La aprobación en varias regiones de Estados Unidos de leyes que legalizan el consumo de sustancias alucinógenas ha sido muy bienvenida por las personas que las consumen. Pero también por las que las fabrican. Lo que hasta ahora era una pequeña industria underground puede convertirse en breve en un próspero negocio, en manos de algunas start ups que han sabido ver el potencial comercial de estos productos. Algunas fuentes auguran que en 2029 este mercado estará valorado en 11.820 millones de dólares, cifra desorbitada en comparación con los 4.870 millones que movió en 2022 en todo el mundo. En ese margen de tiempo se estima un crecimiento anual del 13,49%. Lo que se dice un buen subidón.
Drogas como los hongos alucinógenos contienen psilocibina, una sustancia que produce alucinaciones visuales y auditivas y alteraciones profundas de la conciencia al cabo de unas horas tras su ingesta. En 2016, investigadores de Johns Hopkins Medicine descubrieron que la psilobicina sirve, además, para tratar la ansiedad y la depresión. En 2020 lo ratificaron con un nuevo estudio. De resultas de lo cual, ese año se aprobó una ley (la Medida Electoral 109) que encargaba al sistema público de salud del estado de Oregón que autorizase y regulase la fabricación y venta de productos con psilocibina, para lo cual empezó a aceptar solucitudes en enero de 2023. (En 2022 se halló que también funciona para reducir el consumo excesivo de alcohol.)
Poco después, Colorado dio luz verde, a través de la Proposición 122, a que las personas mayores de 21 años puedan poseer, compartir y consumir setas mágicas que incluyan psilocina, DMT (N,N-dimetiltriptamina), ibogaina y mescalina no extraída del peyote; también pueden cultivar setas psicodélicas en una residencia privada. Una norma más laxa, pues no las vincula al ámbito clínico. En septiembre de este año, el Congreso de California aprobó un proyecto de ley (SB 58) que despenaliza la posesión y uso personal de los hongos, la mescalina y la dimetiltriptamina (DMT), la sustancia alucinógena de la ayahuasca, a la que también se atribuye eficacia para la salud mental.
La posesión y el consumo de estas setas o alguno de sus compuestos sigue siendo un delito federal en Estados Unidos. Aun así, en ese país el mercado de setas psicodélicas tuvo en 2022 un valor de 1.847 millones de dólares. De esa cantidad, 526 millones procedieron de ventas para uso meramente recreativo. A raíz de los descubrimientos cientificos, muchos fabricantes han empezado a frotarse las manos. El aumento de trastornos mentales, la mayor concienciación social sobre estos problemas y los avances tecnológicos en la industria farmacéutica hacen sospechar que estamos ante un viaje largo y de satisfactorias consecuencias.
Nuevas ‘biotechs’
Algunas empresas de las que copan el mercado de medicamentos psicodélicos son farmacéuticas de toda la vida: Janssen, Hikma, Pfizer, Hoffman-La Roche, PharmaTher o Celon Pharma. Precisamente hay que acreditar a Janssen el mayor hallazgo en este terreno hasta la fecha. En 2020 comenzó a producir un espray nasal antidepresivo (Spravato) que se elabora a partir de letamina, anestésico con potencial alucinógeno.
Pero también compañías de nuevo cuño, especializadas en este tipo de sustancias, han empezado a meter la cuchara. Entre ellas está Beckley Psytech, fundada en 2019 en Oxford (Reino Unido). Al poco de su constitución, logró reunir 80 millones de dólares en una ronda de financiación para el desarrollo de terapias psicodélicas; lo siguiente que hizo fue contratar en 2021 como responsable médico a Frank Wiegard, el neurólogo de Janssen que había inventado el espray Spravato.
