A los cinco años quiso apuntarse al Circo de los Muchachos para aprender trapecio. Ahora, acaba de estrenarse como nueva directora artística del Teatro Circo Price de Madrid. Aránzazu Riosalido (Madrid, 49 años) es una apasionada del “primer arte escénico con el que tomamos contacto desde niños”. Es experta en gestión cultural y propiedad intelectual y ha dirigido el Centro Actúa -el espacio de alto rendimiento de actores y bailarines de AISGE (Artistas Intérpretes Sociedad de Gestión)- durante diez años. Coescribió Mil novecientos setenta sombreros junto al actor Pepe Viyuela, estrenada en plena pandemia con lleno total, cuyo libreto ha sido presentado recientemente en la Feria del libro.
¿Por qué te enamoraste del circo?
Por la pasión por el riesgo y la altura. Mis padres siempre me llevaban a las carpas del circo de Ventas aprovechando que vivíamos cerca y a mí me fascinaba profundamente. De adulta, me ha maravillado la libertad de la industria circense: en el circo nunca ha habido fronteras ni religiones, ni discriminación por edad o por sexo. Ya en los años sesenta, las mujeres gozaban de una autonomía insólita: podían conducir camiones y llevar la contraria a sus maridos.
¿Cómo reaparece el circo en tu vida?
A través de Jaime de Armiñán, cineasta y apasionado del circo. Su libro Biografía del circo, editado en 1958, era una auténtica joya: contiene ilustraciones de artistas plásticos prestigiosos. El hallazgo me fascinó por completo y me hizo revivir la experiencia del circo de mi niñez, así que decidí reeditarlo en 2014 con la editorial Pepitas de calabaza. Fue un proyecto personal que hice desinteresadamente, por amor a Jaime y al circo. Curiosamente, ayer (9 de abril) murió Jaime de Armiñán. Me gusta pensar que me ha dado un relevo de pista porque yo me he incorporado a la dirección del Price prácticamente al unísono (15 de abril).
¿De dónde vienen tus conocimientos de historia del circo?
A raíz de la reedición del libro, empecé a investigar sobre la historia del circo en Madrid y en España. Me hice con una biblioteca notable y empecé a impartir conferencias sobre el tema. Me fascina especialmente el personaje de Miss Mara, una trapecista de fama mundial destacada por sujeción con el cuello y suspensión internacional sin red y a gran altura. En lo más alto de su carrera sufrió una caída de catorce metros de la que se recuperó con gran expectación: el día de su regreso en el Madison Square Garden de Nueva York la vieron diez y ocho mil espectadores. Además, hice una investigación exhaustiva para crear la dramaturgia de Mil novecientos setenta sombreros, una función representada en el Price en 2020 en la que recuperábamos nombres míticos del circo como Ramón Gómez de la Serna o Charlie Rivel.
¿Cuándo surge el Teatro Circo Price?
Nació en 1868. Era originariamente un circo de madera situado en el Paseo de Recoletos de Madrid, fundado por Thomas Price, un jinete irlandés que se asentó en Madrid y que introdujo números de pista espectaculares. El edificio se destruyó en un incendio y le cedieron un nuevo espacio en la madrileña Plaza del Rey que fue bombardeado durante la Guerra Civil. Una vez reconstruido vivió su época de mayor esplendor convirtiéndose en el templo del circo en Europa -acogió a los más prestigiosos artistas europeos que vinieron huyendo de la Segunda Guerra Mundial-. Después, se instaló en la Ronda de Atocha, en una antigua fábrica de galletas, donde está actualmente. El Price tiene una historia de ciento cincuenta años a lo largo de los cuales ha mantenido su nombre.
¿Cómo describes el papel del Circo Price en el panorama cultural de Madrid?
Yo siempre digo que Madrid es una ciudad de circo porque fue el propio Ayuntamiento quien lo construyó en 2007, durante el mandato de Álvarez del Manzano. Es uno de los poquísimos teatro-circo municipales del mundo. Mi mayor ambición es devolver al Price la relevancia cultural que tuvo cuando alcanzó lo más alto del panorama cultural internacional albergando todo tipo de espectáculos, además de los circenses: conciertos, cabaret, magia, festivales de flamenco.
¿Cómo defines tu proyecto a la cabeza de la dirección artística del Price?
El Price ha sido uno de los grandes referentes históricos de la ciudad, tanto en el ámbito artístico como para la ciudadanía. Antaño venía gente de todas las provincias a ver los espectáculos del Price con artistas que eran idolatrados como las grandes estrellas de Hollywood. Pinito del Oro, por ejemplo, era como una Greta Garbo. Yo tengo un empeño personal por devolver al circo esa marca Madrid de sus años más prósperos por los que se sigue sintiendo una gran añoranza entre el público especializado.
¿Qué novedades pretendes incorporar en tu gestión?
El circo reúne todas las artes escénicas: interpretación, música, danza, acrobacia pero sobre todo, siempre, tiene una nota de humor y es apto para todos los públicos. Por eso, voy a impulsar la creación de un festival de la risa que conecte con esas endorfinas que segregamos cuando siendo adultos llevamos a nuestros hijos al circo y conectamos con nuestros niños interiores. También pretendo recuperar el festival de flamenco que programaremos en verano para que los turistas puedan ver en el Price el mejor flamenco de la ciudad.
¿Qué podemos esperar de la nueva programación?
La programación futura va a estar diseñada para todos los públicos: para todos los sectores, gustos, edades. Vamos a apostar por espectáculos innovadores que incorporen herramientas digitales combinados con los más familiares y vamos a implementar iniciativas de inclusión. Nuestro objetivo es que el espectador se sienta inmerso en un espacio escénico no comparable a ningún otro teatro y que viva una experiencia nueva en cada representación con un espacio multidisciplinar que muta en cada función. Y, por supuesto, quiero que los niños de esta ciudad crezcan con el germen del circo.