La cita tuvo lugar antes de ayer en el restaurante Robuchon Madrid, el nuevo templo del comer bien en la capital. La anfitriona, la firma de alta relojería suiza Blancpain, representada por Gonzalo de Cevallos, director general de Swatch Group España (propietario de la marca), y Lara Bartolomé, su brand manager. Había mucho que celebrar: piezas relojeras de postín inéditas recién llegadas a España y la apertura del primer local del grupo Robuchon en nuestro país. Pues bien, se comió de cine, se bebió mejor y ni siquiera una relojera excelsa pudo controlar el tiempo dedicado a la sobremesa, estirado al calor de unas magdalenas made in Robuchon.
Poner una pica en España fue un deseo largamente perseguido por el chef francés Joël Robuchon. No lo pudo ver: el proyecto se ha materializado cuatro años después de su muerte. En la comida del pasado lunes se le recordó como el embajador de Blancpain que fue, ya que la enseña helvética mantiene una estrecha relación con cocineros multiestrellados por la Guía Michelin, como Martín Berasategui en España (12 estrellas), con el fin de “promover la excelencia, la artesanía y la pasión que unen a la relojería tradicional y a la gastronomía”, según Lara Bartolomé. Robuchon obtuvo más estrellas que nadie a lo largo de su carrera, 32.
Los vínculos de Blancpain con la alta cocina comenzaron con su trato con el gran Frédy Girardet, chef del restaurante del Hôtel de Ville de Crissier (Suiza), de quien se dice que revolucionó la cocina del siglo XX. En 1986, la relojera regaló a Girardet un modelo de la casa grabado cuando fue aclamado como mejor chef del mundo. Y, en 1989, en el momento en el que Girardet, Joël Robuchon y Paul Bocuse (fallecido también en 2018) fueron proclamados como Cocineros del siglo por la guía de restaurantes franceses Gault et Millau, Blancpain también les obsequió con un reloj, y su círculo de amistades entre las cocinas más aplaudidas fue creciendo.
De la mesa al mar
No podemos aventurar que Robuchon estaría entusiasmado con el nuevo espacio en Madrid que lleva su apellido. Pero todo en él, desde el interiorismo de Lázaro Rosa-Violán a la sofisticada oferta con producto local de la carta de L’Atelier, el restaurante de la primera planta, está a su altura. Tampoco osaríamos vaticinar que las últimas entregas de Blancpain serían las que el chef elegiría para ceñirse a la muñeca. Aunque a buen seguro que las admiraría como las grandes piezas mecánicas que son.
Se trata de dos variantes de 43 mm de diámetro del Fifty Fathoms Bathyscaphe Cronographe Flyback, en oro rojo con esfera azul (31.170 euros) y en titanio con dial antracita (15.640 euros). El Bathyscaphe es la versión de 1956 del Fifty Fathoms (uno de los primeros relojes de buceo modernos de la historia e icono de la casa), con una caja más plana y pequeña que la de su hermano mayor y con indicaciones de calendario, de manera que se convirtió en un reloj para lucir a diario y fuera del agua.
En 2014, la compleja función de cronógrafo flyback (que reinicia rápidamente la medición mientras el cronógrafo está en acción) se introdujo en un Bathyscaphe, y hoy ese gesto se repite en estos dos relojes con calibre Blancpain F385. Este movimiento de mucha precisión (late con una frecuencia de 5 Hz) permite un accionamiento suave del mecanismo del cronógrafo, sin saltos súbitos de la aguja de los segundos del cronógrafo.
Dotados ambos de un bisel giratorio unidireccional con inserto de cerámica, son herméticos hasta 300 m, aproximadamente, y se presentan con una correa NATO o de tela de vela a juego con el tono de la esfera. En el caso del modelo de titanio, también puede portar un brazalete de titanio.
En la mesa del relojero y en la del cocinero, innovación, control de los tiempos y artesanía a raudales.