En un Bentley plateado por las calles de Manhattan y con una estola de chinchilla al hombro y una petaca plateada de Chivas Regal en la mano, Nica Rothschild encontró su destino en de los clubs neoyorquinos de jazz. Esta aristócrata inglesa había nacido en una de las familias más ricas del siglo XX, banqueros y financieros más ricos e influyentes del mundo, los Rothschild. Pero dejó atrás su linaje y aposentos para entregarse sin fisuras a su gran pasión, el jazz, y recibir el título de «baronesa del Jazz».

Su razón de ser era por y para este género de música libre, en la que tomó el papel de mecenas al proteger bajo su influencia a decenas de artistas, entre los que se encuentra Thelonious Monk, uno de los mejores músicos de su época y fundador del bebop, con quien mantuvo una intensa y larga relación.

A Kathleen Annie Pannonica Rothschild de Koenigswarter (Londres, 1913-1988), conocida como «Nica«, se la reconoce como una figura esencial dentro de la escena cultural revolucionaria de Nueva York en la década de 1950. Su nombre, de hecho, suena en más de veinte canciones de jazz de distintos artistas, como “Nica’s Dream” de Horace Silver o “Pannonica” de Monk. Su impulsiva, inconformista y aventurera naturaleza se recoge y se evoca en la biografía de David Kastin, un historiador de la música de Brooklyn, Nica’s Dream, publicada en 2011, donde se cuentan sus treinta años como defensora del jazz y de los derechos de sus artistas. No obstante, durante su vida lo primero que sufrió fueron reproches y críticas de toda la sociedad, especialmente de la norteamericana al apoyar a cantantes afroamericanos en una época de segregación racial.

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‘Pannonica’, Thelonious Monk

Entre mariposas y jazz

Hija del banquero y empedernido entomólogo Nathaniel Charles Rothschild -conocido por elaborar la lista Rothschild, donde recogió los lugares adecuados para localizar reservas naturales en Gran Bretaña-, creció con el nombre de una especie de polilla que él mismo descubrió, y se crió entre flores y mariposas con una banda sonora de jazz de fondo. A los 22 años conoció a su marido Jules de Koenigswater, un rico heredero, diplomático y banquero francés, cuya boda apareció en la sección de sociedad de The New York Times. Los baroneses de Koenigswarter vivían en París entre fiestas y conciertos, pero su existencia de lujo y diversión finalizó abruptamente al llegar los nazis en 1939 a la capital francesa.

Judíos y muy ricos, decidieron no dar la espalda a la justicia, por lo que en vez de huir y refugiarse como el resto de su entorno, se presentaron para formar parte de la Resistencia francesa. Jules fue destinado al frente africano y Nica, aunque al principio no fuera bien recibida por su origen noble y su circunstancia como mujer, trabajó como descodificadora, enfermera, locutora de radio y hasta conductora. Al terminar la guerra, el general y presidente del gobierno entre 1944 y 1946, Charles de Gaulle, les condecoró como héroes de Francia y les regaló destinos de lujo en distintas embajadas como las de Noruega, Oslo y México.

La vuelta a la realidad impactó en el espíritu inconformista de Nica, quien se negó a seguir la línea de vida tranquila de su marido y a limitar su propio papel como madre de ya cinco hijos. Gracias al enlace de su hermano Víctor con Churchill y Roosevelt, sus estanterías se llenaron de nuevo de vinilos de jazz y conoció a Teddy Wilson -un gran pianista de jazz-, que fue quien le presentó al panorama de dicho género musical en Nueva York.

Reserva natural del jazz

Con 40 años y después de escuchar «Round Midnight» de Thelonious Monk, Nica hizo las maletas para siempre, se liberó de sus obligaciones de sus dos ilustres dinastías bancarias y cruzó el Atlántico para asentarse en la Gran Manzana, donde vivió a base de el muy generoso fondo fiduciario Rothschild. En realidad, siguió con la tradición implantada por parte de su padre, ya que su figura, recursos y poder servirían como reservas naturales, que en vez de preservar fenómenos de la naturaleza, actuarían como embajadas de la preservación de fenómenos del jazz.

Así nació la «Baronesa del Jazz». La suite del hotel Stan Hope se convirtió en uno de los mejores clubs de jazz de la ciudad, a la que cada noche asistían decenas de músicos, como Jackson Pollock, Willem Kooning o Monk, quienes se convirtieron en los más habituales y los que trajeron a aún más artistas. Las malas lenguas de la sociedad empezaron a hablar al ver a una de las mujeres más ilustres de la mano de artistas afroamericanos, hasta que un día estos chismes estallaron a la prensa. El día del desmadre absoluto, fue el que el artista Charlie Parker, totalmente drogado, apareció desplomado en la cama de la heredera. Su muerte causó el rechazo total por parte de la sociedad y de su propia familia. Divorciada y sometida a un exilio social, Nica aprovechó la oportunidad y pudo ser libre para dedicarse de pleno a su siguiente proyecto y amor, Thelonious Monk.

Él fue el músico que brillaba sobre todos los demás, creador del bepop, un drogadicto bastante bipolar. Su relación se alargó 28 años en el tiempo, la cual compartieron con la mujer de toda la vida del cantante, Nelly. Este trío poco convencional y truculento, giró completamente entorno al artista, ya que sus dos mujeres se centraron en cuidar de él y de su carrera musical. El afán de Nica por dar cobijo y protección a todos aquellos músicos relevantes para ella, la llevó a tener muchos problemas con la autoridad. Su contratiempo más grave fue cuando la expulsaron del país parcialmente al proteger a su actual pareja, al cargar con las culpas de portar marihuana. Sin embargo, su adicción obligó a Monk a retirarse en 1973, lo que desembocó en su fallecimiento en 1982 tras un luto de nueve años sin hablar.

Tras la muerte de Monk, Nica se empezó a apagar y finalmente en 1988, rota de amor, falleció mientras le realizaban una intervención rutinaria. 48 horas después, el río Hudson se tiñó de naranja por las velas que llevaron decenas de músicos que Nica había tomado bajo sus alas y al son de sus canciones de libertad, Nueva York se despidió de la polilla que había hecho volar al jazz.

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‘Round Midnight’ Thelonious Monk