Lucie Geffré (Burdeos, 47 años) nos recibe en su casa-estudio de Olmeda de las Fuentes (Madrid), el pueblo de artistas donde se instaló junto a su familia en 2014. Eligió este rincón de manantiales y amapolas siguiendo la pista de los pintores de la Escuela de Vallecas que se quedaron prendados con el pueblo blanco de la Alcarria que recibía una luz intensa rebotada por el valle situado al frente.
De madre inglesa y padre francés, llegó a Madrid como au pair después del bachillerato, cuando decidió dedicarse un gap year para aprender otro idioma antes de empezar la universidad. El resto es historia…
Desde su refugio pictórico orientado al norte, pinta retratos a intelectuales de todas partes del mundo con un sello inconfundible a pesar de una obra heterogénea e inusual. Algunos de sus retratados han sido la escultora Camille Claudel; la escritora Carmen de Burgos (expuesto en el Ateneo de Madrid); la escritora francesa Maryam Madjidi, ganadora del premio Goncourt; el filósofo Carlos París; el naturalista Carlos Linneo; el antiguo embajador de Francia en España, Jérôme Bonnafont o el decano de la facultad de Filosofía de la UCM, Juan Antonio Valor.
Lucie se había formado en literatura pero su fascinación por la representación de la figura humana –«La cara humana me emociona, me transmite mucha emoción»-la llevó a aprender escultura a la vieja usanza, en talleres de escultores profesionales. Después empezó en la pintura, primero de manera autodidacta, y ya lleva quince años dedicada exclusivamente a pintar.
Sus espléndidos retratos tienen un lenguaje reflexivo, intenso, íntimo. Provocan una sensación cautivadora, enigmática y profunda. A través de ellos pretende transmitir el palpitar de la presencia de una persona -conocida o desconocida-. Lucie habla del «recorrido de las miradas» en sus cuadros como un viaje que transita el alma del retratado entre pinceladas maestras, colores exuberantes y anatomías sin delimitar entre la corporalidad y la escena.
Y a propósito de la mirada, la artista coloca los cuadros de cara a la pared para mantener intacta su visión de las obras. Cuando los descubre y vuelve a situarlos en el caballete retoma la conversación para confirmar si la obra está acabada o si necesita algo más. Trabaja simultáneamente varias pinturas: «Esto me permite respetar tiempos de secado del óleo, pero también los tiempos de descanso. Me parece muy oportuno hacer pausas para no perder la distancia necesaria». Tarda entre dos y cinco meses en pintar un cuadro y su precio oscila entre 2.500 y 6.000 €.
«Hay algo universal en la representación de una cara», explica la artista reflexionando sobre el autorretrato de Rembrandt como una posibilidad de diálogo a través del tiempo con el pintor. Geffré se refiere a «la magia del retrato» como el punto de encuentro que sacude al espectador al observar al individuo retratado.
Todo empieza en la sesión de fotos, explica: «Siempre me encargo personalmente de fotografiar a la persona que voy a retratar, tanto si se trata de un encargo como de un proyecto personal. Es un momento íntimo y especial que sirve para establecer una conexión íntima». La pintora presta especial atención a la relación de sus retratados con la propia imagen y la percepción de la pintura para aproximarse a sus deseos y expectativas de los retratos.
Independientemente del estilo, sus obras tienen un sello propio marcado por el contraste de caras y manos definidas, realistas, figurativas, que conviven con cuerpos desdibujados fusionanados con fondos desparramados. Oscila entre el clasicismo y la abstracción dependiendo de los gustos del retratado y el contexto de la obra.
Reconocida con el Primer premio de pintura del Círculo de Bellas Artes en 2015, ha obtenido numerosos reconocimientos y galardones nacionales e internacionales y ha expuesto sus obras en París, Londres, Estrasburgo, Madrid y Barcelona, entre otras.
Nos despedimos de Olmeda comprendiendo la luz de Lucie: la luz del norte, la que nadie mira. Y entendemos que el prodigio de unos retratos como los suyos solo puede existir observando desde un espacio único, el que nadie ve. Nadie salvo Lucie Geffré.