A Longines le desborda su propia historia. Tiene tanta (se fundó en 1832), que no le cabe en su propio museo, ubicado en el mismo edificio que ocupa su fábrica en el pueblo suizo de Saint-Imier, junto a verdes praderas (o blancas, según el mes). Allí guarda a buen recaudo su primer cronógrafo de bolsillo, el Calibre 20 H, que rubricó en 1878. También uno de los primeros cronógrafos de pulsera, de 1911.
Aunque el inmueble se ha ido agrandando conforme la relojera crecía (hoy concentra solo el 30% de su producción), no es capaz de exponer tanta reliquia. Y eso que el museo de Longines se renovó en 2012, con motivo del 180 aniversario de la marca. Así que sus responsables, con el consejero delegado Matthias Breschan a la cabeza, van a levantar una nueva casa más espaciosa para acoger su legado. Se inaugurará, previsiblemente, en 2026, también en Saint-Imier. Y, como abrirá los fines de semana, han calculado que, en vez de los 5.000 visitantes anuales que recibe hoy el museo, la cifra puede aumentar a 50.000.
A los futuros salones se mudarán los archivos escritos que se conservan, como las filas de registros de facturas que cubren desde 1873 hasta la década de 1950, así como varios instrumentos de medición de eventos deportivos, uno de los pilares de la empresa. Y, por supuesto, decenas de relojes antiguos que han escrito las páginas de la historia de Longines y de la relojería en general. Empezando por el más antiguo de la colección, el número 183, realizado en los primeros días en que se puso en marcha la fábrica de Saint-Imier (1867), y continuando por los que lucieron los primeros exploradores, pilotos y navegantes.
La mejor época
Estará bien representado, como ahora, el primer cuarto del siglo XX, quizás la época más gloriosa de la enseña, pues en aquellos años desarrolló tres importantes invenciones para la aviación: el primer reloj de bolsillo que indicaba dos husos horarios (1908), una pieza con bisel giratorio (1923) y el primer cronógrafo de pulsera con flyback y dos pulsadores independientes (1925). Amén de que entregó otros avances para la firma, como su primer cronógrafo de alta frecuencia (36.000 alternancias/hora o 5 Hz), que medía la décima de segundo (1914).
Pero a buen seguro que tampoco se podrá enseñar toda la antología. La Colección Histórica Longines suma unos 10.000 relojes, ya que desde principios del siglo pasado la dirección de la marca optó por reservar determinados ejemplares para un futuro museo. Algunos se exhiben; otros viajan por el mundo para completar otras exposiciones. Y unos pocos van y vienen (uno fue vendido en Perú en 1907 y descubierto en Rusia en 2004): o se donan al museo o se intercambian por otro modelo o Longines los compra.
Para relojeros y aficionados
Varias de las novedades que Longines ha presentado en 2023 tienen su espejo en el museo. Una de ellas es el Pilot Majetek, con una caja de acero en forma de cojín y un bisel acanalado bidireccional, que se inspira en un modelo de 1935 pensado para pilotos que encargó a la marca el gobierno checo y que está expuesto en Saint-Imier. También el nuevo cronógrafo Spirit Flyback se retrotrae a ese año, y recoge la herencia de las piezas para aviadores de la firma, igual que la versión 2023 del Spirit Zulu Time, que muestra distintas zonas horarias.
Fuente inagotable de ideas para hoy y mañana, el museo está abierto también a los aficionados relojeros, y ofrece visitas guiadas en inglés, francés o alemán. Solo es necesario reservar con antelación.