Es alta y delgada, igualita que su madre. Y tiene un carácter tenaz. Nunca se ha conformado con ser la hija de la socialite Pitita Ridruejo, ni con vivir en un palacio en el centro de Madrid. Claudia Stilianopoulos (Londres, 51 años) lleva años desaparecida a nivel artístico y solo la prensa del corazón la ha sacado de su querido anonimato a raíz de su relación con Ernesto de Hannover.

Ahora, libre de cargas familiares e impulsada por el colectivo artístico del barrio de Prosperidad, donde tiene su taller, ha vuelto con fuerza: “He tenido un parón técnico, una entrada en boxes. Han influido circunstancias personales como atender a mis padres y restaurar su casa», comenta en relación a sus años de ausencia. Pero Claudia ha retomado su actividad con ganas.

«El movimiento Prosper Arte me ha dado el empujón definitivo», continúa mientras paseamos por su taller, un hangar gigante lleno de cachivaches donde sus cuadros y esculturas están esparcidas aquí y allá. Esta iniciativa se ha puesto en marcha con motivo de Madrid Design Festival (8 de febrero al 17 de marzo) y ARCO (6-10 de marzo) y hasta el nueve de marzo los estudios del barrio estarán abiertos de doce de la mañana a siete de la tarde en jornadas de puertas abiertas. En paralelo otro movimiento culinario pretende sumarse a la ebullición del barrio y poner la Prospe en el mapa.

PRIMEROS PASOS

Desde sus comienzos en una pequeña tienda de la Calle Almirante en los años 90, Claudia aprendió por su contacto con el público lo que faltaba en el mercado. Lo que parecía que iba terminar siendo otra típica-tienda-de-niña-bien con complementos de casa y objetos exóticos recopilados en sus viajes, despegó y despertó su lado más artístico. Claudia empezó a fabricar piezas gigantes de hierro –mesas, sillas, muebles y lámparas– con mucha fuerza.

En aquella época incluso estuvo en una fragua para aprender las técnicas del forjado. Su marca, Casa de Clo, floreció. En el año 2000 se fue a París a la feria Maison&Objet, una de las más importantes en interiorismo de Europa, y triunfó. Sus piezas empezaron a viajar de Los Angeles a Arabia, por Francia e Inglaterra y sus éxitos llegaron de vuelta a Madrid como un eco. En París se creían que detrás de esta colección había un hombre, pues los expertos consideraban que se encontraba a medio camino entre la gran escultura y la decoración. La realización artesanal de estas piezas le provocaban un desgaste físico que a veces la dejaba exhausta: «Aunque me encantaba ver cómo la gente se subía a las esculturas y las disfrutaba», recuerda mientras nos acomodamos en una gran mesa de madera llena de dibujos.

ADIÓS, PAPÁS

A mediados de los 2000, cuando estaba encantada esculpiendo piezas de tres metros de altura de hierro y acero oxidado, Claudia dejó todo para cuidar de sus padres. Mike Stilianopoulos padecía de los pulmones y falleció en 2016. Su madre, Pitita, le siguió solo tres años después. Los Stilianopoulos fueron una de las parejas más glamourosas de la sociedad española en el siglo XX y con su marcha se apagó una época. Durante diez años Mike fue embajador de Filipinas en Londres y aunque su mujer, Pitita, no tenía título nobiliario, era una aristócrata en el pleno sentido de la palabra. Pitita fue musa de Umbral y pasará a la historia por sus experiencias religiosas con la Virgen María. En su casa de Marbella pasaba temporadas la princesa Margarita de Inglaterra y era muy amiga de Pat Kennedy, la hermana del presidente asesinado John F. Kennedy.

Mike Sitilianopoulos y Pitita Ridruejo en la boda del hijo de Pilar González de Gregorio, Pepe Márquez, en 2010.

Durante la enfermedad de sus padres, Claudia decidió cambiar su actividad creativa por una que podía hacer desde su casa. Así empezó su dedicación a la producción de vídeos de arte en 3D –como por ejemplo la trayectoria de unos meteoritos sobre unos campos de arroz en Corea– que desarrolló antes que comenzara la fiebre por el vídeo arte.

Su estudio se llama ahora deClo, y se encuentra en esta enorme nave multifuncional donde se han hecho las fotos y la entrevista de este reportaje. Un lugar siempre lleno de gente y con un desorden organizado, en el que Claudia suele encontrar sin dificultad la pieza que busca. Lo comparte a intervalos con los integrantes de una productora o con los talleres de una fundación, y la actividad es intensa. De aquí entran y salen amigos, familiares, artistas, creadores, publicistas y todo tipo de materiales como tablones, hierros, pinturas, lienzos, muebles o lámparas.

