Cuando tenía doce años y estudiaba en un internado en Suiza, Patrick Getreide pasaba por delante de una relojería local y soñaba con uno de los caros relojes Omega del escaparate. Un día de 1966, se ofreció a pagar al dueño diez francos semanales (unos dos dólares de la época) con el dinero que le enviaban sus padres. El dueño aceptó, pero meses después Getreide llamó a su padre y le rogó que le comprara el reloj.
Su padre, propietario de una curtiduría en las afueras de Toulouse (Francia), accedió. Aquel primer Omega de 400 francos suizos (unos 1.400 dólares de hoy) inició una colección que en la actualidad cuenta con unos 600 relojes y está valorada por Christie’s en más de 300 millones de dólares. Pocos años después de esa primera compra, Getreide dejó la escuela porque su padre estaba demasiado enfermo para llevar su negocio. «Era joven y cometí errores», dice. Pero lo hizo funcionar y más tarde pudo vender la empresa.
Unos años más tarde, a los 21, ganó 39.000 francos (unos 6.400 dólares de hoy) en una carrera de caballos y compró su primer reloj «bonito». «Era un Cartier Tank, que aún conservo. Cartier era el paraíso; la gente más chic del mundo tenía un Cartier», dice Getreide desde su museo privado de relojes en Ginebra. Allí guarda la mayor parte de su colección, incluidos siete relojes de bolsillo que pertenecieron al famoso coleccionista del siglo XX Henry Graves.
Para mantener su hábito relojero, Getreide acabó teniendo una serie de negocios tras vender la curtiduría de su padre en 1990. Creó una empresa de taxis en París con su primo, haciendo crecer la flota de treinta a 1.200 vehículos en 16 años. Tras vender la empresa de taxis en 1996 por cien millones de euros (unos 200 millones de dólares actuales), empezó a traspasar varios negocios, incluida una empresa inmobiliaria y una cadena de ochenta tiendas de ropa al por menor. En la actualidad, Getreide y su hijo Roland, junto con el consejero delegado Daniel Bloor, son propietarios de una refinería de litio llamada Livista en Alemania.
Pero no es por los negocios por lo que la gente conoce mejor a Getreide, sino por su colección OAK de relojes raros. En 2022, el mundo de la relojería pudo ver de cerca parte de la colección OAK (acrónimo de «one of a kind», único en su especie) cuando Getreide organizó una gira mundial de 168 piezas, que comenzó con una exposición en el Museo del Diseño de Londres.
Ahora, tras cinco décadas adquiriendo relojes de pulsera de época, relojes de bolsillo antiguos y relojes raros, Getreide, de 69 años, está dispuesto a desprenderse de algunos de sus tesoros, empezando por unas 140 piezas de la Colección OAK que saldrán a subasta en Christie’s de Hong Kong este domingo 26 de noviembre: «Soy consciente de que a mucha gente le encantaría tener mi colección».
Cuando coleccionas, dice, «lo más difícil es comprarlo. Cuando lo posees, es fantástico, pero ya no es mi principal preocupación». Emplea a un relojero para mantener su colección en funcionamiento y con el mantenimiento adecuado. «No son muebles», dice. «Son piezas vivas, y si no funcionan, ¿de qué sirven?».
Y el mundo de la relojería está preparado. «La expectación en torno a la colección es enorme, porque se trata sin duda de una de las mayores colecciones que una casa de subastas haya gestionado jamás», afirma Alexandre Bigler, responsable de relojes de Christie’s para Asia-Pacífico. Los relojes que se van a subastar tienen algo que ofrecer a todo el mundo, añade.
«Todo el mundo puede hacerse con una pieza de la Colección OAK; no son sólo relojes superexclusivos».
Dado el valor global de la colección de Getreide, la subasta OAK tiene una estimación de preventa bastante conservadora de algo menos de diez millones de dólares. Se espera que algunos relojes alcancen un precio de entre 2.000 y 4.000 dólares, y que un reloj Akrivia único en su género llegue hasta el millón de dólares. La colección es una de las más variadas de la industria relojera e incluye algunas rarezas que van desde Hermès y Chanel hasta Audemars Piguet, F.P. Journe y Zenith, entre otros. Entre los lotes a la venta se encuentra un reloj de bolsillo Breguet de principios del siglo XIX que perteneció a Pauline Bonaparte, hermana de Napoleón, y que se estima que se venderá por entre 200.000 y 400.000 dólares. Getreide se desprende incluso de algunos de sus adorados relojes Patek Philippe –posee unos 200–, entre ellos un cronógrafo de acero inoxidable de 1938. «Estaba en un mercadillo hace unos veinte años», recuerda Getreide con una sonrisa, «y vi este reloj. El precio era ridículo, [bajo], como mil o 2.000 dólares. Pero tuve que regatear de todos modos». Se espera que el reloj se venda entre 200.000 y 400.000 dólares en la subasta.
También se subastarán varios relojes Breguet importantes, entre ellos uno que perteneció al actor francés Jean-Paul Belmondo y otro de Sir Jack Brabham, campeón de Fórmula 1 en 1959. Se estima que cada uno de ellos se venda por entre 150.000 y 300.000 dólares.
A pesar de estar dispuesto a desprenderse de algunos de sus relojes, Getreide no ha perdido su pasión por el coleccionismo. En febrero, tomará posesión del ultracomplicado Patek Philippe 6300 Grand Master Chime, que, según él, cuesta unos dos millones de dólares. Y dice que aún suspira por un Philippe Dufour Simplicity –uno vendido recientemente por 1,3 millones de dólares– que se le escapó. «No lo compré. Fui un estúpido«, dice Getreide. «No siempre se hace lo correcto en el momento adecuado».
*Reportaje de Roberta Naas