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Este es el hotel de lujo en los cantábricos Valles Pasiegos donde (casi) todo está en venta

Malales Martínez Canut es la propietaria, interiorista y responsable de la decoración del hotel, que ha convertido en un museo con vida propia y anticuario.

Las cosas en palacio nunca van deprisa. Máxime si este se esconde en uno de los entornos más solitarios de la Cornisa Cantábrica. Ponemos rumbo norte por la carretera N-623 hasta adentrarnos en los valles pasiegos. Territorio de trashumantes, de cuevas tatuadas por la presencia humana desde hace 150.000 años y sí, también de sobaos. Entre sus colinas y vaguadas la niebla viene y va en esta época del año como lo hace la lluvia para deleite de aquellos que quieran huir del calor en verano, pero que siempre quieran encontrarse esta postal pastoril. La de un mar de montañas musgosas salpicado por casas tradicionales y palacetes. Un paisaje más ondulado que abrupto y más sosegado que turístico, donde el Cantábrico se encuentra a menos de veinte kilómetros, aunque desde aquí parezca mucho más lejano. Luego lo comprobaremos. Un cencerro y un mugido interrumpen el silencio. “Bienvenidos a Cantabria”, o al Palacio Helguera Antique Boutique, nuestro alojamiento en la “región infinita”. Aquí todo (o casi todo) está en venta.

Helguera, ‘showroom’ y experiencia palaciega

Traspasamos las puertas de esta mansión mandada construir en el siglo XVII por el conde de Santa Ana de las Torres y culminada en el XVIII en mitad de los montes pasiegos. “Hace cuatro años la actual propietaria adquirió el palacio y lo convirtió en establecimiento hotelero”. Así lo explica Gloria Ortiz, del equipo de recepción. “Antes era una residencia privada, que conserva las características típicas de las casonas cántabras”, añade. El blasón de los Ceballos preside la fachada principal, orientada al suroeste, como todas las de su tipología, de dos alturas, planta cuadrada, estructura de sillería y protegida como Bien de Interés Cultural.

El murmullo del agua en las fuentes del jardín ayuda a reducir la cadencia, o el ritmo, del visitante, que poco a poco se va sumergiendo en el ambiente palaciego de este exclusivo hotel miembro del club Relais & Chateaux. Muebles y piezas traídas de anticuarios de todo el mundo entre vasijas de colección, tejidos de lino, seda y terciopelo, butacas y esculturas neoclásicas y lámparas de araña además de una galería pictórica con cuadros de época y autor. Hablamos de un viaje de cuatro siglos atrás guiado por Malales Martínez Canut, la propietaria, interiorista y responsable de la decoración del hotel, que ha convertido en un museo con vida propia y anticuario donde “prácticamente todo está a la venta”. Así lo explica el equipo de Palacio Helguera. “Muchos de los clientes que nos visitan vienen con esa concepción”, añade Gloria Ortiz. Desde el lobby de la entrada con su bar, el salón y comedor de la primera planta, concebido como un showroom, hasta las habitaciones donde se reparten objetos de colección que los clientes pueden adquirir. “Nos los solicitan y nosotros se los enviamos”, apunta la trabajadora del hotel. Así de fácil. Es esta una mezcla perspicaz entre decoración y tienda donde, por supuesto, uno puede dormir como un marqués.

O como la virreina de España, el Duque de Wellington, el Regente Gabriel Ciscar o el Barón de Puerto Rico, por ejemplo. Cada una de las 11 habitaciones con las que cuenta este alojamiento lleva el nombre y el título del personaje en la que está inspirada. El huésped puede indagar en su historia y conexión con el lugar a través del libro que encontrará en su estancia. Esta cuenta además con cama queen size, bañera exenta, ducha con efecto lluvia, sábanas de algodón egipcio y albornoces Parma, además de carta de almohadas, room service y amenities naturales. Lo dicho, como un marqués.