Como su local, Claudia es caótica y espontánea; despistada y decidida. Y muy osada. Asegura que su lugar favorito para vivir sería una jungla con costa y para viajar elegiría siempre Asia. Se mantiene en forma gracias a unas intensivas clases de flamenco de cuatro horas diarias en la Escuela de Amor de Dios, en el Mercado de Antón Martín, y se declara fiel a La Talegona, una genia. Además, es maestra de yoga y da muestra de su agilidad cuando adopta distintas poses sobre un sofá para la foto. Le gusta la música clásica y los documentales pero lo que más ilusión le hace es que la dejen fluir en paz.

FORBES WOMEN: ¿Cuál es tu próximo proyecto?
CLAUDIA STILIANOPOULOS: Volver, reorganizarme, retomarlo. Ten en cuenta que desde hace cuatro años, cuando hice mi última exposición, he seguido haciendo cositas, pero ahora quiero pasarme al óleo y pintar personajes de espaldas. Mi nueva obsesión.
FW: ¿Y la escultura?
CS: Tengo muchísimo trabajo virtual hecho y debería pasar esas piezas a 3D. Desde el año 99 ya trabajaba con estos programas para hacer muebles en impresión 3D. Tengo mucho archivo con programas visibles en realidad virtual. Lo seguiré haciendo si viajo que me encanta. Siempre que puedo cojo la mochila y me marcho con el ordenador. Es facilísimo trabajar con él desde lejos. Además los viajes siempre te inspiran.

Claudia fotografiada en su estudio, delante de un cuadro sobre su naufragio en Etiopía que ocurrió en 2018. © Jaime Partearroyo / Maquillaje: David Bello para Chanel Beauty

Willy Fog, ese aficionado

Además del arte viajar es otra de sus verdaderas pasiones. La mayoría de veces sola y sin planificar. «Si llevo a mis hijas les programo algo más cómodo, pero si voy sola no preveo ni los hoteles. He tenido que organizar tanto mi vida y la de los demás, que para mí irme de vacaciones es dejarme llevar y no pensar en nada». Ha recorrido medio mundo y conoce casi toda África, Asia y Sudamérica. Nada ni nadie le achanta. De equipaje, solo una mochila. Una vez en destino, decide sobre la marcha. No suele tener hoteles reservados y a veces le ha tocado dormir al raso. En la frontera entre India y Pakistán se despertó con un tipo apuntándole con un rifle. En el gran lago Tana de Etiopía le sorprendió un tornado con granizo del tamaño de pelotas de tenis que hundió su barca y la dejó durante seis horas a la deriva, agarrada a un trozo de la cubierta en un lago enfurecido lleno de hipopótamos. ¿Pasó miedo? «Lo justo. En la barca íbamos un musulmán, un copto y yo, que soy católica, y todos terminamos rezando». El fin de semana después de la entrevista, salta la noticia de una violación grupal a una española en la India. Cuando le digo que al leer el suceso me he acordado de ella, contesta: «¡Lo he oído! ¡¡Qué fuerte!! Yo tuve más suerte».

FW: ¿Cómo es tu equipaje?
CS: Siempre ligero. Lo que me quepa en una mochila. Nunca preparo nada. Una vez en destino cojo el primer vuelo que salga, sin rumbo fijo. Es como un juego. Me gusta que pasen cosas y que sean naturales. Que todo fluya.
FW: Tendrás anécdotas para aburrir.
CS: Pues mira, muchas de hospital, no me preguntes por qué, pero viajando sola ahí he acabado en tres ocasiones. Una vez por algo que había comido, me pincharon con una inyección y me dejaron k.o. Afortunadamente nunca nada serio. Quienes me conocen dicen que soy como un talismán que atrae la buena suerte porque nunca me pasa nada realmente malo. Al año siguiente del naufragio fui con mis hijas a Bali y según llegamos al hotel hubo un terremoto. Las niñas se asustaron mucho: ‘¡Mamá, qué hacemos!’. Y yo, que estaba agotada, les dije: ‘Seguir durmiendo».

Su fiebre por la aventura arrancó al cumplir 18 años, aunque ya estaba muy acostumbrada a viajar con sus padres. Los viajes de la familia Stilianopoulos estaban en las antípodas de su estilo espontáneo. Siempre iban a los mejores hoteles, los mejores restaurantes y todo estaba planificado.

FW: Volviendo a la creatividad. ¿Tuviste apoyos en tu sueño artístico?
CS: Mis padres siempre me apoyaron. Mi madre sin dudarlo ni un minuto. Mi padre se resistió más. Al principio veía las cosas que hacía y me decía: “Hija mía dedícate a otra cosa”. Pintaba óleos bastante naifs pero al ver su cara de shock me pasé al dibujo. También me decía: ‘Hija, haces tanto que resulta que no haces nada’. Y tenía razón. Es hoy, que han pasado ya años, y me cuesta decir que no. Me apunto a todo.