*FORBES publicó esta entrevista en el mes de abril de 2021.
La calle Valentín Beato de Madrid está en cuesta. Al fondo, una cara gigante de Batman con el sello de El Roto y la frase “Con los lectores, siempre”, advierte de que tras ese muro está el diario El País. La pintada, hecha hace un año, cambió el paisaje del polígono donde se ubica uno de los estandartes del Grupo Prisa, y ese superhéroe de barrio ilustra la nueva cara de uno de los diarios más icónicos de España en un momento de transformación sin precedentes.
El artífice de buena parte de ese cambio recibe a Forbes en la cuarta planta del edificio, la zona noble que acoge el despacho del jefe de todo esto. Es un espacio nada pomposo, limpio, práctico. Tal vez como el propio Joseph Oughourlian (París, 1972) que es, desde febrero de este año, presidente no ejecutivo del Grupo Prisa y principal accionista, a través de su fondo de inversión, Amber Capital, con un 29,8% de sus acciones.
Monsieur Oughourlian saluda con un gesto enérgico: un choque de puños. Viste traje azul oscuro, sin corbata, y sonríe ensanchando su distintiva mandíbula cuadrada. Detrás de sus gafas de pasta asoma una mirada vivaz. Tiene 49 años, pero aparenta algunos menos. Y habla un español perfecto que salpica con algunos giros afrancesados y expresiones como “cabrearse” o “no tener un duro”, que delatan haberlo aprendido en otro siglo, en sus vacaciones infantiles en la Costa Brava. “Mi padre nació en Líbano, pero como echaba de menos el Mediterráneo y no podía volver por la guerra, en los años setenta se compró allí una casa humilde, y las vacaciones de verano, que duraban tres meses, las pasábamos allí”, recuerda. “Mi madre es inglesa, así que nuestro eje cultural estaba marcado por Inglaterra, Francia y España”.
Hay otro referente importantísimo en su vida que vino marcado no por los viajes, sino por una temprana e inusual afición por la ópera. Esta ha sido su gran pasión desde niño, cuando soñaba con ser director de orquesta (“después de unos años tocando el violín, me di cuenta de que me gustaba más escucharlo que practicarlo”, apunta). Por eso también aprendió italiano y algo de alemán, para entender los libretos. Hasta el punto de que, años más tarde, en su primer viaje de negocios a Italia, sus colegas se sorprendían de que se dirigiera a ellos con un “vos” (voi, expresión italiana poco frecuente hoy) en lugar del usted (lei), como si estuviera en una ópera del siglo XVIII.
“No sé de dónde me viene esto, porque a mis padres no les gusta la ópera. Pero un día ves una ópera o una peli. Recuerdo haber visto Don Giovanni (Joseph Losey, 1979), en los ochenta, con Ruggero Raimondi en el papel protagonista y debí de verla unas cien veces. Son de esas cosas que haces cuando eres joven, no me cansaba de ella y me iba a la escuela escuchando ópera, como mis niños escuchan hoy rap”, confiesa. Una afición inusual, reconoce, pero que mantiene hasta estos días. “Yo iba siempre con música clásica en mi walkman y recuerdo una vez, de vacaciones en una estación de esquí, que alguien me dijo: ‘¿Puedes prestarme tu walkman, que voy a descansar?’. Y yo, bueno, pero es que estoy escuchando ópera… Y cuando se lo di, claro, no se lo podía creer”. Tenía 12 años. “La música me relaja, me ayuda a salir un poco del día a día. Para mí es una necesidad, es mi mundo”.
