¿Hasta qué punto las máquinas determinan la tendencia en los mercados financieros y qué papel juegan ahora los grandes inversores, a los que tradicionalmente se les ha atribuido una gran capacidad de influencia? ¿Está ganando la mecanización esta formidable partida?
En los últimos años, cada vez que los mercados han atravesado una fase de gran volatilidad se ha achacado buena parte de la responsabilidad a los robots con los que operan las grandes firmas de inversión. Estas máquinas están programadas para lanzar órdenes masivas cuando se cumplen determinadas condiciones. Algo que puede estresar enormemente el mercado.
Cuando se apunta a las máquinas para ‘culparlas’ de los movimientos exagerados del mercado, de alguna manera se descarga peso a las decisiones de los grandes inversores; como si fueran dos mundos que actúan por separado y con intereses que pueden ser distintos. La realidad es que se trata de un universo amplísimo en el que todo está muy mezclado. Por ejemplo, algunos expertos sostienen que la presencia de máquinas para agilizar las órdenes en los mercados supone una oportunidad para los grandes fondos que aprovechan el impacto de sus algoritmos para regresar a un mercado mucho más barato.
Pero lo primero que se debe tener en cuenta es que tanto en el mundo de la inversión automatizada como en el de los grandes inversores hay muchos subconjuntos, remarca a FORBES Enrique Castellanos, director del Instituto BME.
¿Quién gana?
Las máquinas en el centro de atención son los operadores algorítmicos, esos sistemas de trading que, en función de unas reglas específicas, compran y venden, reaccionando muy rápido ante las señales del mercado. Pueden usarse como apoyo para los traders en sus operaciones, en cuyo caso la decisión operativa predominante y el inicio de las transacciones en el mercado siguen estando en manos humanas. Su utilización, sin embargo, es más intensiva para ejecutar estrategias automatizadas, lo que también se debe matizar –dice Castellanos– porque hay sistemas más tendenciales, otros que buscan aprovechar los momentos de volatilidad, y también lo que llaman ‘snipers’ (francotiradores), en referencia a la negociación de alta frecuencia (HFT, por sus siglas en inglés).
También son máquinas los arbitrajistas del mercado, sobre todo en derivados, que sí generan volatilidad, y los creadores de mercado que lo que aportan es liquidez y oportunidades “para que en situaciones de extrema volatilidad los inversores puedan tener la posición y en ese sentido son buenas”, explica el experto de BME.
El universo de los grandes inversores lo conforman fondos de inversión –privados y soberanos–, fondos de pensiones y fondos de cobertura o hedge funds, que mueven cientos de billones de dólares de millones de pequeños ahorradores con estrategias muy diferentes. Y se debe incluir en este grupo las grandes fortunas, que suelen poseer sus propios banqueros privados u oficinas de inversión (family offices) para rentabilizar su patrimonio.
¿Estamos ante una lucha de titanes por marcar el paso en los mercados? “La evolución tecnológica en automatización cada vez va a más. Los modelos de inteligencia artificial van a seguir avanzando y todavía provocarán un poco más de disrupción. Pero ahora mismo, la influencia es de las máquinas y de los grandes inversores, a los que todo el mundo mira también. Siempre ha sido así. Esa parte experiencial o de olfato de los grandes inversores es un espejo donde mirarse. Es bueno saber que incluso ellos venden temas contrarios. Es decir, llega Warren Buffett y dice que se mete en Apple, y viene Carl Icahn y dice que no, que se sale. Espera, estos señores son gurús, ¿cuál de los dos tiene razón?”, argumenta a FORBES Miguel Ángel Barrio, director del programa de Innovación Financiera y Fintech de IEB.
Los expertos, en general, reconocen que en la formación de precios de los activos que se negocian en los mercados tienen más peso las máquinas. “En los últimos años, al ganar porcentaje de negociación en los mercados, las máquinas están consiguiendo que cada vez haya menos autocorrelación y que, por lo tanto, la formación de precios sea más eficiente. Hacen que el funcionamiento de hoy sea independiente del de ayer. Porque surge una noticia y no están influenciados por emociones, sino por unas reglas perfectamente predefinidas”, explica Castellano. Teniendo en cuenta que se estima que tan sólo el 30% de la liquidez que se mueve diariamente en las bolsas mundiales está controlado por humanos, y el 70% está automatizado, se podría interpretar que las máquinas ganarán la partida en los mercados. Sin embargo, los expertos también sostienen que los grandes inversores, que no suelen tomar sus decisiones a la ligera, impactan más en las tendencias a largo plazo.
