Tras el brutal asesinato de George Floyd a manos un policía en Minneapolis, Minnesota (EEUU) los negros han vuelto a decir basta. Black Power. Es un momento histórico. Y en los momentos históricos, es bueno mirar atrás para entender de dónde venimos. Repasamos la historia de una foto mítica, una que también dio la vuelta al mundo, a pesar de que entonces todavía no existían las redes sociales.

Juegos Olímpicos de México 1968. Una imagen daba la vuelta al mundo para evidenciar algo que, latente en la sociedad, no se podía ignorar. En la entrega de medallas por la prueba de 200 metros, en el podio, dos atletas afroamericanos, Tommie Smith y John Carlos –medallas oro y bronce– se convierten en protagonistas de un momento histórico que la televisión hizo que tuviese alcance mundial: en una célebre señal de protesta por los derechos civiles de los negros en EE UU, mientras suena el himno nacional estadounidense, alzan su puño envuelto en un guante negro; están descalzos y llevan calcetines negros. Smith además, llevaba un pañuelo negro alrededor de su cuello para representar el orgullo negro.

Entre ellos, en el segundo escalón del podio, Peter Norman, el medalla de plata australiano que podría pasar por un invitado silencioso, pero nada más lejos de la realidad. Solidarizado con los estadounidenses, los tres portaban (encima del escudo) insignias del Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos. Con ello Norman expresaba su simpatía con los ideales de sus compañeros en el medallero. Los dos atletas afroamericanos tenían previsto portar guantes negros en el evento, pero John Carlos los olvidó en su habitación de la villa olímpica. Fue Norman quien les propuso que cada uno usase un guante, de ahí que Carlos llevara puesto el guante izquierdo de Smith y alzase su puño izquierdo en lugar del derecho, tradicionalmente usada en el saludo del Poder Negro.

Cuando los atletas se marchaban, fueron ​abucheados y recriminados… “Si ganamos somos, somos americanos. Si perdemos, negros”. El mundo pudo conocer la situación de segregación y desigualdad que todavía podía vivirse en algunos lugares de EE UU. Avery Brundage, presidente del Comité Olímpico Internacional, no estuvo de acuerdo con aquella protesta silenciosa y respetuosa sino que la consideró un gesto inadecuado para el apolítico foro de los Juegos. Ordenó la suspensión de Smith y Carlos del equipo olímpico estadounidense e incluso pidió que fueran expulsados de la villa Olímpica. El Comité Olímpico Mexicano se negó a ello e indicó que al tener visa de deportistas, seguían siendo invitados de honor de México y que serían tratados como tales. No debemos olvidar que, solo seis meses antes, había sido asesinado Martin Luther King.

Pero volviendo a Norman: cuando la prensa le preguntó sobre su muestras de apoyo a Smith y Carlos, el australiano manifestó su malestar con la política discriminatoria de Australia con los aborígenes de su país (no incluidos en el censo nacional), además de con otras muestras legales de desventajas étnicas. Las autoridades australianas para los Juegos Olímpicos lo reprendieron y los medios de su país le condenaron al ostracismo… A pesar de que Norman logró tiempos sorprendentes de calificación, tanto en pruebas de 100 y 200 metros en 1971 para las Olimpiadas de Múnich 1972, el comité seleccionador del equipo olímpico australiano decidió no enviarlo a la pista debido a su comportamiento en los Juegos del ’68. También, extrañamente, fue ignorado por las autoridades australianas organizadoras de los Juegos de Sídney 2000, pero, finalmente asistió al evento tras ser invitado por los norteamericanos cuando se enteraron de que su país había renunciado a hacerlo.

Norman murió de un ataque al corazón el 3 de octubre de 2006 en Melbourne. Tenía 64 años. Tanto Smith como Carlos –hoy reconocidos como abanderados mundiales por los derechos civiles–, sus antiguos compañeros de podio, fueron portadores de su féretro en el funeral. La banda, mientras tanto, tocaba Carros de fuego.