Una tarde de junio, por las puertas del importante hotel The New Yorker Hotel entró Mickey Barreto. Este varón de 45 años había aterrizado en Nueva York en compañía de su pareja, procedente de su Los Ángeles natal. La recepción del hotel le asignó la habitación 2565 con vistas a todo Manhattan. En principio, tanto él como su pareja tendrían que abandonar la habitación con cama doble al día siguiente, pero no lo hicieron. De hecho, Barreto lleva sin abandonar esa habitación desde 2018, año en que comenzó esta historia.

Mickey Barreto alegaba que no quería dejar su habitación porque, según una ley que data de 1969 y que afecta a los hoteles construidos antes de ese año -el The New Yorker Hotel fue construido en 1930-, el hotel tenía que permitirle firmar un contrato de alquiler con precio reducido -unos 88 dólares al mes- de su habitación.

La respuesta de la dirección fue rotundamente opuesta a la que esperaba Mickey Barreto y los botones sacaron sus pertenencias. Fue entonces cuando el efecto dominó de esta historia comenzó a coger velocidad. Barreto se presentó en el Tribunal de Vivienda de Nueva York para presentar una denuncia contra el hotel, ya que, según la Ley de Estabilización de Alquileres, le debían el alquiler de un hotel. Esta ley establece que determinados hoteles con un gran número de habitaciones podrían ofrecer a los huéspedes un contrato de alquiler temporal por la habitación que se encontraba dentro de la normativa.

Una habitación similar del The New Yorker Hotel donde se hospedó Mickey Barreto.

Curiosamente, esa ley seguía vigente, pero, hoy en día, ningún juez fallaría en favor de un demandante que basara su caso en esta normativa. Excepto el juez Jack Stoller, quien falló a favor de Barreto al coincidir con sus alegaciones y la normativa de 1969. Por ello, dio al inquilino del hotel la oportunidad de tener un alquiler con esa habitación.

De inquilino a dueño del hotel

Por si no parecía interesante la historia de por sí, el juez Jack Stoller decidió añadirle más picante a la situación. En el auto en el que el magistrado falló a favor de Mickey Barreto, no se especificaba en ningún momento un alquiler. Por más que lo leyera, el nuevo «residente permanente» no encontraba en ningún lado del documento algo similar a un contrato de alquiler. En su lugar sí que podía leer repetidas veces la frase «sentencia definitiva de posesión», lo cuál extrañó mucho a Barreto.

Se puso en contacto con su abogado y éste le explicó que simplemente significa que él «tiene posesión». Fue ahí cuando quiso poner la habitación 2565 a su nombre en los archivos de vivienda de la ciudad, pero la normativa no le dejaba porque los hoteles no están recogidos como tales en el Sistema Automatizado de Información del Registro Municipal. Así que, atendiendo a la Ley de Estabilización de Alquileres con la que había ganado el juicio, registró la propiedad. Pero, no solo registró su habitación, sino que registró el hotel entero, al no estar fichado dentro del sistema.

GARY HERSHORN/GETTY IMAGES

No obstante, el camino de Mickey Barreto no estaría despejado, puesto que se encontraba con numerosos tecnicismos que le impedían rellenar correctamente las solicitudes. Hasta 7 veces lo intentó, cuando la oficina del sheriff de Nueva York le concedió dicho permiso. Mientras tanto, el hotel trató de preparar una demanda con la que desalojar a Barreto, pero al no encontrar pruebas documentadas de que el The New Yorker estaba exento de dicha ley de alquileres, el juez desestimó el intento.

Así que, el 17 de mayo de 2019, el The New Yorker Hotel fue registrado en el ACRIS (Sistema Automatizado de Información del Registro Municipal) a nombre de Mickey Barreto. De ese modo, el inquilino que nunca hubiese deseado este hotel de Nueva York pasó de poseer -según el ACRIS- una simple habitación doble de 200$ la noche a poseer el edificio entero de la Octava Avenida. Aún así, a expensas legales, los dueños seguían siendo la Iglesia de la Unificación coreana, que compraron el hotel en 1976.

Una reforma y 15 millones de dólares

Mientras el hotel seguía tratando de desacreditar a Barreto y echarle de su habitación -o, mejor dicho, de su casa-, el inquilino angelino trataba de imponer su ley como «nuevo dueño». Como, por ejemplo, reformar la planta 38 entera. También pidió al abogado del hotel, el señor Matthew B. Meisel, que los dueños reales -para él los anteriores- tenían que pagarle de inmediato 15 millones de dólares por una serie de circunstancias que solo Barreto creía válidas.

Otra de las reformas era eliminar la puerta giratoria del hotel, ya que le parecía «una zona de guerra» al apelotonarse tanta gente a la vez. Incluso fue al restaurante donde comía siempre con su pareja, el Tick Tock Dinner, situado enfrente del New Yorker Hotel, para que enviaran las facturas a la dirección. Algo que sorprendió a Alex Sgourgos, gerente del local, que llamó al hotel para pedir explicaciones.

Un interés en encontrar su pasado, mientras se cocinaba su final

Desde que Mickey Barreto se adueñó de la habitación 2565 y del hotel -según el ACRIS-, se pasaba las horas en su nueva casa investigando sobre el pasado de su familia. Barreto procedía de una familia brasileña que se crio durante décadas en la ciudad de Uruguaiana. Sus investigaciones -que no son muy fiables- le conducían hasta el mismísimo Cristóbal Colón, afirmando que él era un descendiente del descubridor de América.

Mientras Barreto seguía soñando con ser el descendiente de Colón, el hotel preparaba una nueva demanda gracias a que no admitieron pagarle las comidas en el Tick Tock Dinner a Barreto. El propio Barreto se representó así mismo como el dueño del hotel, lo que extrañó demasiado al juez.

Vista frontal del hotel New Yorker en la Octava Avenida.

La teoría en la que se basaban los abogados del hotel es que los funcionarios públicos suelen hacer la vista gorda cuando alguien trae una enorme cantidad de documentos alegando que todo está en regla. Esa táctica le funcionó a Barreto en ese momento, pero el juez, al estudiar la documentación del angelino-brasileño, vio que no era lógico lo que estaba ocurriendo.

“La escritura en cuestión es una escritura falsificada a todas luces”, señaló el juez. Desde ese momento, Mickey Barreto dejó de ser -si es que alguna vez lo fue- dueño del New Yorker Hotel.

Expulsión de la habitación 2565

El final de esta historia acabó, evidentemente, con la expulsión de Mickey Barreto de la que había sido su casa durante casi 6 años. Tras perder la autoridad en el hotel, Barreto seguía teniendo derecho a tener un alquiler en la habitación, pero como seguía creyendo que era el dueño del edificio, se negó a firmar cualquier contrato.

Esto llevó a dos juicios más, donde incluso asistieron representantes de la Iglesia de la Unificación para ver si el juicio podría cerrarse con rapidez. Se dio la circunstancia de que eso motivó a Barreto a acusar sin pruebas a dicha secta de que estaba administrando los beneficios del hotel y su dinero a Corea del Norte, acusándolos de traición contra los Estados Unidos, algo de lo que se ha especulado durante muchos años, pero que nunca se han encontrado pruebas sobre ello.

Finalmente, en junio del 2023, Mickey Barreto fue echado de la habitación 2565 y ahora se enfrenta a nuevos juicios para evitar indemnizar al The New Yorker Hotel. Se especula que los abogados presentarán una demanda en el que Barreto deberá pagar al menos 2 millones de dólares por todas las noches que pasó en la habitación y que debieron de ser abonadas al no tener validez los documentos presentados en esos momentos.