Infinita, rural y Trastámara

Detrás del edificio del palacio se reparten los patios arbolados y los jardines donde los huéspedes toman café, leen bajo el castaño o simplemente descansan en las tumbonas. Hasta 22 personas pueden alojarse en el Helguera Palacio Boutique Antique, pero en ocasiones parece sencillo no encontrarse con ninguna entre sus rincones y seis hectáreas. Sin duda, el más popular es la piscina climatizada e “infinita” que mira a los montes pasiegos y a la zona rural que envuelve el recinto con su halo de paz y frescor. Pero si hay frío, nos refugiaremos en el espacio interior, totalmente acristalado y emplazado en el edificio del siglo XX, complementario a la casona. Cuenta con gimnasio, jacuzzi y piscina además de un área wellness con sauna seca, de vapor y una sala donde se realizan tratamientos corporales bajo demanda. “Esta zona está abierta las 24 horas del día y, como todas las áreas comunes, cuenta con chimenea”, añade Ortiz. Palacio Helguera es muy popular en los meses de otoño e invierno cuando arrecia el frío, según explican desde el Relais & Chateaux.

También es popular por la propuesta gastronómica del restaurante Trastámara, una mezcla de cocina tradicional cántabra de producto de proximidad con toques internacionales y gusto por lo peruano. Es el lugar indicado para disfrutar de una comida o cena palaciega con Menú Degustación. A la carta apostaremos por Caviar Amur Belluga, jamón 100% Ibérico o tomate en tres texturas con tronco de bonito para empezar. Seguiremos por el tiradito de corvina o causa limeña desde el Pacífico para navegar de nuevo al Cantábrico con delicias de la lonja como la merluza, el calamar en su tinta, el lenguado o el rape. Los carnívoros se deleitarán con una buena colección de productos de los valles cercanos y de caza, si es temporada. ¿De postre? Destacan el flan de queso y el tiramisú.

Sapiens y neandertales en una cueva

Aunque Palacio Helguera se presenta como hotel destino, siempre merece la pena explorar el entorno que lo rodea. En Cantabria todo está cerca y eso es una ventaja para el viajero de escapada o de fin de semana que quiere exprimir al máximo la cuenca del río Pas.

Muy cerca del hotel se encuentra la localidad de Puente Viesgo, que conserva varias cuevas donde el ser humano ha dejado su impronta desde hace 150.000 años. “Las que se pueden visitar son las del Castillo y de Las Monedas, aunque hay cuatro o cinco que conservan arte rupestre”, comenta Alfonso Palazuelos, experto en el patrimonio natural y arqueológico de la zona. “En el Castillo hay representadas pinturas que van desde hace 40.000 años hasta unos 120.000 años”, añade el guía de la empresa Naturaliste, que ofrece tours por las diferentes cuevas del norte de España. “Esto indica que las más antiguas pertenecerían a los neandertales, algo que no se admitía hasta ahora”, explica Palazuelos. El conjunto rupestre de su interior está constituido por manos, bisontes, ciervos, caballos y símbolos de enigmático significado, entre otros. “Eran sociedades cazadoras que representaban sobre todo animales salvajes. Hay incluso una pintura de un mamut, o un antiguo elefante, aunque no tiene mucha precisión el dibujo”, concluye el guía.

Los postales del Pas

Además de las cuevas, las tierras pasiegas ofrecen en esta temporada un entorno boscoso multicolor jalonado por praderas en las que el ser humano ha ido moldeando el paisaje a su medida desde hace cinco siglos. Las tres villas, San Pedro del Romeral, Vega de Pas y San Roque de Riomiera son los mejores puntos de partida para indagar en la idiosincrasia cultural y en la naturaleza de la comarca. A su alrededor parten diferentes rutas de senderismo por caminos de pastores trashumantes y viejas camberas ideales para un baño de bosque o para coleccionar postales de la montaña cántabra. ¿Algún ejemplo? La del Hayal de Aloños, la de la Sierra de Caballar, de los miradores de Valnera o la que sigue el curso del Río Bionzo.

De vuelta al coche, seguiremos ahora la cuenca del Pas, rumbo norte, para llegar hacia su desembocadura donde se forman las marismas de la ría de Mogro, en el municipio de Piélagos. Desde el mirador Abra del Pas contemplamos el trazado de los meandros del río, que deja en una margen un par de campos de golf idílicos y a otra el Parque Natural de las Dunas de Liencres. El principal protagonista es la larga playa de Valdearenas, escondida tras un extenso pinar, muy popular entre los surfistas y amantes de los paseos, de la contemplación y las puestas de sol, ya sea verano o invierno. Sus formaciones dunares protegidas están consideradas como unas de las más importantes de España como las geológicas de su Costa Quebrada, a levante. Entre Santander y Cuchía se despliega esta franja litoral de acantilados cortados a cuchillo, de islotes y arenales solitarios. Este capricho geológico es de los pocos lugares capaces de atraer a tantos científicos como instagramers.

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