Si a Julia Roberts se le viene el mundo encima, lo último que pensamos es que el matrimonio formado por Barack y Michelle Obama intentara sostenérselo con pinzas. Pero que escape de la imaginación no quiere decir que no pueda darse. Y se ha dado hasta el punto que el último estreno de Netflix, Dejar el mundo atrás –un thriller apocalíptico en el que el fin de la normalidad se personifica en forma de ciberataque– cuenta con la participación activa de los que un día fueron presidente y primera dama de Estados Unidos (desde 2009 y hasta 2017), respectivamente.

Aunque la idea de incluir a los Obama en esta historia se la debemos a Sam Esmail, responsable de otros éxitos como Mr. Robot y Homecoming, que a la vez que adapta la novela de Rumaan Alam, cedió el control de su guión a Barack y Michelle por una razón de peso: la sensibilidad que podría aportar el ex presidente demócrata a la cinta al haber estado al frente de un país que, ahora, en la ficción, necesitaba de alguien con severos conocimientos sobre gestión de crisis para afrontar una situación tan anómala como refleja Dejar el mundo atrás.

Sin desviarse demasiado del guión original, entusiasta y realista, Barack Obama lo revisó con minuciosidad para dotarlo todavía más de la perspectiva objetiva y sensata de la que ya gozaba, teniendo en cuenta que la tecnología es el auténtico protagonista de este estreno que ya ha arrado en críticas positivas, precisamente, por el peso que tienen las ciencias aplicadas, como la inteligencia artificial, entre otras, en el desarrollo del día a día, también de una nación.

Que el fin del mundo nos pille bailando puede someterse a cuestionamiento, pero que nos pille conectados a la red es casi seguro que será así. Y esto es lo que pretende reflejar Dejar el mundo atrás: cómo un país entero podría quedarse noqueado, aislado, en constante estado de jaque y de jaque mate inminente, si la nube digital en la que habitamos estalla por los aires. Nunca ser víctimas de un ciberataque a nivel global pudo parecer tan auténtico y posible como el sufrido por Julia Roberts, Ethan Hawke y Mahershala Ali, en la película que comentamos.

Auténtico y posible. Dos calificativos que definen este filme gracias a la originalidad de la novela de la que parte y a la veracidad al relato que aporta haber sido revisado por un presidente que si por algo destacó durante su mandato en la Casa Blanca fue por su templanza y equilibrio en la toma de decisiones, que no fueron pocas. Una condición para Esmail más que suficiente para tener en cuenta su opinión en este guión y en la producción ejecutiva del mismo, trabajo en el que también han estado involucrados los Obama, en parte, como condición de su acuerdo de exclusividad con Netflix para colaborar con la plataforma de streaming en lo que esta pudiera necesitar, firmado en 2018 por la ex pareja presidencial.

Por ejemplo, una de las ideas sugeridas por el matrimonio para esta adaptación fue la de invertir la sucesión del relato, esto es, dar más prioridad a los personajes, sus diálogos, reacciones y forma de enfrentarse a la crisis que a la secuencias de acción y los propios hechos, que se sobreentienden porque los mismos personajes hablan de ellos durante las más de dos horas que dura la película. De ahí, todo el suspense y la escasa acción que sugirió Obama, por todos sabido, gran amante del cine y de los libros.

Además de la veracidad que Esmail sabía que Obama podría aportar al guión, al contar con una fuente directa de cómo se gestionaría un ciberataque de sucederse fuera de las pantallas, la emotividad que podría aportar alguien que fácilmente podría ponerse en la piel de un dirigente que ve su país hacerse añicos fue otra de las razones de peso que le llevó a contactar con él y no con otro revisor. Una vez que Barack Obama aceptó el reto, revisó el argumento y mandó las correcciones, este director que se hizo famoso en 2014 con la comedia romántica de ciencia ficción Comet, sacó otra lección: su visión acertada del suspense, ya que sólo un puñado de notas y una felicitación por el trabajo hecho acompañaron el manuscrito que devolvió la pareja que una vez lideraron el mundo, digo, Estados Unidos.