A punto de celebrar treinta años en el panorama musical, Los Planetas son el grupo más longevo y exitoso de la generación siguiente a la de La Movida. Jota (en realidad, Juan Ramón Rodríguez) es su cantante, principal compositor y líder, referente inequívoco del rock indie español. Su décimo álbum, Las canciones del agua, acaba de aparecer en el mercado y sus nueve canciones oscilan entre las influencias flamencas que comenzaron a incluir en 2007, con su álbum La leyenda del espacio y los himnos anticapitalistas que animan a la revuelta social.
PREGUNTA. Desde hace unos años, en vuestros discos ha ido apareciendo el flamenco y ahora lo hace Lorca. Imagino que es un síntoma de madurez… Pero, ¿qué pensaba del flamenco y de Lorca cuando tenía 18 o 20 años?
RESPUESTA. La verdad es que no me interesaban especialmente. Me gustaban The Smiths. Lorca era algo que relacionaba con el colegio y yo pasaba mucho de esas cosas. Y el flamenco era lo que escuchaba mi abuelo y me parecía algo antiguo.
P. ¿Cuándo empezó a valorarlos?
R. En los años ochenta empecé a escuchar a Camarón y a Enrique Morente, pero tampoco con demasiado interés. Seguía sin ser lo que más me gustaba. En esa época Lagartija Nick y Los Planetas compartíamos la misma agencia de representación artística, Attraction Management, y cuando salió el disco Omega de Morente y Lagartija Nick, y vi el primer concierto que se hizo con aquel disco, sí que me interesé. Luego, sería más o menos en 2002, empecé a entablar amistad con Enrique Morente. Nos veíamos con frecuencia y él me empezó a hablar de los artistas antiguos y a hacérmelos escuchar. Fue así como comencé a aprender un montón y a entender el flamenco antiguo: La Niña de los Peines, Manuel Torres, etcétera.
P. Recuerdo que hace años un crítico musical británico publicó una crónica sobre el festival de Benicasim, el festival español más visitado por los turistas británicos, y se sorprendía de vuestro tirón popular, que para él, desconocedor del idioma, le resultaba inexplicable… ¿Nunca han intentado atacar el mercado anglosajón?
R. Lo hemos intentado, pero poco. Hemos tocado en Londres un par de veces y en Estados Unidos. Cuando grabamos en Nueva York nuestro tercer disco, Una semana en el motor de un autobús, sí esperaba encontrar allí una escena alternativa receptiva y más abierta y, sin embargo, fue al contrario. Entendí que no había posibilidades de entrar en ese mercado, ni siquiera desde el ámbito indie. Fue entonces cuando decidimos empezar a investigar en nuestras raíces, centrarnos en Granada y construir aquí nuestro estudio, porque la actitud chauvinista de los anglosajones me pareció síntoma de decadencia. Teníamos mucho que investigar en el flamenco, que es una música mucho más antigua que el rock y de donde surge mucha música para guitarra de la que se hace actualmente.
P. Los Planetas se han definido siempre como una banda anticapitalista, pero ahora parece aún más evidente.
R. Sí, siempre lo he sido y lo sigo siendo. Pero ahora se están viendo más claramente las consecuencias del modelo económico en el que estamos viviendo, un modelo absolutamente disfuncional. Yo no terminé la carrera, pero estudié Políticas y Sociología, y me siguen interesando la economía y la estadística. Para mí, el declive social empezó con Margaret Thatcher y Ronald Reagan y sus políticas desregulatorias. Sin embargo, en la cultura, fue también entonces cuando se comenzaron a crear las redes alternativas de músicos y los sellos independientes… obligados por el brusco giro hacia la derecha que iba en contra de los intereses de las clases trabajadoras. El movimiento indie en el que nosotros nos fijamos, los grupos estadounidenses como Fugazi o Hüsker Dü, surgieron por eso. De ahí nace la necesidad de crear nuestras propias redes de distribución.
P. Sin embargo, la leyenda en torno a Los Planetas dice que se ha podido dedicar a lo que te gusta y marcar tus propios ritmos cuando era joven, porque era “rico heredero”.
R. (Ríe). Es falso, del todo. Yo he ganado más dinero que mi padre. Mi padre fue un emigrante que se marchó de joven a Francia, a trabajar en la Citroën, y a Alemania. Volvió a Granada en los años sesenta y con lo que había ahorrado montó una pequeña empresa de construcción, con cuatro o cinco trabajadores.
Sí es cierto que, con el tiempo, le fue bien, pero no era millonario. Y yo he tenido una vida cómoda. Mi padre, que falleció hace tres años, no quería que me dedicase a la música. Pero esa “leyenda” sí se ha comentado más veces y yo, en broma, le decía que gracias a mí se había convertido en millonario, cuando le enseñaba las revistas en las que se decía que yo era un rico heredero.
P. Y si ha ganado más que su padre, ¿en qué invierte?
R. Básicamente, en música. Gracias al dinero ganado pudimos montar aquí, en Granada, nuestro propio estudio de grabación, cuando los estudios eran mucho más caros de montar. Y hemos invertido en nuestro sello discográfico, El Ejército Rojo. Nuestro contrato con Sony nos garantiza realizar la producción autónoma de nuestros discos.
P. Ese mundo al borde de la revuelta social de ‘La nueva normalidad’ no es tal. ¿No cree que la sociedad actual está mucho más adormecida?
R. Efectivamente, ahora la sociedad está más dormida. Los años setenta fueron una época mucho más politizada que la actual y la sociedad tenía más conciencia de que era preciso luchar por un cambio. Desde entonces, el grado de implicación política de la gente ha ido cayendo, pero son situaciones cíclicas.
P. ¿No ha militado nunca?
R. Yo creo que el arte se debe situar al margen de la actividad política. Pienso que el arte no debe tratar de alcanzar a las masas, sino a las minorías que pueden cambiar el estado de las cosas. El pensamiento artístico siempre va muy por delante del pensamiento social.