Distorsiones de los precios
El problema reside en qué puede ocurrir por el camino, sobre todo como consecuencia de los estragos puntuales que produce en ocasiones la estrategia HTF, de la que cada vez recelan más profesionales. Y también por los efectos de la pujante gestión pasiva, que influye tanto en el volumen de negocio como incluso en el horario en que se hacen las operaciones porque todos los fondos indexados tratan de concentrar sus operaciones justo cuando falta muy poco para terminar la sesión para ajustar sus cambios y sus compra-ventas lo máximo posible al precio de cierre de las compañías.
“Los grandes fondos de inversión indexados cada vez tienen un peso más importante en los mercados. Las actuaciones que hacen ellos son en principio de largo plazo pero, claro, tienen que rebalancear las carteras. Si un valor ha sido muy castigado por la razón que sea y pierde ponderación dentro del índice, ellos a lo único que se dedican es a repartir la inversión de la cartera entre las empresas del indicador y si tienen que bajar la ponderación venden a su vez ese valor y eso genera más caída”, puntualiza Castellanos.
“Dicen que las máquinas no tienen sentimientos, no tienen pensamientos no son temerosas… Pero desencadenan. Lo que puede haber empezado por un miedo, por un momento, deriva en esos flash crash, esos momentos de pánico. Todo el tema de las nuevas conexiones y toda la nueva informática supusieron un importante incremento del volumen de transacciones que al principio pudo estar bien. El mayor problema que yo veo a todo esto, y que para mí es más importante, es que te cargas la amplitud del mercado, que haya de todo, que haya diversidad participando en ese mercado. Porque así es como se conforman realmente bien los precios. Cuando acuden muchos inversores con características, necesidades y expectativas muy distintas es cuando hacen una conformación óptima de los precios. Pero si un 70% son máquinas, creo que lo único que estamos haciendo es distorsionar los precios que, además, en el caso de las materias primas están ya muy distorsionados. El trading tradicional de algunas materias primas, como el cacao, ha muerto. Porque esas máquinas y esos algoritmos distorsionan tantísimo los precios, que ni siquiera el trading humano puede con ellos”, argumenta a FORBES Virginia Pérez, directora de renta variable de Tressis.
Ser más veloces
De entre todas las máquinas que condicionan la operativa en los mercados, las de HFT acaparan la máxima atención. Los más críticos con la negociación de alta frecuencia se lamentan de que estos sofisticados robots han convertido el mercado en una carrera de velocidad por alcanzar el máximo y el mínimo del día. Ni siquiera los inversores más avezados están en condiciones de entrar en competición con estos artilugios que son capaces de lanzar miles de órdenes de compra y venta en microsegundos, y que llegaron a acaparar en su momento álgido, en 2009, el 60% de los intercambios en el mercado estadounidense.
En este campo, como en otros, los intereses de las máquinas y de los inversores preeminentes a veces confluyen. Porque los grandes bancos de inversión tienen o se sirven de este tipo de trading ultraveloz. Son los que cuentan con el músculo para situarse lo más cerca posible físicamente del edificio de la Bolsa de Nueva York, conectando los cables de sus máquinas con las que realizan la contratación punto a punto, porque eso es lo que ahorra todos esos nanosegundos que van a permitir que sus órdenes lleguen antes que las de otras firmas. “Pero además lo que estamos viviendo por este tema de estar cerca de los mercados es una carrera de velocidad y lo que se usa es armamento tecnológico. La mayoría de los inversores piensa que tiene las cosas claras y que hay mecanismos con los que se pueden defender, como los stop loss (orden de corte de pérdidas), entendidos como botones de pánico. Lo que ocurre es que colocados en los niveles técnicos importantes, esas zonas de niveles de stop son un reclamo seguro para todos estos velocistas que saben o intuyen dónde están esos stop, iniciando un proceso de reacción en cadena. Si tú haces que salten los primeros stop, saltan más alarmas, saltan más stop. Incluso los inversores apalancados se ven obligados a deshacer posiciones. Los grandes fondos necesitan recalcular su posicionamiento y probablemente rebajarlo si les pesa mucho tal posición ahora que está bajando. Todo ello acaba por exagerar la reacción inicial. Es decir, lo que para un inversor normal era un stop loss bien entendido como botón del pánico, resulta que se convierte en su pánico. En el botón del pánico que otros encienden para que cunda ese pánico”, desgrana Pérez.
Ese efecto bola de nieve que aparece en los mercados cada vez que hay una fuerte corrección, y del que se responsabiliza en buena parte a la negociación de alta frecuencia, acaba atrapando también a los grandes inversores. Si bien estos últimos cuentan con recursos que no están al alcance de otros perfiles para escapar a “islas más seguras” y como los dark pools, redes donde los inversores institucionales intercambian grandes volúmenes de acciones privadamente.
El campo de influencia de las máquinas en el mercado se sitúa básicamente en el corto plazo, porque tratan de aprovechar situaciones concretas y son más oportunistas. Los grandes inversores, sin embargo, despliegan su ascendente con una perspectiva de largo plazo, que es donde normalmente sitúan sus objetivos.
