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Salud mental: el otro coste de la globalización

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Foto: Three Lions/Getty Images

El último Foro de Davos, el mayor teatro de la empresa y el liderazgo mundiales, definió un conjunto de tendencias que marcarán el futuro y una de ellas ponía el acento en la sanidad. La esperanza de vida, especialmente en las sociedades opulentas, ha alcanzado niveles que rozan los 90 años, al tiempo que se ha reducido la mortalidad infantil a la mitad desde los años 90. El futuro de nuestra salud promete ser aún más luminoso y prolongado gracias a los avances tecnológicos, que previsiblemente ahondarán en la medicina personalizada, que tendrá en cuenta la información genómica de cada paciente. Sin embargo, junto a este futuro tan alentador, los expertos que diseñaron algunas de las tendencias que probablemente conformen y acompañen el avatar humano incluyeron un mensaje menos tranquilizador y bastante alarmante. Junto a las espléndidas oportunidades de existencias longevas y saludables se está detectando un problema creciente vinculado a la globalización: el incremento de las enfermedades mentales. El World Economic Forum calcula que más de dos de cada diez personas sufren algún tipo de trastorno mental en el mundo y que la de- presión y ansiedad suponen un coste económico de un billón de dólares al año, además de las innumerables pérdidas humanas. Las enfermedades mentales han entrado en la escena de Davos constituyendo uno de los asuntos que más interacción suscita.

La depresión crece

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que más de 264 millones de personas padecen depresión y de ellas unas 800.000 se suicidan cada año, la segunda causa principal de muerte en personas entre los 15 y 29 años. “La depresión resulta de una interacción compleja de factores sociales, psicológicos y biológicos. Las personas que han pasado por eventos adversos (desempleo, pérdida de seres queridos, un trauma psicológico) tienen más probabilidades de desarrollar depresión. La depresión puede, a su vez, generar más estrés y disfunción empeorando la situación personal del enfermo y la propia enfermedad”, señala la OMS. En EE UU la depresión afecta al 5-8% de la población mayor de 18 años y el número de afectados supera a los enfermos con enfermedades coronarias, cáncer y HIV/AIDS, según datos de 2017 de la Fundación americana para la prevención del suicidio.

Un trabajo de los profesores italianos Italo Colantone, Rosario Crinò y de la investigadora Laura Ogliari sobre el coste oculto de la globalización vincula el estado de bienestar de los trabajadores a factores como la estabilidad laboral o al grado de exposición de sus empleos a la competencia internacional. El estudio se realizó a partir de los datos del mercado laboral de Reino Unido en el periodo 2001-2007, cuando los problemas de salud mental se convirtieron en una prioridad del gobierno británico. Según los datos manejados por los académicos italianos, el Reino Unido gastó en 2007 el equivalente al 12% del presupuesto de su Sistema Nacional de Salud en su tratamiento. El coste indirecto por pérdida de puestos de trabajo, caída de la productividad y absentismo fue de una magnitud similar. El estudio parte de la evidencia de que la liberalización del comercio internacional se asocia a costes en forma de mayor riesgo de deslocalización del puesto de trabajo, periodos de desempleo más largos o pérdida de ingresos, todos estos cambios en las condiciones del mercado laboral, señalan los autores, “están a su vez asociados con una mayor angustia mental”.

“La competencia [en el sector] de las importaciones deteriora el bienestar subjetivo de los trabajadores a través de una combinación de mecanismos que incluyen peores condiciones del mercado laboral, mayor estrés en el trabajo y expectativas más sombrías sobre el futuro. En general, nuestros resultados sugieren que la respuesta de la salud mental de las personas a la globalización debe tenerse en cuenta para una evaluación precisa de las ganancias netas de bienestar derivadas [de la liberalización] del comercio”.

El comercio internacional

El suicidio es la mayor causa de muerte entre hombres menores de 45 años en Reino Unido. Un estudio revela que los varones británicos tienen tres veces más probabilidades de quitarse la vida que las mujeres, y en Irlanda cuatro veces más. Y si se está en el paro las posibilidades se disparan entre dos y tres veces, así como durante las etapas de recesión económica, según la ONG británica Samaritans.

“Más allá de los costes en el ámbito laboral, algunos estudios se han centrado en las consecuencias negativas sobre el estado de salud de los trabajadores. La pérdida de empleo o la reducción de los salarios pueden derivar en situaciones de depresión. Asimismo, para aquellos trabajadores que no han sufrido la pérdida de su empleo e incluso han podido mantener su remuneración intacta, la nueva situación de mayor competencia que sufren sus empresas puede afectar de manera sustancial a su jornada laboral (tanto en términos de tareas, como en términos de horarios) y desembocar en situaciones de estrés laboral. En definitiva, la globalización es capaz de mejorar el bienestar del conjunto de los países a través de mejoras de productividad, disminución de precios y aumentando la variedad de productos de los que podemos disfrutar. Sin embargo, genera costes de ajuste importantes sobre aquellos trabajadores que más sufren la competencia directa de los nuevos flujos globalizadores“, señala un estudio del Servicio de análisis de CaixaBank.

Desigualdad: un reto global

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