Científico con una dilatada trayectoria profesional, Federico Mayor Zaragoza (Barcelona, 1934) es un incansable defensor de la paz. Ha dedicado gran parte de su vida al mundo de la educación y de la cultura, y es uno de los pocos humanistas que apuesta por la palabra como única vía para el entendimiento. Tras su etapa como Rector de la Universidad de Granada (1968-1972), fue nombrado catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid en 1974, año en el que nace el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, del que es cofundador. De él dijo el profesor Ochoa que, si se hubiera dedicado plenamente a la Bioquímica, habría sido Premio Nobel. “Al profesor Severo Ochoa le he tenido siempre una gran admiración y respeto, y esas declaraciones es una prueba más de nuestra amistad, pero ganar un premio de esa naturaleza es muy difícil por la enorme competencia que hay. Así que esas palabras, las pongo en mi egoteca”, señala.
Entre otras responsabilidades políticas, ha desempeñado los cargos de subsecretario de Educación y Ciencia (1974-1975), consejero del presidente del Gobierno (1977-1978) y ministro de Educación y Ciencia (1981-1982).
En el ámbito internacional cabe destacar su papel como director general de la UNESCO (1987-1999). “La UNESCO representa, precisamente, la rama intelectual, cultural y creativa de este gran sistema que fue un diseño perfecto de Roosvelt para la gobernanza mundial”, comenta.
A su regreso a España, le nombraron presidente del comité científico de la Fundación Areces y se volcó en la creación de la Fundación Cultura de Paz, de la que es presidente.
Durante 12 años fue director general de la UNESCO. ¿Qué papel cree que debe tener en la lucha contra la Covid-19?
Recuerdo que en 1988, organizamos en la UNESCO una gran reunión, Man against the virus (El hombre contra el virus), que en aquel momento era muy importante por el SIDA, pero ya era aparente que estos eran los problemas a los que íbamos a tener que enfrentarnos y afrontarlos debidamente, porque una epidemia pasa a pandemia cuando es muy fácil que haya trasmisores de los virus. Desde el origen de los tiempos ha habido pandemias de una gran mortalidad, pero eran muy localizadas, porque no había trasiego humano y la posibilidad de transmisión al exterior de los mismos era infrecuente; sin embargo, ahora, sobre todo desde hace 25 o 30 años, con el gran desarrollo del turismo, los desplazamientos permanentes, la gente que va de un lado a otro del mundo, ha hecho que esta epidemia, que se hubiera podido circunscribir a un área muy limitada en China, esté alcanzando esta repercusión tan dañina a escala global.
Quiero decir con esto que durante estos días todos tenemos que aprovechar para decir que no, que ya nunca más dejaremos que sea el PIB y los gobiernos los que guíen los pasos del ciudadano después de esta pandemia, sino la ciencia. No se puede tolerar por más tiempo una economía basada en la especulación, deslocalización productiva y guerra, sino que debemos tender hacia una economía basada en el conocimiento para un desarrollo global sostenible que permita una vida digna a toda la humanidad y no excluya, como sucede ahora, al 80 % de la misma.
Donald Trump ha suspendido de forma temporal la contribución de 400 millones de dólares de su país a los fondos de la OMS por no estar de acuerdo con la gestión de la pandemia. ¿Cómo puede afectar esta decisión a dicha organización?
Esto no representa nada, porque no es cuestión de más o menos dinero. Trump, que no quiso saber nada de los acuerdos de París sobre el cambio climático y que tanto costaron aprobar, pidió más dinero para defensa y después de reunirse el G-7 acordaron invertir más de 4.000 millones de dólares al día en armas y gastos militares. Éste es uno de los grandes negocios de hoy en día. La UNESCO ha repetido en muchas ocasiones que lo que tenemos que favorecer es el cumplimiento de nuestras responsabilidades para la igualdad y dignidad de todos los seres humanos. Esta es la clave. Y que Trump no haga el ridículo diciendo que le quita al año a la OMS esta cantidad, porque es absolutamente grotesco. Mire, en el año 1919 ya hubo un gran presidente americano, Woodrow Wilson, que al acabar la Primera Guerra Mundial dijo: “Esto es un disparate y no se puede repetir nunca más”, y fue cuando decidió crear La Sociedad de Naciones (SDN) o Liga de las Naciones, para que los conflictos se resolvieran por la mediación o la diplomacia. Se da la incongruencia de que el país que crea la SDN nunca perteneció a ella, y por eso aparecieron personajes como Hitler, Mussolini o Hiroito, permitiéndoles hacer los disparates que hicieron, porque no había un sistema multilateral. Pasan los años, y el presidente demócrata norteamericano, Roosvelt, crea las Naciones Unidas, con una tremenda oposición del Partido Republicano. También era la época de la llamada Guerra Fría, de la confrontación en la carrera armamentística con la Unión Soviética. Y cuando a finales de los años ochenta desaparece el racismo en Sudáfrica y en el mundo, y gobierna Gorbachov la Unión Soviética, esta situación fue aprovechada por el Sr. Reagan y la Sra. Thatcher para crear, con el multilateralismo democrático, el G-6, y se van de la UNESCO porque dicen que un sistema multilateral no les interesa. ¿Por qué? Pues porque la UNESCO es la única organización que puede decir lo que le da la gana, ya que no depende prácticamente de las contribuciones económicas de EE UU. Después vienen los grupos plutocráticos del G-7, G-8 y el G-20. Si en el mundo somos 196 países, ¿por qué vamos a estar a merced de siete u ocho de ellos? Este ha sido el gran disparate, el haber sustituido un sistema multilateral que, aunque contaba con defectos, buscaba soluciones desde la mediación y a través de la palabra.