Otra de esas jóvenes empresas es Reset Pharma, creada en 2020 por Jan-Anders Karlsson, excientífico de Bayer. En la página web de la compañía describe así su actividad: “Reset Pharma está abordando el síndrome de desmoralización en pacientes que padecen cáncer aportando ciencia a la psilocibina” (el síndrome de desmoralización se parece a la depresión, pero mientras esta se basa en el estado de ánimo, aquella lo hace en la moral; provoca desesperanza, desamparo y pérdida del sentido de la vida). En septiembre de 2023, Reset Pharma se asoció con otra de estas start ups, Filament Health, para realizar un ensayo clínico con el fármaco de psilocibina PEX010 para el tratamiento de dicho síndrome. Creada en 2020, Filament Health se dedica a elaborar “medicinas psicodélicas derivadas de forma natural”.
En Nueva York (Estados Unidos) opera Gilgamesh, un laboratorio que actualmente tiene en fase de ensayo un compuesto con una nueva molécula biológicamente similar a la psilobicina para tratar la depresión y la ansiedad. La británica Small Pharma trabaja en un fármaco con DMT como principio activo que extiende la duración del viaje psicodélico hasta 45 minutos más de lo habitual. De momento estas compañías no están facturando grandes cantidades, pues lo invierten todo en investigación.
Otros tipos de productos sí están en el mercado. Es el caso de las gominolas de Galaxy Treats, una empresa californiana fundada en 2020 que en sus inicios elaboraba caramelos con nicotina. Ahora tienen a la venta chuches con sabor a sandía, mango, fresa o mora, cada una de las cuales contiene 750 mg de extracto de hongo amanita. Asegura el fabricante que proporciona un subidón relajante. Su distribución está prohibida en catorce estados de la Unión. Un paquete de 7,5 gramos con diez de estos dulces cuesta 37,99 dólares.
Cannabis medicinal y recreativo
Bastante más avanzada está la industria de la marihuana, producto legal en veintitrés estados del país, despenalizado en otros, reservado a tratamientos médicos en algunos y solo prohibido totalmente en Idaho, Wyoming, Kansas y Carolina del Sur. Un escenario que ha propiciado que existan desde hace años compañías que producen fármacos basados en el cannabis, como Demetrix, que utiliza tecnología de fermentación para producir cannabinoides con los que luego elabora artículos de cuidado personal; o BayMedica, que sintetiza cannabinoides usando cepas de levadura para aplicaciones farmacéuticas y cosméticas.
En Canadá, muchas empresas se dedican directamente al cultivo de cannabis. Canopy Growth generó en 2022 unos ingresos netos de 520 millones de dólares; por su parte, Aurora Cannabis, que empezó cultivando esta planta para uso medicinal, cuenta con ocho plantaciones en Estados Unidos y Europa y despacha ahora diferentes formatos y marcas para su consumo recreativo.
Las restricciones europeas
En la Unión Europea, la situación legal de la psilobicina impide que por ahora estén proliferando esta clase de empresas biotecnológicas. En España, esa sustancia y los hongos que la contienen se consideran psicotrópicos ilegales; por tanto, no se pueden cultivar, ni vender, ni poseer, ni consumir. En otros países de la UE el panorama es distinto. En Portugal, por ejemplo, la posesión y el consumo no son delito; en Países Bajos, paraíso de las sustancias psicoactivas, la venta se prohibió en 2007 después de una serie de desagradables accidentes. Sin embargo, las propiedades terapéuticas que se les conceden están cambiando el modo en que se las juzga. En países del norte de Europa han empezado a realizarse ensayos clínicos con psilobicina: el pasado marzo se le suministró por primera vez a un paciente europeo en Finlandia. Lo que hace prever que en breve sigamos los pasos de Oregón, Colorado y California.
En cuanto al cannabis, es legal en Malta, permitido en Países Bajos y parece que pronto será despenalizado en Alemania, donde, según se publicó en El País el pasado marzo, se intenta “encajar legalmente el consumo, cultivo y venta de una sustancia normalizada en la sociedad con el fin de hacer aflorar un negocio multimillonario”. Pero ya hay compañías que viven de las propiedades clínicas de marihuana, como Weeco, con sede central en Hannover (Alemania); Bathera, en Grünwald (Alemania); o Somaí Pharmaceuticals, en Lisboa (Portugal). Según The European Cannabis Report, el mercado combinado de todas las variedades de CBD (cannabidiol) moverá este año más de 2 billones de euros.