Cuando Sonsoles Ballvé nació, el mundo de su hermana, la fotógrafa Carmen Ballvé (Madrid, 64 años), cambió. «Yo era la pequeña de seis hermanos y entonces llegó Sonsoles, que tenía Síndrome de Down. Mi padre la convirtió en el centro de la casa y todos nos volcamos con ella». Cuando Sonsoles Ballvé falleció, hace ahora un año, el mundo de Carmen volvió a cambiar. «Como íbamos seguidas siempre estuvimos muy próximas. Los últimos cuatro años vivió en casa conmigo. Fue un aprendizaje increíble de amor y entrega. También para mis tres hijos». Aquella experiencia y la relación con Sonsoles fue el germen de ¿Qué ves cuando me ves?, una exposición que reúne 80 personas con síndrome de Down y sus familias que invita a reflexionar sobre la diversidad y la inclusión, y que también se edita en un cuidado fotolibro con una carta de Lola Arias a su hijo Martín, fundadora de la asociación “No te quedarás atrás”, en las que se abordan temas fundamentales en relación con el síndrome de Down.
Este es sin duda uno de los proyectos más personales de esta fotógrafa que ha tenido una vida tan fascinante como algunos de los proyectos y personajes que ha inmortalizado. Nacida en una saga vinculada a una destacada empresa de alimentación, Ballvé sintió desde muy joven la llamada del arte. «Recuerdo estar en el internado en Inglaterra y hacer fotos a algunas de mis compañeras con una cámara que me había regalado mi padre. Lo curioso es que la cámara no tenía carrete pero yo disparaba igual». Tras volver a España y estudiar Pedagogía –otra vez la influencia de Sonsoles– una visita a una barriada gitana la iluminó como un rayo: «Entendí que lo que me gustaba era hacer fotografía documental». Con esa idea en la cabeza hizo las maletas para estudiar en el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York, por entonces dirigido por Cornell Capa, hermano de Robert Capa, y uno de los más prestigiosos del mundo.
Eran los años 80 y la Gran Manzana era una ciudad extrema, tan peligrosa como inspiradora. «Recuerdo coincidir con Madonna bailando en algún club y cruzarme en eventos con Andy Warhol». De vuelta a España empezó a colaborar con la revista Magazine de El Mundo, donde tenía una sección fija en la que retrataba las figuras más relevantes de la actualidad cultural. Pero la vuelta a su país duró poco y en cuanto se casó se volvió a instalar en Nueva York, donde vivió una década y nacieron sus tres hijos.
Cuando acababa el siglo XX y tras diez años en una de las ciudades más duras y vibrantes del mundo, Ballvé decidió abrazar la calma y se instaló con su familia en República Dominicana donde vivió otra década antes de mudarse a Londres. En la isla caribeña realizó uno de sus trabajos más destacados: retratar a los inmigrantes haitianos que trabajaban recogiendo caña de azúcar en la isla. Su instinto documental la ha llevado a realizar trabajos en Tanzania, donde documentó la vida de la tribu Wagogo, en Perú, Etiopía y Mongolia. Aunque su trabajo más importante estaba mucho más cerca, junto a su hermana Sonsoles.