Es difícil recordarlo, pero antes de que Messi o Erling Haaland iluminaran los campos de fútbol, estaba David Beckham. Hubo un tiempo en que el mundo -es decir, tanto el gran mundo del fútbol internacional como el pequeño mundo de la moda de los famosos- podía contar con el maestro del fútbol y ex modelo de ropa interior de Emporio Armani, David Beckham, para realizar algunas elecciones de moda llamativas o, al menos, enérgicas. Era un teatro guionizado y dirigido por el prodigioso «fashion id» interior de Beckham.
En una u otra alfombra roja, podíamos verle vestirse de punta en blanco como un motero rubio vestido de cuero a lo James Dean con su entonces Spice Girl, Victoria, en 1999 en la fiesta de inauguración de una tienda Versace en Londres, o en su adopción, después del Manchester United, de una elegante gorra de vaquero de los años treinta. En todos los casos, el Sr. Beckham, especialmente en el de tweedy o «apropiado» en el sentido de la sastrería de Jermyn Street, decididamente no lo era. No se trataba de eso. En resumen: durante su carrera como futbolista, el aspecto de Beckham estaba repleto de apetito y picardía; en el trabajo era más que un poco el Artful Dodger de Dickens, muy poco Oliver Twist. Ésa era la intención, y parte del encanto.
Cabe destacar que, con el paso del tiempo, durante la década de los ochenta, en pleno apogeo de sus éxitos sobre el terreno de juego, Beckham pasó de ser un mero chico de discoteca en una noche de fiesta a convertirse en un icono deportivo más seriamente considerado. Los numerosos patrocinadores deportivos de Beckham y, cada vez más, empresas no relacionadas con el fútbol -como los creativos de las seductoras campañas de ropa interior de Emporio Armani- se dieron cuenta de que los futbolistas de élite estaban muy en forma y tenían muy buen aspecto cuando se les ponía delante de una cámara desnudos, o casi desnudos.
Una ventaja añadida era que no había curva de aprendizaje como «modelos» para las deportistas, que estaban bastante bien instruidas en eso de estar desnudas en salas llenas de gente, pasando la mayor parte de su vida en gimnasios y vestuarios. En su caso particular, Beckham tenía otra flecha de modelo masculino en ciernes en su carcaj: había patentado un aspecto pulido, de falso «acero azul», de modelo masculino, una mirada algo distante, no muy vacía, pero extrañamente en blanco, que parecía presagiar que estaba pensando en algo serio, cuando en realidad no pasaba gran cosa.
En el caso de Emporio Armani, lo que querían era que Beckham pareciese estar pensando en el sexo, pero no se trataba tanto de «pensar» como de encontrar la manera de exhibir unos abdominales bien entrenados. En 2009, en Times Square, Picadilly Circus, Place Vendome… había gigantografías de Beckham en ropa interior de Emporio Armani por todas partes, como en la imagen de arriba, en el buque insignia de los grandes almacenes Selfridges de Londres, cuando se presentó una nueva línea de Armani. Bingo: En 2012 Beckham ya tenía su propia línea de ropa interior con el gigante H&M, y estaba fuera fabricando los trenes de monedas que, con el tiempo, formarían su inversión de «jubilación» en el Inter de Miami.
En 2014, nada menos que un fashionista como Tommy Hilfiger describía a Beckham en la ya irrespirable -aunque muy dudosa- hipérbole de fuerza industrial como: «El modelo de ropa interior del siglo». Y, sin embargo, deberíamos perdonárselo al señor Hilfiger. En 2014, apenas una década y pico de este siglo (de dudosa ropa interior masculina), Cristiano Ronaldo aún no había estrenado su línea CR7 (2017), y el pelotero del minuto Erling Haaland no era más que un jugador junior sin patrocinio en esa inexplorada península subártica donde hay auroras boreales, con la ropa interior muy lejos de su mente.
Los últimos años en el Manchester United dieron lugar a una imagen de Beckham más despojada, fotografiado en 2001 con la cabeza rapada en el lanzamiento de la campaña de Adidas «I Kiss Football». Atrás quedaban las melenas rubias de imitación. La sudadera blanca de arriba, con sus letras recortadas en forma de nota de rescate, era un riff de principios de los Aughts de las portadas de los álbumes de Sex Pistol, diseñadas por Jamie Reid. Era como si Beckham se estuviera preparando para el imperio que estaba por llegar. El Sr. Beckham se había desnudado para el milenio.
Avancemos 22 años desde aquel disparo hasta los mejores asientos de la casa en el estadio DRV PNK del Inter de Miami en Fort Lauderdale, donde, en los dientes de una buena temporada de playoffs, es probable encontrar al Sr. Beckham, presidente del equipo y coinversor. Anotemos primero: tiene 48 años, en la cúspide. A medida que avanza hacia su sexta década entre nosotros en los próximos 24 meses, ha alcanzado uno de los grandes pináculos del negocio deportivo al conseguir para su organización al jugador que aparece en el campo delante de él, Lionel Messi, que ha revivido al equipo y, con él, ha aportado tanta energía al deporte en Estados Unidos.