Vestida siempre de negro y fumadora de cigarros baratos, Hetty Green, nacida en 1834, fue conocida como la gran maestra de las inversiones en la Nueva York del siglo XIX y principios del XX. Heredó de su padre la flota ballenera más importante de la ciudad, y gracias a su perspicacia financiera y gran control de la bolsa de valores estadounidense, convirtió esta herencia de 5,9 millones de dólares en más de 200 millones —casi 6.000 millones de dólares actuales—.

Green se convirtió en la primera magnate de EE.UU, según su biógrafo Charles Slack, y autor de la biografía más completa que hay sobre ella, The Genius and Madness of America’s First Female Tycoon, publicada en 2004. También fue la mujer más rica de su época. Sin embargo, a pesar de haber donado más de 1 millón de dólares a su ciudad tras el crack de 1907, fue bautizada como «la bruja de Wall Street» debido a su reputación desagradable, tacaña y mezquina. Un carácter difícil, enfatizado por un escaparate descuidado y «sucio».

Fue la primera mujer en un mundo de hombres. Siempre criticada por su aspecto y temida —según la revista Britannica— por su mal pronto, Hetty fue otra víctima de una sociedad que aún no estaba preparada para su poder e influencia. Hecho que Slack pregona en su libro sobre Green, : «Al final, su mayor crimen parecería haber sido elegir vivir según sus propias reglas y no las de la sociedad. Ella tuvo el coraje de vivir como quiso».

HettyGreen
Hetty Green vestida de negro, considerada la primera magnate de EE.UU.

Experta y consejera de Wall Street

Antes de Benjamin Graham –padre de la llamada ‘»inversión de valores»–, y su pupilo, Warren Buffett –considerado uno de los mayores inversores de la actualidad–, estaba ella. Una visionaria adelantada a toda mente financiera de la época, cuyas aportaciones para agrandar una fortuna siguen presentes en las bases financieras del mundo contemporáneo.

Según el texto de la Sociedad Histórica de Nueva Inglaterra, la sociedad no estaba acostumbrada «a una mujer que manejase de manera tan excelente sus inversiones, en un tiempo en el que no se confiaba el dinero a las mujeres».

Su técnica de buscar siempre «acciones infravaloradas» y de nunca estancarse a la hora de invertir, hizo ganarse el respeto y la admiración de muchas figuras relevantes, como John P. Morgan —empresario, banquero y financiero estadounidense que costeó la construcción del Titanic—, quienes también acudieron a ella, entre otros, para recibir consejo.

Su nombre fue grabado en la figura del toro que representa a Wall Street, por su astucia financiera que sobrepasaba las barreras de su tiempo. Expandió su fortuna familiar de 5,9 millones a 200 millones de dólares de la época, a través de la compra y venta de hipotecas, la compra de acciones de ferrocarriles y minas y de ofrecer préstamos —la ayuda de 1 millón de dólares a la ciudad de Nueva York en 1907, fue el más sonado— a cambio de bonos de corto plazo y de invertir en la bolsa de valores, especialmente en bonos gubernamentales y de la Guerra Civil.

Residencia Hetty Green
Residencia de Hetty Green, su antes y después.

La mujer más triste de Nueva York

Nació en Massachussetts, en una familia rica desde hacía cuatro generaciones. Su traslado temprano a Nueva York por el trabajo de su padre, la convirtió en una auténtica neoyorquina de alma, sangre y fortuna. Con solo 13 años se convirtió en la contable de la familia, y al heredar de su progenitor la flota ballenera más importante de la ciudad y explotar su don en el campo de las inversiones, se proclamó según la revista National Magazine de Massachusetts, la mujer más rica del país en 1905.

Aunque disfrutó de un gran éxito económico, su cuestionable estilo de vida levantó muchas sospechas y críticas en sus contemporáneos. Siempre vestía barato y de color negro, no cambiaba de vestido a no ser que las costuras se rompieran; vivía en apartamentos en ruinas, donde no se planteaba el uso de agua caliente, para de esta manera ahorrar dinero; e incluso, todos los días almorzaba avena calentada en un radiador en la oficina donde gestionaba sus inversiones, en Chemical Bank de Nueva York. Por lo que se ganó el apodo de «la bruja de Wall Street» en las calles de la Gran Manzana.

Hetty no hacía oídos sordos a estas acusaciones y se defendía a partir de su ideología religiosa «quaker», basada en la comunidad religiosa de origen cristiano protestante, en la que la vida sencilla era el camino y el objetivo a seguir. Ante su precario estilo de vida, era llamada por los diarios de la época «la mujer más triste de Nueva York«.

Se casó con Edward Henry Green, socio de una empresa comercial y tuvieron dos hijos Edward y Harriet. Sin preocuparse por las malas lenguas, Hetty fue una mujer y madre dedicada que veló por lo mejor para sus hijos y aunque se divorciara de su marido, fue ella quien le cuidó en su enfermedad durante sus últimos años de vida.

Hetty Green fue el objetivo de las secciones de cotilleos de los periódicos, en los que circularon todo tipo de historias y exageraciones acerca de su avaricia y sed despiadada de dinero. En cambio, no se reportó ningún hecho de importancia sobre las cosas buenas que sí que hizo por su familia y ciudad. La propia Green dijo ser víctima de la mala prensa: “No soy una mujer dura, pero como no tengo una secretaria que anuncie cada acto amable que realizo, me llaman mala y tacaña”.

Finalmente falleció en 1916 en su querida Nueva York, a la que siempre había ayudado y a la que había dejado un legado sin precedentes en el ámbito de las inversiones. Ciudad que a cambio, le devolvió sus préstamos e ingenio con una larga lista de historias de mala reputación, sin reconocer su papel en un mundo que no estaba preparado para la ambición y perspicacia de una mujer.