“Soy muy fuerte”, reconoce María Li Bao (Qingtian, 1971), cuando recuerda algunas de las penalidades que vivió en los primeros años tras su llegada a España con sus padres. “A los niños que me molestaban siempre les ahuyentaba diciéndoles que era como Bruce Lee”.

Lo cuenta con una sonrisa. Aunque sabe que su carácter y su determinación han sido fundamentales para convertir al Grupo China Crown en uno de los mejores referentes de la gastronomía china en España. Sus 13 restaurantes, además de dar trabajo a casi 200 personas y facturar millones de euros, son una muestra de que esta rica culinaria aún tiene mucho recorrido por delante. 

Un proyecto de éxito

Junto a su hermano Felipe, jefe de cocina del grupo, María lleva casi 30 años defendiendo un negocio que conoce desde la adolescencia. Y hoy, desde su emblemático restaurante China Crown –un elegante espacio en el que ofrecen recetas de la China Imperial junto a otras más innovadoras–, habla orgullosa de las distintas enseñas de Shanghai Mama. También de Tottori, Fuku o el reciente Le Petit Dim Sum, que acaba de abrir en la Galería Canalejas de Madrid, mientras proyecta otros nuevos restaurantes para este año.

“Me he visto muchas veces siendo la única mujer entre hombres. Pero ahora nadie me manda callar”

Más allá de su apuesta por los detalles o una atención exquisita, reconoce que “el mercado ha ido madurando”. Ahora lo que aprecia el comensal es esa raíz gastronómica. “Mis padres emigraron a España con humildad. Lo hicieron para ganarse la vida y prosperar. Pero nosotros, la segunda generación, podemos hacer más cosas”, señala. Y una de ellas es preservar y dar a conocer más y mejor esa cultura porque, según ella, “empieza por el estómago”. 

Gastronomía y cultura

María recuerda cómo de niña, cuando viajaba con sus padres a Hong Kong miraba con fascinación cómo los restaurantes franceses triunfaban en China. «Yo decía, papá, ¿por qué no hacemos algo así? Porque, si lo hacían ellos, ¿por qué nosotros no? Para mí la restauración no es cuestión de vender sólo comida, sino cultura», defiende la empresaria. 

«La materia prima, sin cultura, es sólo comida. Y también cuentan los manteles de lino, las copas de cristal italiano… eso a la generación anterior no se le ocurría», lamenta. Sin embargo, continúa, «cuando tienes ambición siempre hay oportunidades. Hoy yo estoy preparada para todo, para lo malo y lo bueno. Hay gente que gestiona mal los malos momentos, pero también está la que no sabe llevar los buenos… Y eso es lo peor, porque pierdes el norte. Hay gente que soporta las adversidades pero cuando les va bien no saben qué hacer».

Los negocios y la determinación

Como empresaria es arriesgada, valiente, –“y trabajo como una china”–, bromea. Pero luego reflexiona seriamente sobre el legado de una cultura milenaria: «China es tradición. Nuestras raíces son muy profundas. Tenemos palacios desde hace miles de años, además de las matemáticas, la farmacia, la astronomía, la física… Y la determinación. Los chinos no nos rendimos».

Aun hoy lamenta que en Occidente aún se desconozcan muchas facetas de la cultura china. «Generalmente la gente recuerda las cosas malas, pero ¿saben, por ejemplo, que no hay morosos chinos? Un chino con una deuda, antes de disfrutar un vacaciones, paga lo que debe. Y esto lo saben bien los bancos». 

Cómo ser mujer sin morir en el intento

Pero en un negocio dominado históricamente por hombres, no todas las luces apuntan donde deberían: «Hace 15 años fui a una reunión de empresarios de hostelería, y entre más de veinte, sólo yo era mujer… y china. Ese día sentí que no nos otorgaban ningún valor, no me dejaban ni hablar», recuerda.

Pero las cosas han cambiado a base de resistencia, ambición y trabajo: «Hoy eso ya no me sucede. Tengo mi territorio y ya no tolero la discriminación. Ahora nadie me manda callar. Soy muy jefa”.