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Pilar Eymerich, fotógrafa: «Rechacé hacer fotos a Adolfo Suárez»

Pilar Aymerich. Foto: Getty.

Para su inauguración en Barcelona, el Fujifilm House of Photography (Gran de Gràcia, 1), un espacio concebido como tienda, taller y galería, muestra hasta el 12 de diciembre algunas de las fotos que tomó en la ciudad condal hace cinco décadas Pilar Aymerich (Barcelona, 83 años). La Premio Nacional de Fotografía, una de las mejores cronistas que ha tenido la sociedad barcelonesa, a los 83 años sigue paseando y retratando sus calles.

¿Qué sientes al ver estas fotos?

Es un paseo por el tiempo. Las asocio a cómo era. También a cómo veía la ciudad. Las dos somos muy distintas ahora. Sigo yendo por los mismos sitios, pero con la invasión turística en cierto modo me la han robado.

¿Qué tiene que pasar para que quiera hacer una foto?

También ha cambiado. Antes, en el 75, de repente había una manifestación no anunciada o me cruzaba a una persona en un sitio que me hacía querer capturar ese momento. Ahora es más de sensaciones, una luz que cae sobre esta ventana, algo más intimista.

Fotografiaste a todo el que era alguien en Barcelona entre los 70 y 80, pero también convertiste en protagonistas a anónimas. Pienso en la mujer con la pancarta de “Jo també sóc adúltera”.

Con muchas de ellas seguía en contacto o las veía en manifestaciones de mujeres, e intentaba darles una copia. Me habría gustado hacerlo también con las presas que retraté en la Cárcel de la Trinidad, pero la mayoría habían muerto o era imposible localizarlas.

«Soy una artesana de la fotografía»

¿Qué significa para ti el revelado?

Es como un confesionario, la parte más íntima del proceso. Yo soy una artesana de la fotografía, llego a mi laboratorio, revelo la película, hago copias de contacto, elijo las fotos que voy a ampliar y ahí empiezo a contar una historia.

¿Te llevas sorpresas?

No suelo equivocarme. Cuando la foto no va a ser buena el dedo no baja, no aprieta el botón. Lo de hacer fotos porque sí no va conmigo. Por eso no las hago con el móvil. No me salen. Yo veo la foto antes de hacerla, por eso soy tan lenta. Por ejemplo, no tengo que reencuadrar, sé lo que quiero sacar.

Preferías la calle, pero ¿cómo ha sido tu relación con el poder?

Nunca me ha interesado. Hubo políticos que me pidieron que les fotografiase, pero lo hice pocas veces. Creo que me llamaron para hacer las fotos de campaña de Adolfo Suárez en las primeras elecciones y lo rechacé. Sí recuerdo retratar a Josep Tarradellas en el exilio en Suiza y cuando regresó a Cataluña.

Cuentas que te gustaba disfrazarte, tanto en las manifestaciones como en las inauguraciones.

No se viste igual para encontrarte con un político que con uno que sale de prisión. Para sacar buenas fotos tienes que meterte a la gente en el bolsillo. Vengo del mundo del teatro, disfruto caracterizándome. Durante años hice las fotos de La Caixa, a Samaranch y Vilarasau y el resto de directivos, y también me llamaban para sus eventos. Uno de estos señores decía: “Va tan bien vestida que parece una de nuestras invitadas”.

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