Cristina de Middel (Alicante, 48 años) no le tiene miedo a nada. O a casi nada. Cuando tuvo que subirse a una furgoneta con 30 migrantes que perseguían el sueño americano en un maletero, en el estado de Sonora, México, y un conductor con un AK-47 colgado del hombro, sólo pensó en capturar el mayor número de fotos para poderlas distribuir más tarde. En otro de sus proyectos, entrevistó a 100 clientes dentro del contexto de la prostitución y se dio cuenta de que no todo gira en torno al sexo, a pesar de verse profundamente afectada por el hecho de ser mujer.
Gracias a estos y otros trabajos, entendió que su manera de documentar el mundo es necesario para la célebre Agencia Magnum que preside desde 2022. Su mirada, en efecto, traspasa fronteras. La prueba es el premio otorgado por International Center of Photography de Nueva York por la publicación de ‘The Afronauts«, un trabajo que recrea el sueño de un profesor de secundaria llamado Edward Makuka que en la década de 1960 quiso convertir a Zambia en la máxima potencia espacial. En España, su país, también se reconoció su trabajo con el Premio Nacional de Fotografía que le entregó el Ministerio de Cultura en 2017. Actualmente se puede disfrutar de su exposición «Cartas al director» que estará en la sala Canal de Isabel II hasta el próximo 14 de enero.
La muestra aborda temas como la vida diaria de los talibanes en el Afganistán, el complicado viaje migratorio a través de México para llegar al supuesto centro de la tierra situado en Estados Unidos o la prostitución desde ángulos diversos. Con la retina aún perpleja tras visitar una expo que pretende sacudir conciencias, preguntamos a su autora sobre sus inicios, sus proyectos y su labor al frente de la mítica agencia creada hace 76 años por Robert Capa y Henri Cartier-Bresson,
¿Qué recuerdas de aquella chica que trabajó para el Diario de Ibiza? ¿Qué conservas de ella y qué consejo le darías si la conocieras ahora mismo?
En realidad tampoco he cambiado tanto. Ahora tengo más años, y por lo tanto más herramientas. Esto me ha facilitado el acceso a más contactos para que las ideas y la curiosidad con la que empecé tengan un alcance mucho mayor. Por lo demás, todos sigue igual. Me siguen llamando mucho la atención los acontecimientos que salen en las noticias y en cierto modo también el gran drama humano. Es cierto que mi lenguaje ha evolucionado y no me contento con apuntar hacia el drama. Intento dar un paso más y ofrecer vías a la solución de esos problemas mediante la ironía, el sentido del humor o buscando siempre un ángulo desde el que reflexionar.
Tienes proyectos muy innovadores, como ‘The Afronauts’. ¿Cómo surge la idea para proyectos tan únicos y cómo seleccionas tus temas?
Mis ideas parten siempre desde la curiosidad, que hace que me acerque a muchas otras disciplinas. Utilizo como recurso a los periódicos, la literatura, crónicas antiguas, libros, películas, conversaciones que escucho por la calle… Pero sobre todo, intento mantener una actitud crítica a todo lo que se me presenta como información. Casi todos los temas vienen de cierta decepción o frustración a la hora de que me expliquen el mundo en el que vivimos y una actitud proactiva a la hora de dialogar con esa versión oficial.
En una industria creativa, siempre hay desafíos. ¿Cuáles han sido algunos de los mayores obstáculos que has enfrentado y cómo los superaste?
El mayor obstáculo siempre ha sido intentar abrir una carrera en una industria que está constantemente en crisis, por lo menos desde que yo empecé, que es la fotografía. Documentar el mundo a través de la fotografía es un reto por los constantes cambios a los que se enfrentan los profesionales del sector, ya sea con las herramientas, las plataformas, el significado o la confianza que tiene la gente en la fotografía. Desde que yo empecé, hace 20 años, se pasó de la analógica a la digital, cerraron casi el 90% de las publicaciones que sostenían la industria, y ahora nos enfrentamos a la inteligencia artificial, que seguramente tenga un impacto alto en nuestra manera de trabajar. La estrategia que he tenido desde el principio, y por eso encontre en Magnum un buen lugar en el que apoyarme, es en apostar en mi manera de ver las cosas, intentar no repetir lo que han hecho otros, apostar por la opinión más que por la información y hacer oídos sordos a todos aquellos que me dijeron que era imposible y que no lo iba a conseguir. Ser mujer, en una industria dominada por los hombres, ha sido importante para no caer en el vértigo que produce la escala que tienes que dar para demostrar que eres tan buena como los hombres. En definitiva, una dosis de confianza en mí misma (que se ha ido construyendo cada vez más a lo largo de los años) y continuar por mi camino más allá de los consejos.
‘Gentleman’s Club’ es para mi uno de sus trabajos más notables en el fotoperiodismo, en el que se enfrenta a la cuestión de la prostitución a través de la otra cara de la moneda o, como tú dices, de la otra cara del negocio. ¿Qué aprendiste de los hombres que fotografiaste para ese proyecto?
