Alber Elbaz, quien falleció el pasado 24 de abril a la edad de 59 años y tras semanas de lucha contra con el coronavirus, ha dejado un importante legado en el mundo de la moda. Además de su trabajo en la industria, de indiscutible excelencia, su principal logro fue para con la mujer: no sólo la vistió, la escuchó.
Escuchar es otra forma de amar, tal vez la más importante. Y, por encima del ego creativo de Alber Elbaz –realidad compartida por una amplia mayoría de diseñadores dedicados a la moda– estuvo la mujer. Entre crear colecciones, presentarlas y sentarse a recibir los elogios de un público admirador de cada trabajo suyo, muy encima de eso, estuvo el amor, y el respeto que profesó a las mujeres.
Escuchar sus peticiones y atender sus necesidades fueron las dos actividades en las que centró todo su genio profesional. No fue el responsable de desencorsetar a la mujer ofreciéndole libertad de movimiento, porque esto ya lo hizo Coco Chanel; tampoco fue quien dio a la mujer la oportunidad de vestir con un traje idéntico a su homónimo masculino, porque fue tarea de Yves Saint Laurent. Pero sí fue el modisto que mejor supo escuchar las necesidades de la mujer y anteponerlas al ego creativo.
Elbaz defendió que la creatividad no era nada sin una mujer que creyera en lo que vestía.
Comprendió desde sus inicios en Nueva York –ciudad a la que emigró en el intento de dar comienzo a una carrera dedicada por completo a la moda y tras toda una infancia en Israel, aunque nació en el seno de una familia humilde de Casablanca, Marruecos–, y de la mano del célebre estilista Geoffrey Beene, quien destacó por vestir a las primeras damas Pat Nixon y Nancy Reagan, que la creatividad no tiene nada que hacer si no hay una mujer convencida de las prendas que luce. Este pensamiento acompañó a Elbaz durante su trayectoria profesional, la cual comenzó a cosechar buenas críticas nada más trasladarse a París para ponerse al frente de la dirección artística de Guy Laroche.
Palmadas en la espalda y gestos de asentimiento fueron las mejores muestras de aceptación de un trabajo pensado siempre desde la diversión y la celebración de la alegría de vivir. Su implantación de estilo gustó tanto que tomó el relevo de Yves Saint Laurent en su maison tras la retirada del famoso de los talleres de costura. Comenzó así para Alber Elbaz un camino imparable en la industria a la que tanto amor profesó y que le permitió recoger los frutos cosechados entrando por la puerta grande en el Olimpo de los dioses: la dirección creativa de Lanvin aguardaba su llegada.
Su ingenio en la moda le llevó a estar al frente de la casa francesa Lanvin durante 14 años y que sólo desavenencias con Shaw-Lan Wang, magnate taiwanesa que adquirió la marca en el año 2001 propiedad hasta entonces del grupo L’Oréal, consiguieron que abandonara su casa predilecta. El hijo pródigo nunca volvió al que fuera su hogar, pero dejó como herencia colecciones de diseños divertidos y colores alegres, una visión particular de la sofisticación en la hora del cóctel, engranaje de superposiciones y capacidad para realzar la belleza femenina con rasgos artísticos, todo ello sin sacrificar la comodidad.
La exhibición de glamour que hizo valiéndose de los volúmenes hizo que la estética tuviera un enfoque humano incomparable a día a día con el trabajo de cualquier otro diseñador. Seña de identidad en todos sus trabajo que refleja la humildad que acompañó al carácter de Elbaz a lo largo de su vida, desarrollada siempre bajo el prisma de la discreción y el anonimato.
Tras su salida de Lanvin, su ausencia de la primera plana fue una constante hasta el año 2020, fecha en la que regresó a la industria con un proyecto propio ideado para seguir dando a la mujer la oportunidad de ser ella misma mientras desligaba la moda de la visión meramente estética y cultivaba el foco disciplinario.
AZ Factory fue el proyecto con el que volvió a la moda en 2020 tras cinco años de retiro.
Nació así AZ Factory como declaración de intenciones y punto de partida. Su primera máxima con este empezar de cero fue desligar su trabajo de las normas preestablecidas en cuanto a los tiempos de la industria en las colecciones y apostar por la atemporalidad y la moda de autor. No siempre las normas amparan, casi siempre ahogan (como le gustaba referirse a él cuando le hablaban de códigos). Dijo de AZ Factory que no haría colecciones cápsula, ya que sólo limitan la creación de historias. Su firme decisión de huir de los cánones preestablecidos y aceptados por la voz popular le hizo encontrar en ellos la motivación necesaria para cambiar las reglas del juego con su nueva aventura profesional.
Volvió a la escena pública para poner en alza el valor de la artesanía, desbancada por la llegada del fast fashion, y crear un mundo de armoniosa convivencia entre el trabajo hecho a mano y la tecnología, siempre y cuando esta última sirviera como muleta y no como apisonadora.
A estos principios que rigieron a Elbaz como persona y profesional a lo largo de sus 59 años de vida, hay que sumar su sentido de la responsabilidad. Como figura ilustre en la industria textil comprendió la repercusión de sus palabras y acciones, de manera que luchó por la inclusividad en cada proyecto que lideró, como marca propia y ajena. Una lección que también deja en el manual no escrito de cómo ser un buen profesional de tu disciplina, y que cultivó gracias a su idea de enseñar para aprender. Sólo durante el proceso de enseñanza uno se da cuenta de la cantidad de cosas que quedan por saber.
ELBAZ ENTENDIÓ EL ERROR DE LA MODA SOBRE UNA PASARELA: PRENDAS IMPOSIBLES DE VESTIR SÓLO PARA SATISFACER LA MIRADA DE QUIENES NO LAS VESTÍAN
Sí aprendió rápidamente que cambiar el rumbo de una historia que parecía contarse sola pasaba por rodearse de quienes no se parecen a ti. Así, comprobó que el discurso femenino no demandaba prendas preciosas sino cómodas, aunque la segunda no tenía que excluir la primera. Lo entendió al observar el panorama que dominaba sobre las pasarelas: prendas imposibles de vestir para satisfacer la mirada de quienes no las vestían. De ahí su importante labor en el entendimiento de la demanda femenina, como la simple creación de una cremallera de espalda que pudiera subirse ella misma sin ayuda de nadie.
Su comprensión de la mujer fue temprana, pero más temprana todavía fue su despedida de la moda antes de recuperar la rutina con AZ Factory, iniciativa que no ha podido rodar lo suficiente y que casi antes de nacer ha pasado a ser leyenda. El diseñador creó su proyecto en 2020, apenas un año antes de su fallecimiento, para de una vez por todas dar voz a toda una factoría de productores, costureras, creadoras de imagen y directores creativos.
“Moda inteligente que importa”, en palabras del propio Elbaz y que tras su marcha son el mejor legado que le hizo a la industria, y que el grupo Richemont ha querido subrayar en un homenaje público al creador con un mensaje en redes sociales: “Nos hiciste soñar y volar. Ahora, vuelas. Siempre diste amor, confianza y respeto. #alberelbaz”.