Imagina que solo pudieras disponer de dinero en efectivo cuando las oficinas bancarias estuvieran abiertas –las tarjetas de crédito no existen– y que cuando fueras a la sucursal estuviera cerrada. Eso le ocurrió a John Shepherd-Barron.
El inventor del cajero automático, que vivía en el campo, fue una mañana a Londres para sacar dinero pero la oficina ya había cerrado. Aquella noche, mientras se daba un baño, pensó en las máquinas de chocolatinas que permitían disponer de dulces en cualquier momento. ¿Podía ocurrir igual con el dinero?
En 1967 se instaló el primer cajero creado por Sheperd en el que al introducir un código de seguridad daba dinero. Para ello se usaban unos cheques impregnados en carbono 14 ligeramente radiactivo. Nunca patentó su idea para no revelar el sistema de codificado.
Por su parte, James Goodfellow fue quien sustituyó los cheques por las conocidas tarjetas de plástico, por lo que ha reclamado la paternidad del cajero desde hace años. La Reina de Inglaterra, Isabel II, otorgó distinciones a ambos para no continuar con la disputa.