‘Lucha de Gigantes‘ se apoya en el arte figurativo y en la figura de la Pantera Rosa para recuperar la genética democrática y la proximidad al público características del Pop Art británico y americano. Como un happening en el corazón de la ciudad de Madrid reivindica un contexto donde la experiencia artística sea más emocionante y mejor entendida por todos los públicos.
Hace sesenta años Blake Edwards lanzaba en Technicolor uno de los largometrajes que pasará a formar parte no solo de la cultura norteamericana sino también del universo de la comedia universal, The Pink Panther (La Pantera Rosa).
En 1963, esta comedia de suspense se introducía en el flujo sanguíneo de la corriente Pop que comenzaba a consolidarse en una Gran Manzana que vivía el nacimiento de la Factory y el ascenso de Truman Capote.
Como ya lo hicieron sus anteriores ediciones de este campo informal llamado ‘Lucha de Gigantes’ (una “no galería», un “no museo”, algo más que una exposición, como lo definen sus creadores Gabriel Suarez y Aleix Gordo), la Pantera Rosa reaparece de nuevo como un personaje atemporal capaz de revisar y criticar la actualidad a partir de su puesta en escena.
Tras haber obtenido directamente los derechos de autor para su reproducción de la MGM, la conmemoración de los sesenta años del personaje reúne a 32 artistas gigantes que, luchando juntos, reflexionarán visualmente acerca de su presente socio-cultural, su contexto artístico y visual y su quehacer como artistas alrededor de la figura del emblemático personaje rosado.
Al mismo tiempo, la propuesta promueve la revisión del propio contexto del arte, queriendo establecer nuevos lugares para la experiencia compartida entre el obra de arte y el observador, yendo mas allá de la apatía de los cubos blancos o de aquellos espacios artísticos de acceso restringido pertenecientes al pasado.
De esta forma y demostrando la herencia amarga típica de la comedia británica o del pop art, la película se conectó a las pulsaciones de la nueva exploración artística que surgía en las calles de la Gran Manzana, alejada ya de la abstracción cromática y gestual que habían ocupado el panorama artístico durante la década anterior, con figuras como Mark Rothko, Barnet Newman, William de Kooning o Jackson Pollock, y que se habían alejado también de la mirada del Gran Público. La escena cultural de Nueva York avanzaba ahora en manos del director de cine hacia otros caminos más cercanos a la cultura de masas y a su vida cotidiana a través del humor.
En su primera aparición en solitario en el capítulo Pink Phink, la Pantera Rosa establece una batalla colorida ante la hegemonía tradicional del color azul, utilizando todo tipo de artimañas y estrategias para teñir el mundo de su color preferido. En tan solo seis minutos en los que pudimos ver herencias pictóricas procedentes del universo cromático de Rothko y otros creadores abstractos, el personaje se introduce en la cultura de lo “NO políticamente correcto”. La Pantera Rosa representa la ironía, el descontento o el cinismo típicos de lo que conocemos como “humor británico” y siempre actuará a lo largo de todos los cortometrajes como una crítica atemporal, como un ser intergeneracional, como un ser individual capaz de conversar con el Gran Público, independientemente de su origen, cultura o edad.
Bajo el aparente clima de humor y comedia de las 32 nuevas interpretaciones realizadas por los 32 gigantes seleccionados, se esconde un mundo de lecturas diversas y de mensajes por descubrir, que serán desvelados por el otro agente fundamental de todo proceso artístico: el Público.
‘Lucha de Gigantes’ reúne esta vez 32 visiones individuales para una reconstrucción colectiva y cercana de su presente, donde el Gran Público ha sido invitado a participar libremente de este emocionante proceso.