El pasado mayo entró en vigor el Acuerdo de Libre Comercio Continental Africano (AfCFTA por sus siglas inglesas). El acuerdo, firmado por 54 de las 55 naciones de África (aunque solo la mitad lo ha ratificado), establece el área de libre comercio más grande del planeta, con más de 1.200 millones de personas y un PIB regional superior a los 3 billones de dólares (2,7 billones de euros). “Los ojos del mundo se vuelven hacia África”, proclamó el presidente de Egipto y de la Unión Africana, Abdel Fattah al-Sisi, en la cumbre celebrada en la capital de Níger con la que culminaban cuatro años de negociaciones de un acuerdo cuyo principal objetivo es dinamizar el comercio interregional. En 2017, solo el 17% de las exportaciones africanas se quedaba dentro del continente, en comparación con el 59% de Asia y el 69% de Europa.
Según el think tank estadounidense Council on Foreign Relations (CFR), los altos aranceles y la infraestructura de la era colonial hacen que sea más fácil para los países africanos exportar a Europa o a Estados Unidos que entre sí. Actualmente, las exportaciones fuera de África están sujetas a un arancel menor que el que rige para el comercio intraafricano que es del 6,1%.
El AfCFTA, que establece un mercado continental único para bienes y servicios, busca aumentar el comercio intraafricano mediante la reducción de los aranceles en un 90% y armonizar las normas comerciales tanto a nivel regional como continental, e intentar, además, acabar con el solapamiento de las numerosas organizaciones económicas regionales, una abigarrada sopa de letras que constituye un obstáculo adicional para hacer más fluidos los intercambios comerciales.
La Comisión Económica para África (ECA en sus siglas inglesas), dependiente de Naciones Unidas, estima que el comercio intraregional podría aumentar en un 52,3% con la eliminación de los aranceles a la importación e incrementar en 70.000 millones de dólares (63.200 millones de euros) el PIB continental en 2040.
Un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) se refirió al AfCFTA como un potencial “cambio de juego económico” en la región, aunque subrayó que reducir los aranceles “no es suficiente” cuando el continente tiene ante sí monumentales desafíos, como el de desarrollar una moderna red de infraestructuras, el de pacificar amplias zonas en conflicto y el de resolver la corrupción y la excesiva burocracia que lastran el crecimiento y la integración económicas.
Los países firmantes se han comprometido a eliminar los aranceles en la mayoría de los bienes, lo que aumentará el comercio en la región en un 15-25% a medio plazo, pero este porcentaje podría llegar a duplicarse si se abordaran los grandes retos pendientes, según estimaciones del FMI.
Más comercio, más crecimiento
El acuerdo llega en un momento crítico para África, cuya historia de explotación de sus ricos recursos naturales por las potencias occidentales inicia un nuevo capítulo con la omnipresencia de un nuevo socio: China. Desde hace 15 años desarrolla una activa política de relaciones comerciales con el continente africano a través de su red de empresas públicas y cuantiosas inversiones. La presencia del gigante asiático ha levantado suspicacias entre las potencias occidentales que asisten con cierta impotencia a la creciente y sigilosa influencia de los intereses chinos, eclipsando su labor previa y casi marginándolas del nuevo eje geoestratégico que el gigante asiático está levantando en la región.
Un cambio de modelo
Hoy, más del 75% de las exportaciones externas de África son extractivas, fundamentalmente petróleo, metales y minerales. Y una de las viejas aspiraciones de África es precisamente poder pasar de este modelo económico basado en la extracción y comercialización de materias primas a otro de manufacturación e industrialización.
La volatilidad de los precios internacionales de las materias primas es una constante fuente de inestabilidad económica y social porque de ellos dependen los ingresos fiscales. Cuando las cotizaciones están altas, la recaudación fiscal aumenta, y a la inversa. “El destino fiscal y económico de demasiados países africanos depende de las vicisitudes de estos precios de productos. Emplear el AfCFTA para alejarse de las exportaciones extractivas ayudará a asegurar un comercio más sostenible e inclusivo que sea menos dependiente de las fluctuaciones de los precios de los productos básicos”, sostiene la ECA.
Con el AfCFTA se espera que el modesto porcentaje del comercio intraafricano de manufacturas, que representa un poco más del 40% del total, se incremente. Hay un enfoque verdaderamente novedoso, cuya cristalización aún está por ver pero que ha cobrado cierto impulso a raíz del recrudecimiento de la crisis comercial entre Estados Unidos y China, que apuesta por convertir África en un centro manufacturero mundial, lo que proporcionaría cierta esperanza a un continente con una tasa media de paro del 60% y cuya población se espera que se duplique hasta los 2.500 millones en los próximos 30 años.