A raíz del virus se ha podido ver el distanciamiento que hay en la UE entre los países del norte, encabezados por Alemania y Holanda, con respecto a los del sur, como España e Italia. ¿Están en peligro las bases de la UE?
Es que, realmente, no hay una Unión Europea, sino una unión monetaria y, ni siquiera, una unión económica. Los sueños de Robert Schuman o Jean Monnet se han esfumado. Aquello fue posible porque había grandes líderes en Europa, como Miterrand, Chirac, Willy Brandt, Olof Palme… Pero después de estos solo ha quedado una unión monetaria. Se critica a las Naciones Unidas, con razón, porque hay cinco países que tienen derecho a veto, pero en Europa, ¿cuántos países somos? 27, y cada país tiene veto porque como hay que adoptar todas las medidas por unanimidad, basta que uno de los 27 diga que no, para que no se cumpla. La unanimidad es lo más antidemocrático que existe, porque significa que cada país tiene derecho de veto, y que la UE, que al principio apareció diciendo “nosotros vamos a ser el modelo de democracia, el modelo de atención a los refugiados, de ayuda a los países en desarrollo, de ayuda a una democracia genuina…”, se ha convertido en la antisolidaridad por antonomasia. En España, en los años 2008 y 2009 llegamos a dar hasta casi el 0,6% del PIB, y después, ya como en el resto de países de Europa, ya no llega al 0,1% .Yo creo que ahora es una buena oportunidad para decir que no queremos esta Europa. La Europa de los PIGS, que es como nos catalogaron junto a Portugal, Irlanda, Italia y Grecia, se tiene que acabar.
Ha desempeñado cargos políticos muy relevantes durante años. ¿Qué ha aprendido el científico del político y viceversa?
Creo que el político ha aprendido más del científico. A mí me impresionó mucho, cuando fui consejero de Presidencia del Gobierno con Adolfo Suárez, del que tenía cierta prevención por haber sido Secretario General del Movimiento, la primera lección que me dio cuando yo le fui a comunicar, a él y al Rey, por deseo de la mayoría de los catalanes, el regreso de quien había sido presidente de la Generalitat durante la República, Josep Tarradellas. Yo les dije que ya sabía que eso era imposible porque Tarradellas era republicano, pero Adolfo Suárez me contesto: “Profesor, la palabra imposible ha dejado de existir en nuestro vocabulario”. Y me pareció fenomenal. Yo he tenido la ocasión de vivir la Perestroika y la Glásnost al lado de Gorbachov, que es otra persona que me demostró lo mismo, que nada es imposible, y se hizo realidad que toda la Unión Soviética, a la cual se temía, se desmoronara sin derramar una gota de sangre con el símbolo del muro de Berlín. Por eso, tenemos que pensar que ahora ha llegado el momento de trasformar en posibles muchos de los que ahora se creen procesos imposibles.
Ha dedicado gran parte de su vida al mundo de la educación y de la cultura. ¿Cuáles son los grandes retos de la educación que tenemos por delante?
Pues mire, creo que el gran reto es no escuchar en absoluto a los que confunden educación con capacitación. Hay muchos informes que se refieren a que los niños deben saber más inglés, más matemáticas o más química. Eso es capacitación, pero educación es otra cosa. Nosotros hemos tenido grandes pedagogos en España, como don Francisco Giner de los Ríos, que decía aquello de “educación es dirigir la propia vida“. Mire usted qué maravilla de definición. Esto es una persona educada, porque se puede saber mucho inglés y ser un perfecto maleducado. En cambio, si es una persona capaz de dirigir su propia vida, como dice la UNESCO, solo necesita ser libre y responsable. ¡Maravilloso! La educación es la que nos ayuda a pensar, a disiparnos, a imaginar, a innovar, a crear… Cada ser humano es capaz de la desmesura de crear y de inventar su futuro, y esto es lo que tenemos que hacer: favorecer el cumplimiento y el ejercicio de estas características y facultades distintivas de la especie humana. Esto es la educación, y de ella tienen que ocuparse los educadores y los padres de familia, mientras que los políticos y economistas deben mantenerse en un segundo plano.
Actualmente preside la Fundación Cultura de Paz, ¿cuál es el principal cometido de esta institución?
Cambiar una cultura que desde el origen de los tiempos se ha basado siempre en la imposición, en el dominio, en la violencia y en la guerra, por una cultura que promueva el encuentro, el diálogo, la conciliación, la alianza, y la paz. Mire que cosa más sencilla y que, sin embargo, es enormemente difícil sustituir la fuerza por la palabra. Pero creo que lo vamos a lograr, porque las personas, sobre todo los jóvenes, se están dando cuenta de que no puede ser que en el mundo haya en estos momentos una defensa territorial que no defiende a los habitantes de estos territorios. Esto es lo que tenemos que cambiar, y pasar a un sistema multilateral que lo que haga sea garantizar a las personas las cinco prioridades de las Naciones Unidas, que son la alimentación, el agua potable, la sanidad, el medio ambiente y la educación.