Visionario para algunos, temerario para otros. Lo cierto es que el empresario Elon Musk ha acaparado un mayor número de titulares (de lo habitual) en los últimos días. El motivo no es otro que el (habitual) cúmulo de emprendimientos y decisiones polémicas que el magnate acumula en torno a su lucha con OpenAI.
Echando la vista meses atrás, Musk acusó a OpenAI de abandonar su principal misión fundacional -la de desarrollar una plataforma de IA para «beneficiar a la humanidad»- en favor de maximizar los beneficios, entrando en un farragoso duelo que comenzó con una refutación pública y una demanda en el mes de febrero, y que continua ahora con otra demanda ante un tribunal federal de California. En respuesta, la empresa pidió a la autoridad relativa que desestime estas acciones legales contra ella alegando que, como motivo principal, se trata de un «intento de acoso» del multimillonario para beneficiar a su propia startup de inteligencia artificial del magnate, xAI.
Más concretamente, OpenAI señaló hace unas horas que este movimiento era tan solo otra campaña «cada vez más fanfarrona» por parte del multimillonario para acosar a OpenAI por su propia ventaja competitiva. En una cita crucial del recurso, la empresa alega que la demanda de Musk es «un truco de relaciones públicas que comprende variantes no mejoradas e inverosímiles de reclamaciones contractuales y fiduciarias que no estaba preparado para defender en un tribunal estatal», además de frases que hacen alusión a «teorías inverosímiles de fraude y publicidad falsa que no identifican representaciones (…) concretas».
El empresario estadounidense, que arrastra un historial de intento de compra y dominio de todas las empresas (competencia o no) del sector, apoyó en su día a su entonces firma tecnológica (y su objetivo de buscar un desarrollo «seguro y beneficioso» para la AI) pero abandonó la idea -y su apoyo- cuando fracasó en el intento de dominarla, tal y como desveló su fundador, Sam Altman. También OpenAI alegó en su momento -y como consecuencia del proceso que Musk reabrió el pasado junio-, que en el fondo el empresario y dueño de Tesla no quería que esta hiciese ningún «progreso sin él».
Casualidad infundada o problema de ego, lo cierto es que Musk fundó su neófita empresa xAI a imagen y semejanza, algo que desde ChatGPT se vio como una clara oportunidad para «tratar de aprovecharse del sistema judicial» y obtener así una ventaja competitiva en el espacio. En un blog publicado por OpenAI el pasado junio, esta asegura que Musk dejó la empresa en febrero de 2018 para, más concretamente, «construir un competidor AGI dentro de Tesla», para más tarde comunicar a la entidad que «sin un cambio dramático en la ejecución y los recursos, sus posibilidades de enfrentarse a Google eran de 0%».
Además de apuntes respecto al uso de la información compartida por países y sectores (en el que la ciencia queda excluido), Musk comenta que OpenAI debería «adjuntarse a Tesla como su vaca lechera», ya que sería la única esperanza de la compañía para así intentar mantener sus posibilidades de «sostener una vela a Google», tal y como recoge dicho post.
De hecho, el fabricante de ChatGPT afirma que los «documentos y hechos principales alegados» en la nueva demanda federal de Musk son los mismos que en la que el magnate presentó inicialmente al Tribunal Superior de San Francisco sobre el asunto, y que terminó por abandonar el pasado mes de junio. En los documentos judiciales presentados entonces, Musk dijo que se reunió con los cofundadores (de OpenAI) Altman y Greg Brockman en 2015 -tres años antes de dejar la empresa- con quienes acordó lanzar una AGI de código abierto («salvo consideraciones de seguridad») y con un desarrollo sin fines de lucro para el beneficio de la humanidad, «no para una empresa con fines de lucro que busca maximizar las ganancias de los accionistas».
Además de a sus exsocios, el multimillonario acusa a indirectamente a Microsoft de haberse lucrado (con una inversión de más de 10.000 millones de dólares) y a la empresa de AI, a la que ahora señala de responsable por «suponer una amenaza existencial para la humanidad». No es de extrañar que, en respuesta, ChatGPT defina la nueva ventura de Musk -xAI, y su chat, Grok – como un proyecto que «fundó para profundizar en la inteligencia artificial, aunque su rol exacto y su dirección estratégica aún están en desarrollo».
En su momento, la compañía alegó que Musk intentó convertirse en el CEO y principal accionista de la entidad con fines de lucro, pero que esta rehusó aceptar las condiciones del multimillonario ya que sus principios fundacionales no permitían «que cualquier individuo tuviera el control absoluto». OpenAI acabó expresando su decepción por este caso, diciendo que Musk era «alguien que nos inspiró para apuntar más alto y luego nos dijo que fracasaríamos, que fundó un competidor y que después nos demandó cuando empezamos a ser significativos».
Cuestionados los motivos, al magnate estadounidense parecen sobrarle las razones para seguir la persecución a OpenAI, ahora una de sus principales competidoras, a pesar de no haber respondido a ninguno de los comentarios que esta le ha lanzado, ni tampoco haber hecho declaraciones sobre su nueva petición de litigio interpuesta durante las últimas horas. Aunque, quizá, su respuesta ya esté en X.