Entender el mundo
Al margen de la música, su biografía también resulta clásica en un hombre de negocios. Se graduó en las escuelas HEC y de IEP (Sciences-Po), ambas en París, obtuvo su postgrado en Economía por la Sorbona y enseguida comenzó su carrera como especialista en fondos de la mano de Société Générale, donde trabajó durante siete años. En 1996, se trasladó a Nueva York, y allí vivió más de una década. En 2001 creó Amber Fund y en 2005 Amber Capital y a partir de ese momento no ha parado de crecer. En 2012, la empresa se trasladó a Londres –donde hoy vive con su mujer y tres hijos– conservando oficinas en Nueva York y operando también desde Milán. Su empresa controla hoy cerca de 1.000 millones de dólares en activos e invierte en empresas de varios países de Europa, además de España. En Francia, en Nexans, Suez, Solocal o Lagardère y, en Italia, en una veintena de corporaciones. Con su empresa también ha invertido en fútbol, como hizo con el Millonarios Fútbol Club, de Bogotá, el Calcio Padova de Padua o el francés RC Lens, club del que es además presidente. En diciembre de 2015 entró a formar parte del consejo de administración de Prisa y, en cinco años, no sólo ha sobrevolado crisis, intrigas y hasta un cisma que finalizó asumiendo la mayoría de sus acciones y la presidencia no ejecutiva del grupo, sino que le ha dado un revolcón a la manera de entender el negocio.
Pero volviendo a la dirección de orquesta, en este punto Oughourlian hace una reflexión sobre un razonable parecido con su cometido actual. “Un buen director de orquesta lo que hace es poner en pie algo, pero luego lo ideal es que esta pueda tocar también sin que estés. Si tienes que estar permanentemente o meterte en los detalles, es que has fracasado”, reflexiona. “Lo ideal es rodearte de gente mejor que tú, y tener la confianza de que lo van a hacer bien. Es más, mejor de lo que tú lo harías. Y la clave de todo está en la confianza”.
“Lo ideal es rodearte de gente mejor que tú, y tener la confianza de que lo van a hacer bien. Es más, mejor de lo que tú lo harías. Y la clave de todo está en la confianza”.
Confianza es lo que parece tener este hombre para orquestar la nueva etapa de un grupo que ha crecido con el país desde los primeros años de la Transición hasta nuestros días. Sólo que ahora lo hace con un millonario lastre económico acumulado en la última década. Sin embargo, parece que salvar negocios es lo suyo desde hace años: “A mí me encantan la economía, la política, el derecho”, dice sobre su vocación. “El mundo de los negocios me interesa mucho, me fascina ver cómo cambian las cosas, cómo surgen nuevas empresas y empresarios. Es lo que explica cómo es el ser humano. Y me atrae eso de tener una idea y convertirla en algo, lo que a veces es contraintuitivo. Uno se propone hacer algo, aunque parezca que no tiene sentido desde el punto de vista estadístico o económico… A veces sale”. Y sonríe generosamente tras esta última frase.
El deseo y la violencia
Este empresario es sereno en su discurso, pero dialécticamente profundo. Nada de lo que dice parece forzado y argumenta cada respuesta con explicaciones históricas o filosóficas. Hay un dato biográfico que tal vez lo explique. Joseph es hijo de Jean-Michel Oughourlian, neuropsiquiatra y escritor de origen libanés, que despertó en él desde muy joven –gracias, entre otras cosas, a la amistad y colaboración de su padre con el filósofo francés René Girard (1923-2015)– su interés por el comportamiento humano. “Cuando eres psiquiatra y ves a unos 10 pacientes cada día durante 40 años, aprendes mucho de la vida, porque ves toda la patología humana, y eso forma parte del ser humano. Me recuerda la frase de aquel filósofo romano, Terencio, que decía: ‘Soy humano y nada de lo humano me es ajeno’. Para mí eso es mi padre. Ver tantas cosas le ha dado mucha sabiduría, le ha enseñado a no juzgar ni a tener prejuicios, y a mí eso me ha ayudado mucho”, y reconoce que cuando era más joven era más intransigente en ciertas cosas que ahora.
