Centrarse en puntos clave.
En lugar de memorizar un discurso, estructúralo a partir de tres a cinco ideas clave. Hablar de memoria nos vuelve artificiales y podemos correr el riesgo de echarlo todo a perder si nos olvidamos de una frase o de una palabra. Identificar varios puntos clave hace que sea más fácil para el público entenderlo y recordarlo. Comienza el discurso presentado cuáles son esas ideas para que los oyentes puedan identificarlas a medida que avanza la presentación.
Interactuar.
Uno de los aspectos más intimidantes de hablar en público es pensar que toda la audiencia está en tu contra. Rompe con este prejuicio integrando a tus oyentes en el discurso. Tus palabras conectarán con las personas y adquirirán más valor al humanizar a tu audiencia.
Empieza con un “por qué”.
¿Por qué estás ahí? ¿Qué quieres resolver con ese discurso? Deja tu ego a un lado y date cuenta de que los oyentes no están ahí para verte fracasar sino para encontrar algo de valor en lo que quieres explicar.
Observa y aprende.
¿Alguna vez has visto a una persona hablar en público con calma, de forma articulada y clara? En lugar de fijarte en los errores que los demás cometen delante de un público, toma nota de la manera en la que los grandes oradores se presentan a ellos mismos y lo que quieren explicar. Visualízate utilizando esas técnicas.