Te agradezco que le des el valor que tiene, porque fue un proyecto que me ha costado muchísimo, a nivel personal, económico y logístico. Ha sido muy complicado de llevar a cabo. La motivación que había detrás era facilitar una información que no está al acceso de todo el mundo para romper los tabús e intentar trabajar en un equilibrio visual con respecto a la prostitución, que realmente se explica con las fotos de las mujeres. De los hombres he entendido el negocio de la prostitución desde un ángulo mucho más abierto, analizando que hay tantos gustos como colores y motivaciones como personas. Por la escala del proyecto, que son 100 entrevistas, tuve la oportunidad de hablar con una gran variedad de clientes y personas que buscaban en la prostitución unos servicios muy concretos o apoyo muy concreto. No todo está relacionado con el sexo, hay muchas dinámicas de poder, frustaciones, problemas psicológicos… A mi de lo que me ha servido es para des-sacralizar a uno un poco más, aunque fuese un tema que ya había trabajo anteriormente desde el punto de vista de la mujer, y en general para aprender a escuchar y ser neutral, aunque sea un tema que te toque profundamente y te mueva muchas cosas. A nivel de la Cristina profesional es el trabajo en el que más me he intentado esmerar y mantener la neutralidad. El valor del proyecto no está en el juicio que yo pueda dar, o la opinión (que es lo que siempre ha guiado mis proyectos anteriores), si no en la información recopilada y la manera de distribuirla. Si te gusta y crees que es notable en el fotoperiodismo, me quedo más contenta.
¿Puedes compartir un momento particularmente emocionante o gratificante en tu carrera hasta ahora?
El momento que me ha supuesto el cambio más radical ha sido el día que me aceptaron en la agencia Magnum, en el año 2017. Fue todo un proceso que no esperaba porque mi trabajo, como he mencionado antes, está basado en la opinión y Magnum es una agencia que apuesta por lo documental y la veracidad. El hecho de que aceptasen mi lenguaje como una manera de documentar el mundo fue la confirmación de que no iba desencaminada. Fue un momento muy importante porque fue una gran validación. Existen otros también muy importantes como cuando me dieron un premio en ICP (International Center of Photography) en Nueva York por la publicación de ‘Afronautas’, que fue la primera gran apuesta de mis trabajos, o cuando el Ministerio de Cultura me fio el Premio Nacional de Fotografía en 2017, ya que salí de España un poco desilusionada, y recibir un premio de mi casa me hizo mucha ilusión.
¿Hay alguna fotógrafa que admires especialmente y que haya influido en tu trabajo?
Existe una fotógrafa a la que admiro y llevo siguiendo el rastro mucho tiempo. He tenido la suerte de conocer hace poco a Sandra Eleta, una fotógrafa panameña que debe estar ya en sus 80 años largos y que tiene una vida, una manera de trabajar y un compromiso con Portobelo, que es donde trabaja ella,con una historia de vida alucinante. Es una mujer que ella sola, y de hecho sigue sola, ha conseguido crear una comunidad increíble haciendo un trabajo súper necesario. Insisto en el aspecto de “sola” porque en muchos casos la carrera de una fotógrafa mujer puede ser muy solitaria. Estás continuamente teniendo que demostrar cosas y metiéndote en campos en los que seguramente nadie te haya invitado. En su generación, además, era mucho más evidente que ahora. Por supuesto hay otras fotográfas de esa generación o posteriores que han tenido que enfrentarse a lo mismo como Graciela Iturbide (México) o Cristina García Rodero (España) por nombrar a las hispanohablantes, pero creo que la energía que desprende Sandra Eleta para mí es hoy en día una de las fuerzas más inspiradoras que se puede tener.
¿Qué papel crees que juegan las mujeres en el cambio social y cómo intentas reflejar eso en tu arte?
Mi trabajo no tiene un ángulo específicamente feminista pero, por otro lado, al ignorar las diferencias y posibilidades que tenemos las mujeres en esta sociedad y hacer como que no existen en cierto modo se convierte en un trabajo feminista por omisión. Es un poco la línea que siempre he querido crear, considero que la mejor manera de demostrar que hay igualdad es expresarse con igualdad, abordando temas que no me interesan por ser mujer, me interesan por ser una persona curiosa. Quizá exista un trabajo deliberado hacia las mujeres, pero no para reivindicar nada, sino para que estén informadas y para que los debates que hay que tener y que están sucediendo se hagan con más conocimiento de causa. Creo que todas las artistas mujeres que ponen un trabajo ahí fuera ya están teniendo un acto de activismo visual relevante. Por otro lado, cualquier cambio que ocurra en el poder que se les da a las mujeres solo va a enriquecer la sociedad que tenemos. No se puede tener una sociedad en la que la mitad de la población es sistemáticamente ninguneada, más allá de la clase social. Si mi trabajo tuviese la etiqueta de feminista en cierto modo estaría también colocándome en una esquina, cuando yo lo que quiero es estar en el centro.
¿Dónde y por qué has pasado más miedo trabajando?
He tenido bastante suerte. Es verdad que me he metido en situaciones un poco complicadas pero no he tenido miedo. Quizá, visto con perspectiva, la situación más peligrosa en la que he estado ha sido acompañando a un grupo de migrantes que cruzaban la frontera por Sonora, México, por el contexto y como sucedió. Íbamos en una furgoneta a toda velocidad por caminos de tierra con un conductor que no estaba del todo consciente y que llevaba un AK-47 apuntándo hacia mi. Detrás hacia 30 migrantes amontonados en la parte trasera de la furgoneta. En el momento me centré en registrar lo máximo de lo que estaba ocurriendo para luego poder compartirlo.
¿Qué sentiste cuando te nombraron presidenta de Magnum?
Sentí mareo (ríe). Además da la coincidencia que no estaba en la sala de la votación porque tuve Covid. A nivel físico tenía fiebre y me encontraba bastante mal. Recuerdo que fueron unos días bastante confusos en los que no sabía si lo que estaba pasando era cierto o no, pero en cuanto empecé a recibir correos con decisiones que tomar y cosas que comprender enseguida entendí que estabamos en la realidad. Tras un tiempo analizo que es una mezcla de orgullo, inseguridad, responsabilidad. Es una de las cosas que me han pasado en mi vida de las que más he aprendido, por lo que estoy muy agradecida y emocionada.