Una historia de amor muy moderna, muy trendy. Tal vez existan otras formas de definir la relación que mantuvieron Rosalía y Rauw Alejandro, pero así está bien. Ella rehuyó de la sobreexposición del vínculo sentimental entre ambos y él se encargó de evidenciarlo en todo momento. Cosas que pasan. Como pasó –ante la atenta mirada de medio mundo– el momentazo que se marcó la cantante catalana en la apertura de la gala de los Latin Grammy 2023 [por cierto, celebrados por primera vez en España, Sevilla], cuando interpretó una de las canciones que Rocío Jurado paseó por su discografía con soltura, precisamente por las buenas alegrías que da el canto al desamor. Qué contrariedad, a priori, pero qué maravillosa fuente de likes en las redes sociales, o en lo que sea hubiera en aquellos años. De esto supo darse cuenta Rosalía, que para no querer hablar de su vida privada, se marcó un Se nos rompió el amor, a media luz, compungida y con un ejército de guitarras a su espalda, como comunicado oficial de su ruptura con Rauw Alejandro. Pero la coletilla no fue que él estuviera entre el público asistiendo al concierto menos amable –pero más emotivo– de la que una vez fue su chica. La guinda al pastel la puso un vestido. Negro, de escote bardot y sencillo. Por el protagonismo que ha tenido en la historia de las rupturas amorosas, más conocido como ‘el vestido de la venganza’.

Ni está Rocío Jurado para saber la opinión que le merece la actuación de Rosalía ni lo está Lady Di, la gran artífice de un concepto que las celebrities han vuelto a poner de moda: servir venganza en plato frío, para que nos hable del término en su condición de fundadora. Una habilidad que data de 1994, cuando lo lució a la salida del coche que le llevó hasta una fiesta. Aunque Diana de Gales lo compró tres años antes de dejarse ver con él puesto en público, lo sacó a pasear como respuesta al anuncio de noviazgo de Carlos de Inglaterra y Camilla. Desde entonces, el diseño de la modista griega Christina Stambolian ha dado la vuelta al globo como icono de estilo, pero, sobre todo, como revenge dress.

Considerarlo demasiado atrevido fue el freno de la Princesa para mantenerlo en el armario tanto tiempo, pero por todo es sabido que si uno se vale de la paciencia suficiente, las cosas suelen salir bastante bien. Tal y como ocurrió entonces y seguimos recordando hoy, casi 20 años después. Quienes no lo han olvidado han sido, entre ellas, Rosalía, que de todo el vestidor que las marcas desplegaron ante ella, fue un vestido de Schiaparelli, en palabra de honor, negro y de escote en forma de corazón –por cierto, confeccionado especialmente para ella y bajo sus indicaciones–, el que la artista eligió para homenajear a la Jurado. Sorpresa.

¿O la sorpresa no es esa y sí que una famosa más haya decidido pronunciarse sobre sus amoríos a través de su ropa? Rosalía no ha sido la única, pero nos ha quedado claro: se ha roto el amor con Rauw de tanto usarlo. O no usarlo, si atendemos a ese cambio de letra que hizo al finalizar la canción. Ella ha sido la última en hacerlo, pero muchas otras mujeres lo hicieron primero. Apuntemos: Shakira y Taylor Swift, por señalar sólo dos ejemplos.

Pocos días antes de anunciarse su ruptura con Piqué y tras estrenar Te felicito, la cantante colombiana pisó una alfombra roja enfundada en un impresionante vestido negro, en palabra de honor, con abertura lateral y unos guantes semitransparentes, que si luego recordamos la sesión que se marcó con Bizarrap, la venganza la sirvió helada. No lloró, pero facturó casi tanto como lo que le ha costado su periplo judicial con Hacienda: más honor que dinero. Por su parte, Taylor Swift hizo lo propio cuando acudió al programa de Seth Meyers para promover la reedición de Red y el lanzamiento de All to well. Su vestido –también negro y en palabra de honor– de David Koma podría haber tenido un mensaje oculto: un guiño de empoderamiento tras la batalla legal que mantuvo con su por entonces productor Scooter Braun, y de la que salió victoriosa. Sólo ella y no él es la única dueña de los derechos de autor de sus canciones.

Grandes dosis de imaginación hay que echarle a otros casos de venganza que, de alguna forma, se ha valido de un total look negro para hablar de desamor o de empoderamiento femenino ante ese desamor. Ejemplo de esta deconstrucción del revenge dress son Aitana o Bella Hadid. Pero ha sido la voz de Despechá la que ha hecho saltar las alarmas de una posible nueva manera –¿más moderna, instagrameable, generacional, original?– de emitir comunicados sobre una ruptura sentimental. Todas ellas, eso sí, necesitadas de un toque de microondas para no morder hielo.

Pero no sólo es fuente de inspiración. Esta tendencia compartida por muchas famosas –tal vez por la fuerza del mensaje y su viralidad en los medios si ya se dejan ver ante las cámaras con un vestido símbolo de fuerza y poder femeninos– es un mensaje, un canal y un medio de comunicación en sí mismo. Todo a la vez. En su día, Diana no necesitó más que introducirse en este vestido para ofrecer la revancha a su ex pareja, que anunciaba a la prensa el momento tan feliz que estaba viviendo por haber recuperado al auténtico amor de su vida. Y no era ella. Fue la moda la responsable final de ese empoderamiento. Se hizo grande. Se vistió de negro y se sintió segura. Imparable. Invencible. Y lo que es mejor, triunfadora. Y no necesitó una entrevista en un medio para dar su opinión sobre ese anuncio o para hablar de sus sentimientos. Una prenda lo dijo e hizo todo. Jamás se vio un poderío tan descomunal.

Como jamás duró una flor dos primaveras. Aunque Frédéric Beigbeder se empeñe en asegurar en El amor dura tres años que su periodo de alcance es algo mayor, lo cierto es que estos vestidos aseguran que el invierno llega y que lo mejor es hacerle frente de forma aguda y desenvuelta. Como ha hecho la moda en todos sus siglos de historia rindiéndose a una tendencia, a un momento social determinado, a unos gustos concretos. La moda es influencia, pero también es cobijo, es forma de ser y sentir, es causa y es efecto. Es todo lo que te permita ser quien de verdad quieres ser. ¿O es que acaso no ha servido de altavoz para reivindicar acciones, condenar actos o impulsar corrientes?

Por todo esto, no pilla por sorpresa que 26 años después de su marcha, Lady Di siga siendo un referente al que mirar para las mujerer. Pero que lo fuera Rocío Jurado el pasado 16 de noviembre es algo que no vimos venir. Y no está mal. De hecho, está muy bien mover así la marca made in Spain. Aunque sea para cantarle al dolor.