Albrechtsen es una estadounidense que ha vivido en Dinamarca durante 15 años y hasta hace poco era directora asociada de la fundación sin ánimo de lucro de Oticon, el gigante de audífonos. Albrechtsen lanzó el año pasado SmartGurlz, una línea de cuatro muñecas que van montadas en unas scooters. Las motos tienen un cámara y van conectadas a una aplicación para la tabletas. Ahí comienza el aprendizaje. Dentro de las funciones que se ofrecen está la de ir maniobrando el robot con tareas básicas de programación para poder completar la misión.
Albrechtsen puso en marcha la empresa con su marido Jesper Nissen, un ingeniero con experiencia en startups tecnológicas. Usaron 50.000 dólares de sus propios fondos y la compañía ha recibido 600,000 de los fondos de riesgo y los business angels en Dinamarca. Hay seis trabajadores a tiempo completo, aunque también se emplean a otros trabajadores veteranos desde EE.UU.
SmartGurlz se lanzará definitivamente en las navidades de 2016, con cerca de 3.000 unidades expuestas en tiendas como Hamleys en Copenhague, Harrods en Londres y las galerías Lafayette en París. SmartGurlz tendrá un precio de 99 dólares y están en negociaciones con Wal-Mart y Carrefour.
A pesar de su misión de dar mayor protagonismo a las niñas, las feministas pueden discrepar con el diseño del juguete. Los cuatro Gurlz –María, la matemática; Jen, la ingeniera mecánico; Zara, la hacker y Jun, la química- son racialmente diversas pero muy parecidas a la Barbie, con extremidades delgadas, gigantes ojos y bocas sensuales. Albrechtsen tiene como objetivo ofrecer cuerpos más realistas y diversos en modelos posteriores, cuando los fondos lo permitan. En cuanto a los colores rosa y morado de la marca, la fundadora lo explica: “Hay que relacionar a las chicas con los colores con los que se sienten familiares y luego, sacarlas de ahí”.