“Mi padre es también un poco filósofo”, reconoce. Y luego se refiere a Girard como el primer “genio” que conoció en su vida, durante los años en los que la familia se trasladó a vivir a Baltimore, en Estados Unidos. “Él tenía varias ideas interesantes que a mí me han servido en la vida. La primera, y en la que mi padre como psiquiatra también se enfocó muchísimo, es que el principio fundamental del deseo es mimético, que indica que en realidad no somos dueños de nuestros deseos, sino que son los deseos del otro”. Este y otros aspectos de las investigaciones del filósofo definieron buena parte de su manera de entender el mundo: “Aparte de este principio de imitación, hay otro problema fundamental de la sociedad humana, que es la violencia. Y es que nosotros nos matamos sin necesidad. Nos matamos porque deseamos lo que tiene el otro. Es algo que se ve muy bien con niños pequeños: si les pones en una sala de juegos con muchos objetos, al final dos siempre quieren el mismo juguete”.
Según explica la teoría evolutiva de Girard, esa violencia es fruto del deseo y la rivalidad, algo que la sociedad antigua resuelve con la figura del chivo expiatorio. Y la figura de la víctima por excelencia, al menos en el pensamiento cristiano, la encarna la figura de Jesús. “Creo que nuestras sociedades aún viven entre esa mentalidad profunda de escoger a una víctima y a la vez, protegerla”, apunta.
De su experiencia vital, incluida la vasta geografía emocional que le otorgan sus raíces armenias, inglesas, libanesas y colombianas, dice haber aprendido un rasgo ineludible: la humildad. “Cuantas más cosas vas viviendo, vas conociendo gente y viajando, vas teniendo más experiencias de vida… Y lo primero que aprendes es que te equivocas mucho en muchas cosas. Los mercados financieros son muy buenos para eso: te enseñan que te equivocas todos los días, y que no puedes tener mucho ego porque el mercado cada día te da una lección. Y con eso te vuelves más humilde. Lo raro es que la gente de finanzas no sea más humilde, no entiendo por qué. El mercado es la inteligencia colectiva de cientos de miles de personas y eso siempre te gana”.
Huelga mencionar aquí un ejemplo tan evidente como el de una pandemia, que conduce inevitablemente a esa conclusión tan sencilla: “Los americanos tienen un dicho que tal vez no es muy lindo, pero que lo resume todo: shit happens. Por eso cuando empiezas en una compañía has de plantearte todo, también lo que puede ir mal”.
Sin entrar en detalles de su llegada al Grupo Prisa, Oughourlian sí recuerda cómo llegó hasta aquí: “Al principio entré con una participación muy pequeña, y yo no debía estar en el consejo, lo natural es que lo hiciera mi socio español, pero él no quería, le parecía demasiado mediático. Así que entré un poco como un elefante en una cacharrería. Mirando el negocio, los números. En 2018 decidí entrar en la ampliación de capital, monté un vehículo especial para esto y una cosa llevó a la otra”, relata. “Pero me gusta mucho esta empresa. Es muy interesante, algo que se ve en sus dos líneas de negocio, que son medios y educación. Son dos cosas súper relevantes e importantes, diría que son los dos principales pilares de una sociedad y del buen funcionamiento de una democracia. Los medios porque ayudan mucho a entender lo que pasa, y eso conlleva una responsabilidad. Y la educación… qué voy a contar, es la base de todo. Desde este punto de vista, es una compañía fantástica y tiene retos importantes. A mí me parece un proyecto muy apetecible, por su historia, por sus marcas, por lo que hace, por lo que representa en este país y en muchos países de Latinoamérica, así que tratar de recomponer esto es un proyecto muy interesante. Pero es una cuestión muy delicada, tampoco escondo que la situación financiera de esta compañía es muy precaria desde hace 12 años”, concede.
