El S&P 500 está en niveles que pocos imaginaban a principios de año. Tras romper los 5.800 puntos por primera vez en la historia, parece que se encamina con fuerza hacia los 6.000. El Nasdaq acumula un 23% de subida este año, y no es el único: en Europa, el Ibex 35 ha subido un 18%, mientras que el Stoxx 600 avanza con un 10%. Vamos, que la bolsa no parece tener freno. Pero, ¿de verdad hay razones sólidas detrás de estas subidas? O, mejor dicho, ¿qué puede salir mal en el último tramo del año?
¿Adiós al dominio tecnológico?
Al principio de 2024, parecía que las empresas tecnológicas eran las que llevaban el timón de las subidas. Nvidia, Microsoft, Apple... los grandes del sector tecnológico dominaron los titulares, impulsados en gran parte por el furor de la inteligencia artificial. Pero en los últimos meses, el panorama ha cambiado. Las subidas se han expandido más allá de los gigantes tecnológicos y ahora también vemos a otros sectores unirse a la fiesta.
El sector bancario, por ejemplo, ha arrancado con fuerza en esta temporada de resultados del tercer trimestre. JP Morgan y Wells Fargo publicaron sus cifras la semana pasada y el mercado respondió con subidas de más del 5% para ambos, llegando incluso al 7% en el caso de Wells Fargo. Otras entidades como Citigroup y Bank of America están preparadas para hacer públicos sus números esta semana, con expectativas igualmente optimistas.
Este buen tono general ha ayudado a que tanto el Dow Jones como el S&P 500 vean subidas más equilibradas y diversificadas. Esto es importante, porque cuando las subidas no dependen solo de unos pocos gigantes tecnológicos, el mercado parece más sólido. Pero eso no significa que todo sea viento a favor.
Los bancos centrales, la Fed y el BCE: ¿al rescate o al freno?
Esta semana de octubre, todas las miradas estarán puestas en el Banco Central Europeo (BCE). La expectativa es que haya un nuevo recorte de tipos, algo que se da casi por hecho. La eurozona presenta una situación anémica, con un crecimiento económico del 0,2% en el segundo trimestre, muy por debajo de lo esperado, y con Alemania, la mayor economía del bloque, inmersa en una recesión que arrastra desde 2023.
Por otro lado, la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos también tiene mucho que decir en este sprint final del año. Tras haber recortado los tipos de interés en septiembre, se esperan nuevos recortes en las reuniones de noviembre y diciembre. Pero aquí viene lo complicado. Aunque la Fed quiere seguir relajando su política monetaria, la inflación subyacente sigue en un 3,3%, por encima de lo que esperaban los analistas. Además, el déficit público estadounidense ha alcanzado niveles preocupantes: 1,7 billones de dólares, lo que equivale al 7% del PIB de este país, y la deuda pública ya ha superado los 35,7 billones de dólares. Así que, aunque recortar los tipos podría dar un respiro a los mercados, también podría encender algunas alarmas sobre la sostenibilidad fiscal.
China: un gigante con pies de barro
Y ahora hablemos de China, porque la incertidumbre en la segunda economía mundial es un tema que no podemos pasar por alto. A pesar de los esfuerzos del gobierno chino, con recortes de tipos y estímulos monetarios, el crecimiento sigue siendo flojo. La economía china ha estado luchando con una caída en la confianza del consumidor y el desplome del mercado inmobiliario, lo que ha ralentizado significativamente su motor económico.
Recientemente, el gobierno de Xi Jinping ha prometido emitir bonos por valor de 284.000 millones de dólares para financiar estímulos, incluidos subsidios a las familias con bajos ingresos y ayuda a los gobiernos locales con problemas de deuda. Sin embargo, los detalles siguen siendo vagos, y los mercados están esperando algo más concreto. Lo que está claro es que, si China no acelera su recuperación económica, eso afectará a todo el ecosistema global, incluyendo a los mercados europeos y estadounidenses.
Oriente Medio: crisis geopolítica… pero, ¿sin impacto en los mercados?
Mientras tanto, la escalada de tensiones en Oriente Medio con el conflicto entre Israel e Irán en pleno auge ha captado la atención mundial. Y aunque podría parecer que un conflicto así haría temblar a los mercados, la realidad es que no ha sido así. Deutsche Bank lo explica de manera bastante clara: el precio del petróleo ha subido, pero no lo suficiente como para desencadenar un efecto inflacionario global ni para interrumpir los flujos energéticos en una magnitud que afecte el crecimiento mundial. Básicamente, mientras el petróleo siga fluyendo y no alcancemos los niveles de precios de crisis anteriores, los mercados seguirán su camino.
Eso sí, si algo llegara a pasar en el estrecho de Ormuz, uno de los puntos clave para el suministro mundial de crudo, las cosas podrían cambiar de la noche a la mañana. Así que, aunque por ahora los mercados no han reaccionado, no se puede bajar la guardia.
Y por si fuera poco… elecciones en EE.UU.
Por último, no podemos olvidar que el 5 de noviembre se celebran elecciones en Estados Unidos y las implicaciones para los mercados son significativas. Si bien ambos candidatos, Donald Trump y Kamala Harris, tienen propuestas muy diferentes, las más relevantes para los mercados giran en torno a las políticas fiscales. Trump ya ha sugerido nuevos aranceles a las importaciones, lo que podría reavivar tensiones comerciales. Harris, por su parte, ha hablado de subir los impuestos a las empresas. En resumen, dependiendo del resultado de las elecciones, podríamos ver cambios significativos en la política económica que afectarán a las empresas y, por ende, a los mercados.
Pero la clave no está solo en la elección del presidente, sino también en la configuración del Congreso. Si uno de los dos partidos controla ambas cámaras, podríamos ver grandes cambios en la política fiscal. Si, en cambio, hay un bloqueo legislativo, los mercados podrían estar más tranquilos, ya que les gusta la estabilidad y la falta de cambios drásticos.
¿Qué nos espera en los próximos meses?
Así que aquí estamos, en el tramo final de 2024, con los mercados en máximos históricos, bancos centrales listos para recortar más los tipos de interés, China intentando arrancar su economía, Oriente Medio en llamas y unas elecciones en Estados Unidos que pueden cambiar las reglas del juego. Los inversores deberían estar preparados para un final de año movido. Porque si algo hemos aprendido en estos últimos meses es que, en los mercados, lo único predecible es que siempre hay algo inesperado esperando a la vuelta de la esquina