A nadie en su sano juicio se le ocurriría pensar que, en su 250 cumpleaños, la prestigiosa relojera Breguet no iba a lanzar un tourbillon original como homenaje a sí misma. Porque fue el suizo Abraham-Louis Breguet (1747-1823), el mayor genio relojero de la historia, el que ideó este mecanismo que, si bien hoy no es tan exclusivo ni su función determinante, sigue siendo valorado si se ejecuta con maestría.
El tourbillon, una complicación que lucha contra el impacto negativo de la gravedad en la precisión de un reloj mecánico (en la época de Breguet, de bolsillo), encierra los componentes más importantes para la cronometría del reloj (volante/espiral y escape) en una jaula giratoria que, al estar siempre en movimiento y adoptar sucesivamente todas las posiciones verticales, compensa esos efectos negativos de aceleración y de ralentización, principalmente en un reloj de bolsillo, que siempre está en posición vertical.
Breguet obtuvo la patente de ese invento que revolucionó la relojería el 26 de junio de 1801, y la enseña a la que dio nombre presentó ese mismo día, 224 años después (es decir, hace tres semanas), su último reloj con tourbillon: el Classique Tourbillon Sidéral 7255. Es la cuarta pieza que la marca del grupo Swatch revela en 2025 para conmemorar su 250 aniversario. Y la más compleja. Sigue la estela del Classique Souscription 2025 con una sola aguja que desveló en abril, del Tradition Seconde Rétrograde 7035 que llegó después mostrando la belleza de su mecanismo en la esfera y del Type XX Chronograph 2075 de piloto. ¿Continuará la firma sorprendiéndonos en los próximos meses con más ejemplares epatantes? Porque el listón lo ha dejado por las nubes.
Como decíamos, el dominio de la casa del tourbillon es apabullante, y ha explorado casi todas sus variantes. Sin embargo, por primera vez entrega un tourbillon volante. Esto es, cuya jaula carece del puente superior que la sujeta (solo se sostiene desde abajo), de manera que el intrincado artilugio se muestra en todo su esplendor. Además, éste se sitúa 2,2 mm por encima del movimiento, sobresaliendo incluso de la esfera, sobre una placa redonda de cristal de zafiro transparente para que parezca que flota en el vacío. Su construcción se denomina misteriosa, pues da la sensación de que el tourbillon no está conectado al resto del movimiento.
Para dar forma a esta novedad, Breguet ha optado por la caja Classique de 38 mm de diámetro y 10,2 mm de grosor, con la tradicional carrura estriada. El material elegido ha sido el nuevo oro Breguet que se estrenó con el Classique Souscription 2025 y que han lucido los cuatro relojes del 250 aniversario. Es una aleación que combina un 75% de oro enriquecido con plata, cobre y paladio, y que da lugar a un color rubio ligeramente rosado que aporta calidez. Brillante y resistente a la decoloración, se ha fundido en los talleres de la compañía y presenta un acabado pulido.



Como el bisel es discretísimo, la esfera resulta generosa, y es para celebrarlo, porque vaya espectáculo. Por primera vez (otra primera vez), Breguet adorna un dial con esmalte de venturina sobre una base de oro para simular un cielo estrellado, fabricando su propio vidrio de venturina con una técnica similar al esmaltado grand feu. “Sidéral hace referencia a los astros. Y recordemos qué significaba el término tourbillon en la época de Abraham-Louis Breguet: los astros girando sobre un eje. ¡La conexión es evidente!”, señala el consejero delegado de Breguet, Gregory Kissling.
La marca que dirige no se ha contentado con presentar un ejemplar de gran elegancia, sino que lo ha dotado de un nuevo movimiento mecánico de cuerda manual con una frecuencia de oscilación de 18.000 alternancias por hora (3,5 Hz) y con una reserva de marcha de 50 horas: el Calibre 187M1.
En el reverso de la caja se ha grabado el guilloché Quai de l’Horloge que ya vimos en varios de los modelos del 250 aniversario. Lógicamente, esta pieza de coleccionista llega en una edición limitada, en este caso de 50 unidades numeradas, a un precio de 224.400 euros cada una.