Partido a partido
Él parece confiar en ese “a veces sale”. Dice que le pasó algo parecido con el fútbol. Oughourlian también es el accionista mayoritario y presidente de Racing Club de Lens, el icónico club del norte de Francia. “El fútbol es un poco curioso y un poco macondiano, es un lugar en el que pasan cosas raras, como en ese mundo de García Márquez”, adelanta. Explica cómo llegó a él de la mano del Atlético de Madrid, interesados en salvar de la quiebra a ese club que podría ser su primo hermano. La idea era que echara una mano económica y también jurídica, pero en ese proceso con mimbres propios de una película, con oligarca azerbaiyano incluido, sus socios se echaron atrás y él se vio con un club de fútbol entre manos. Se enamoró del proyecto, de la gente del equipo, de la afición. “Lo que me pasó en el club en aquellos primeros momentos es un poco lo que me está pasando aquí. Mucho estrés, mucho trabajo, mucho lío, mucha gente que trata de decirte lo que deberías hacer… muchas voces que te llegan de todas partes”. Pero él no es de la clase de personas que se amedrentan. Más bien al contrario: “Lo que tienes que hacer es actuar de manera muy decisiva, con mucha velocidad, tomar muchas decisiones –algunas seguro que equivocadas– y poner en marcha un equipo que tenga tu confianza y que lo haga bien”.
Aquella jugada le salió bien. “La gente en la que confié lo está haciendo muy bien. El club está mucho mejor, ha pasado de Segunda a Primera, y está muy bien gestionado. Pero al principio fue un proceso muy duro, porque echamos a la calle a la mitad de la plantilla”, asegura. Explica “que era muy antiguo”, vivían del pasado. El Lens había sido un club muy prestigioso en los años noventa y había una cierta soberbia y a la vez cierta rabia de encontrarse en Segunda, humillado de tener que jugar con equipos menores. Y aquí, de nuevo apela a ese aprendizaje constante del mercado: “Aprendí castellano en el colegio leyendo los artículos de Cambio 16”, haciendo referencia a una época del pasado que ya no existe. “La economía te da lecciones cada día. Así que no nos podemos desconcentrar ni podemos olvidarnos del lector o del oyente. Tenemos que poner al cliente en el centro de nuestras preocupaciones. Tenemos que dejar ese mantra de que ‘como soy El País, la gente me va a leer”. Lo que no quita para que haga algunas reflexiones cholistas: “Aquí hay un estrés importante. Yo me estoy jugando mucho dinero y no me ha salido bien… todavía. Pero espero que me salga bien, es un reto muy importante para mí y voy a jugar como lo hice en otras empresas. En Amber, en el Lens. Voy a tope”.
Él reconoce que ser de fuera y tener cierta perspectiva sobre el negocio, le da un margen de libertad para cambiar las cosas. “Esto, en el fútbol, desde luego me ayudó mucho. Ni soy del norte de Francia ni era del Lens. El problema es que, si vives ahí y vas por la calle, todo el mundo te dice: ‘Presidente, presidente’, y con eso te vuelves un poco loco y empiezas a hacer tonterías. Porque entras en esa espiral de tener que ganar todos los partidos y empiezas a comprar jugadores equivocados o a hacer cosas que económicamente no tienen ningún sentido. Siempre tienes que tener distancia y perspectiva. Pero todo esto no quita para que te puedas enamorar del proyecto. Y yo me estoy enamorando de Prisa, pero siempre con la perspectiva, siempre con distancia”.
“Siempre tienes que tener distancia y perspectiva. Pero esto no quita que te puedas enamorar del proyecto. yo me estoy enamorando de Prisa”, afirma
Vivir en Londres, reconoce, también le ayuda: “Conviene mantener cierta distancia con los hechos, tanto en la vida como en la política o la economía”. Aunque esto suponga un ir y venir constante, con una media de cuatro PCR a la semana. Él le resta importancia a estas nuevas condiciones de vida pospandémicas. “Te acostumbras a muchas cosas. La vida te enseña también que las cosas pueden cambiar en cualquier momento. Lo he visto en mi familia. Mi abuelo nació en Armenia, en el Imperio otomano, y perdió a toda su familia en el genocidio. Diecisiete miembros de su familia fueron asesinados y él se encontró con nueve años en Beirut, solo con su madre y sus dos hermanas, sin hablar árabe, sin saber nada de esa cultura… Si eres un niño en una ciudad extraña y sin un duro, te tienes que reinventar, pero rápido. Y él se reinventó, estudió mucho, y lo hizo muy bien, y acabó teniendo el puesto más importante del banco central del país. Y no llegó a ser presidente porque era armenio”.
