablemos de sostenibilidad. En Good Girl el jazmín provenía de plantaciones protegidas de India, ¿qué nos puede decir sobre los ingredientes de Bad Boy?

El vetiver proviene de Les Cayes, un barrio al sur de Haití. Para la creación del perfume hemos trabajado con Givaudan, uno de los fabricantes de acordes más famosos del mundo. Givaudan colabora con estos colectivos para aumentar la cosecha, reducir la erosión y mejorar la calidad de las raíces. Y el haba tonka, uno de los ingredientes con más protagonismo en Bad Boy, proviene de Venezuela, donde se cultiva de forma ecológica y responsable para preservar la biodiversidad del bosque amazónico.