Los grandes inversores se suelen identificar con nombres reconocidos, pero no tienen por qué serlo necesariamente. “Puede ser una comunidad o entidad religiosa o Warren Buffett. Yo pienso que las comunidades religiosas son unos grandes inversores. Primero por la cantidad de dinero que gestionan y, además, por el tipo de gestión que hacen. No es una gestión que vaya ni al trading, ni a la frecuencia ni a los algoritmos. Están pensando en otro tipo de cosas. Son los que están llevando las tendencias de la inversión socialmente responsable (IRS) un peldañito más arriba. Porque les interesa lo que se haga con su dinero. Necesitan obtener rentabilidad, como todos. Pero además les interesa la calidad con la que se hacen esas inversiones. Entonces ese cambio hacia la ISR que puede ser de Bill Gates o de una entidad religiosa, ¿no está influyendo en los mercados a la hora de tendencias de comportamiento de los valores, de mejor comportamiento por ejemplo de compañías que tengan que ver con energías renovables que los que tengan que ver con el petróleo…?”, reflexiona Pérez.
Y también pueden utilizar constructivamente la mecanización. “Los grandes inversores siempre van a marcar una tendencia. Pero ese grado de incertidumbre que muchas veces se tiene a la hora de descontar a futuro se está intentando evitar con la automatización, con esos modelos automatizados de inteligencia artificial. Con lo cual una complementariedad entre ambos va a tener más sentido. Un movimiento que haga el señor Buffett en un momento va a influir precisamente en cómo se están descontando las cosas en el mercado. Y eso un modelo de inversión automatizada no lo va a detectar hasta que no vea qué está sucediendo sobre las valoraciones del mercado. Porque en ese momento sí que lo recoge y hace falta modificar ese modelo con esa nueva variable. Al final nos metemos en una especie de pescadilla en la que todo está influenciando por ambas partes”, concluye Barrio.
Quién es quién en los mercados
En España hay registradas 123 sociedades gestoras de inversión colectiva, y sólo una de ellas, Santander Asset Management, figura entre las 100 mayores del mundo. Una pincelada que puede dar idea del tamaño de esta industria y su juego en los mercados.
El papel principal lo acaparan una veintena de firmas que mueven más de 36 billones de euros. A la cabeza de todas ellas está la estadounidense BlackRock, con 5,25 billones de euros bajo gestión, según datos de la consultora Statista a cierre del segundo semestre de 2019. La gestora fundada por Larry Fink es uno de los principales accionistas de las mayores compañías españolas cotizadas. Otra firma estadounidense, Vanguard, ocupa el segundo puesto del ranking mundial de gestoras por valor de los activos, con 4,25 billones de euros.
Los fondos que se constituyen con el dinero de los Estados han ganado notoriedad en los últimos años. Hay activos 94 de 65 países, con 7,36 billones de euros bajo gestión a cierre de septiembre de 2019, aunque los diez mayores concentran las tres cuartas partes del sector, según el informe Fondos soberanos 2019 del Icex e IE University.
Los más importantes suelen pertenecer a países exportadores de petróleo. El fondo soberano de Noruega, Norges, se mantiene como el mayor del mundo, con 0,92 billones de euros. Norges se puede clasificar también como uno de los grandes fondos de pensiones del mundo, otros actores significativos en los mercados. En esta especialidad de la gran inversión se produce asimismo una considerable concentración. Los veinte primeros tienen una cuota de mercado de alrededor del 40%. Al finalizar 2018 gestionaban 6,56 billones de euros, según Thinking Ahead Institute, un servicio de análisis de la consultora Willis Towers Watson.
Los activos gestionados por los hedge funds son bastante inferiores: 2,97 billones de euros al cierre de 2019, de acuerdo con los datos de la consultora Hedge Fund Research. Se trata, en todo caso, de una cifra récord. Y además se debe considerar que el uso de apalancamiento y derivados por parte de estos fondos amplifica exponencialmente su impacto real en el mercado. Los hedge funds también son conocidos como fondos de inversión libre, por lo que pueden utilizar todas las posibilidades de inversión que ofrece el mercado con menos limitaciones legales.
La mayor gestora de hedge funds del mundo es Bridgewater Associates, con unos 144.000 millones de euros bajo gestión. Otras firmas importantes son Reinassance Technologies, Citadel, Brevan Howard y ManGroup.
Finalmente están los grandes inversores individuales del mundo que han logrado establecer estrategias y filosofías de inversión con tal éxito que se han convertido en una institución para el mercado. Se trata, entre otros, de Warren Buffett, George Soros, Carl Icahn, Ray Dalio y Peter Lynch.