Cierto es que la peculiar democracia parlamentaria de Líbano está regida por un marco confesionalista, en el cual los cargos principales son repartidos proporcionalmente entre las distintas comunidades religiosas del país, y el presidente ha de ser cristiano maronita. Joseph Oughourlian abuelo fue, entre otras cosas, vicegobernador durante 20 años y uno de los pilares de la Banque du Liban, además de uno de los promotores de la independencia de la moneda nacional de Francia. De modo que esa referencia a su historia de hijo de migrantes no es baladí.
El extranjero
– ¿Sabe a cuánto está el dram armenio?
– Hoy debe de estar en 540 o 560 al cambio.
Joseph Oughourlian da esa respuesta certera del cambio con respecto al dólar en apenas un segundo. Lo hace con naturalidad, como si mirara a diario la cotización de una moneda y de un país que en España nos resultan tan ajenos. Hace unos años visitó por primera vez el país de sus ancestros, de la mano de Armenian General Benevolent Union, una asociación mundial formada por la comunidad armenia en el exilio y de la que es vicepresidente.
También ofrece algunos apuntes históricos sobre ese país reconstruido tras el genocidio del siglo pasado cuyas raíces se dividen entre una rama ligada a Oriente Medio, como la de su familia que acabó en Líbano, y otra de corte soviético. “Armenia es un país muy interesante, aunque no tengo lazos con él. Mi abuelo, que se casó con una colombiana, era muy libanés. La familia siempre estuvo muy agradecida a su país de adopción, de haber acogido a todos esos refugiados. Mi padre, nacido en Líbano, salió en los años setenta y siempre pensó en volver, pero tampoco lo ha hecho. Y yo, a pesar de no tener una gota de sangre francesa, soy francés”, dice sobre sus orígenes. “Es lo que toca cuando vas de país en país. Y con esto también aprendes que, en el mundo, no puedes dar todo por seguro, porque de repente todo puede cambiar”.
Llamarse Oughourlian, desde luego marca carácter. Él recuerda divertido cómo, hace años, buscó su apellido en una web que localizaba a individuos con el mismo apellido en Francia, y a él le salieron cuatro. Sin embargo, resulta llamativo el apelativo con el que muchos medios se han referido a él: “El armenio”. El empresario no elude la cuestión: “Bueno, en algún momento había que montar un relato que no me beneficiara. Aunque en España hay una comunidad armenia, la mayoría de la gente aquí no sabe ni dónde está Armenia, con lo que me convertía no sólo en un extranjero, sino en el extranjero más absoluto, casi como si viniera de otro planeta. Aparte de que el apellido es jodido…”, comenta con sorna. Que se lo digan a las Kardashian.
La declinación “-ian” de los apellidos armenios funciona como el genitivo “hijo de”. Como nuestros Sánchez o Rodríguez. Oughourlian explica que el suyo es de origen turco: “En su momento pasó un poco como lo que les sucedió a los judíos, que recibían los nombres según entraban en el Imperio austrohúngaro y el guardia les ponía el nombre que le parecía. Y a nosotros nos tocó este”. Pero cuando explica su significado, es esperanzador: “El hijo de quien aporta buena fortuna”. Y eso espera.
– Y por último, ¿qué es para usted el éxito?
– Para mí el éxito es el éxito de los otros, el éxito del equipo. Que puedas decir “me siento orgulloso”. Me pasa en Amber, ser socio de personas que empezaron conmigo hace 20 años como becarios, y ahí siguen. O ver cómo mi CEO en el Lens es una persona muy respetada, casi un héroe local. Eso me hace sentir muy orgulloso, y me gustaría que pasara lo mismo aquí. Mi éxito es su éxito.