¿El dinero da la felicidad? ¿Puede romper lazos familiares? La respuesta es tan caprichosa como las razones que llevaron a Liliane Bettencourt y a su hija, Françoise Bettencourt-Meyers, a enfrentarse judicialmente por la que primero sería una gran disputa familiar y después de interés nacional en Francia: quién tendría que estar al mando de L’Oréal, una de las grandes compañías más fructíferas del mundo empresarial.
De este entramado personal y profesional trata el nuevo documental que estrena Netflix, El caso de Bettencourt: el escándalo de la mujer más rica del mundo –dirigido por Baptiste Etchegaray y Maxime Bonnet–, donde de una forma fiel a los hechos, pero resumida y entendible, se narra la historia de una madre y una hija por hacerse con el control de este imperio cosmético y de belleza tan conocido internacionalmente cuando la segunda comienza a darse cuenta de una serie de movimientos extraños en las cuentas de la familia. Por una parte, Liliane Bettencourt (accionista mayoritaria de L’Oréal), y por la otra, Françoise Bettencourt-Meyers (a priori, su heredera), ambas protagonistas de uno de los casos que más intensamente sacudió el tejido empresarial francés, donde los cimientos familiares se vieron tambaleados de tal manera que la solución no parecía ni fácil ni viable a corto plazo.
Todo comenzó en 2007 cuando Françoise Bettencourt-Meyers, heredera de Liliane, la mujer más rica del mundo con una fortuna estimada en 30 millones de dólares, consideró que su madre no estaba en condiciones mentales de gestionar su patrimonio y sus deberes derivados del accionario en L’Oréal. ¿La razón? La salida incesante de cantidades de dinero de las cuentas de la matriarca. Según su hija, su madre gastaba millones de euros en obsequios a un fotógrafo llamado François-Marie Banier, y hacía transferencias de cifras escandalosas a entidades que no mantenían ningún vinculo con la familia, que ella supiera. Por ello, y por el miedo que experimentó Françoise a que el entorno de su madre se aprovechara de su delicada salud mental y, por consiguiente, se pusiera en riesgo la empresa familiar, ese mismo año decidió interponer una demanda contra Liliane, para incapacitarla de sus actividades para con la compañía. La decisión, que desató un tornado de críticas y especulaciones en el país, ha sido recogida por Netflix a través de este documental.
A través de investigaciones y una serie de entrevistas, la producción deja ver cómo un conflicto familiar acabó convertido en un escándalo político que puso al gobierno de Francia en el centro de atención durante años, ya que a lo largo de este proceso las autoridades judiciales que se hicieron cargo de este caso descubrieron que parte de ese dinero que salió de las cuentas de la accionista fue destinado al partido liderado por Sarkozy, ya nombrado presidente de Francia. Un auténtico escándalo que casi dejó de ser una pelea familiar para transformarse en un asunto político a esclarecer lo antes posible, por razones de reputación, ya que tales acusaciones llegaron a derivar en una ristra interminable de sospechas. ¿Se habría financiado ilegalmente el partido? ¿Hubo fraude electoral? ¿Era el presidente de Francia una marioneta del poder o conocía los entresijos de su partido?
El escándalo acabó con ocho personas declaradas culpables de fraude a Liliane Bettencourt, quien tenía 92 años y sufría de demencia y Alzheimer. Francois-Marie Barney fue uno de ellos. Un final muy diferente al de Sarkozy, absuelto de toda acusación. A su vez, Françoise consiguió que en 2011, cuatro años después de disputas en los tribunales, su madre firmara un documento en el que ella misma reconocía que no contaba con la capacidad necesaria para hacerse cargo ni de la empresa ni de su fortuna personal, dejando como tutora de los mismos a su hija. Ella fue la encargada de velar del patrimonio y de los negocios de su madre durante dos años, hasta el fallecimiento de su progenitora a los 94 años.
En cualquier caso, El caso de Bettencourt: el escándalo de la mujer más rica del mundo recoge un hecho clave en la historia de una familia y de un país, a la vez que destaca el papel protagonista de la heredera de L’Oréal, quien ahora cuenta con una fortuna de unos 80.000 millones de dólares y es la mujer más rica del mundo, tal y como una vez fue su madre. Además de heredar la condición de accionista mayoritaria de L’Oréal, la empresa por la que una vez luchó ante la Corte para velar por su integridad y continuidad y que ha conseguido convertir en una marca de referencia en la industria a la que pertenece.