Una mirada a las vistas junto a la piscina y ya estás pensando en Miami, ¿verdad? Una ciudad de fiesta. El tipo de lugar en el que tendrías una caja de espejos con una sauna panorámica al final de tu piscina de doce metros de largo en la azotea, cuya configuración contracorriente te hace sentir como si estuvieras nadando largos olímpicos en el cielo.
O si no es Miami, probablemente se haya decantado por Dubai por razones similares. Los rascacielos, el cielo despejado y la pura decadencia de ese tipo de instalaciones en la azotea para ti solo, en medio de la metrópolis. Todo encaja.
Pero espera, ¿está en Fráncfort? Esa piscina es todo un acierto, pero ¿quién iba a pensar que un lugar así existiría en la capital europea de la banca? ¿La quinta ciudad más grande de Alemania?
Esta joya de ático se llama Skypearl. Incluso el nombre de este ático de cinco dormitorios está sacado de Miami o Dubai, o de una película de Bond. Es la propiedad en venta más cara de Fráncfort, con un precio de 16,5 millones de euros por sus 330 metros cuadrados –lo que equivale a 50.000 euros por metro cuadrado– de espacio moderno e interior repartidos en las plantas sexta y séptima de un antiguo edificio de oficinas.
«Es único en Fráncfort y probablemente en Alemania», explica Dane Doerfert, de Doerfert Immobilien. «El promotor ha construido más de 1.500 apartamentos en la ciudad y sus alrededores, y éste, el mejor, se lo quedó para él».
Quizá Fráncfort no sea un lugar tan extraño después de todo. Aunque su privilegiado centro urbano, en Westend, está salpicado de casas de estilo guillermino construidas a finales del siglo XIX y principios del XX, Fráncfort tiene más rascacielos que ninguna otra ciudad alemana. Tan neoyorquina que la apodaron ‘Mainhattan’ como guiño al río Meno que atraviesa su centro. Los urbanistas alemanes suelen someterse al dictado de que no se puede construir nada más alto que las torres de las iglesias. Pero en Fráncfort, el dinero manda.

Skypearl tiene una vista panorámica de un imponente horizonte, digno de un titán de los negocios, en un edificio con sólo otros ocho ricos propietarios. Y como es la casa del promotor, no se han escatimado gastos en el diseño.
Los tonos neutros y tranquilos, las maderas naturales y la piedra abundan en las amplias estancias de planta abierta. La cocina, el comedor y el salón se comunican a la perfección, con una chimenea de cristal que sirve de división parcial para delimitar el espacio. Y todas las ventanas se extienden desde el suelo hasta el techo, convirtiendo su frescura en un cálido resplandor cuando amanece.
Es como vivir en una galería de arte en la que el arte es la vista de 360 grados, tanto si se aprecia desde dentro como si se disfruta en la gran terraza que recorre toda la propiedad.
Y lo mejor es que pocos saben que Skypearl existe. Desde la calle apenas se percibe que el ático más opulento de Fráncfort goza de una ubicación privilegiada.

¿Quién podría vivir en Skypearl? Alguien que quiera vivir al estilo de un hotel de cinco estrellas sin tener que compartir. Alguien que busque el lujo de ‘cerrar y marcharse’, la perfección lista para usar. O, sencillamente, un comprador que la disfrutará como su hogar a tiempo completo y sonreirá al despertarse cada mañana con la sensación de haberlo hecho bastante bien en la vida.
Tampoco escasean los ricos que se trasladan a Fráncfort, ciudad alemana que aprovecha la empañada reputación de Londres como meca del dinero desde el brexit. En los últimos nueve años, unos 62 bancos y otras instituciones financieras han trasladado sus sedes y cientos de empleados a Fráncfort.
La ciudad se enfrenta a la dura competencia de París, que tiene una escena bancaria similar, pero podría decirse que un paquete cultural y de estilo de vida más profundo, en particular para las familias que se trasladan. Pero Doerfert no ve Skypearl como un hogar familiar, sino más bien como el lugar perfecto para un soltero adinerado o una pareja semijubilada que busque la comodidad que ofrece esta propiedad y su ubicación en el centro de la ciudad.

«Podría atraer a un banquero internacional que venga de Estados Unidos, Dubai o Singapur y quiera tener una base en la ciudad que visita cada dos semanas. O alguien del sector de la joyería de lujo que viaje regularmente entre Nueva York, Fráncfort y Amberes», plantea.
The Four –un cuarteto de rascacielos de treinta plantas en el centro de Fráncfort, con un precio medio de 35.000 euros por metro cuadrado– puede despertar el interés de la fraternidad financiera que quiere vivir cerca del trabajo. Pero lo que los banqueros no quieren, dice Doerfert, es trabajar en una torre y vivir también en ella. «En Skypearl, tienes las ventajas de tus grandes terrazas privadas, una piscina para ti solo y la alta seguridad de un edificio pequeño donde sólo su puñado de residentes puede acceder al aparcamiento subterráneo y a los ascensores».

Skypearl también tiene un valor excepcional, añade. «La experiencia de décadas del propietario como promotor en Fráncfort le ha permitido construir algo así. Es poco probable que se vuelva a construir algo similar».
También es la primera vez que se pone a la venta. «Y una vez que se venda, es improbable que vuelva a salir al mercado en mucho tiempo», dice Doerfert. Quienes conocen bien la capital bancaria de Europa apostarían por ello.