La predestinación sitúa a China como el centro del mundo desde hace varios decenios. Los visionarios aseguran que su tiempo ha llegado. Mientras tanto, Estados Unidos se enzarza en una guerra proteccionista de final impredecible. El mundo se encuentra a las puertas de un cambio de liderazgo mundial. El prestigio con el que operan en España marcas como Huawei, Zte o la recién llegada Xiaomi, en el ámbito de la telefonía, o Lenovo, el fabricante de equipos informáticos y de móviles, constituyen sólo la punta del iceberg de un enorme cambio geoestratégico y de liderazgo tecnológico.
Las empresas del país asiático llevan años de intensa relación con Latinoamérica y África con el objetivo de asegurar el suministro de materias primas. La crisis económica mundial iniciada en 2008 motivó un giro en la estrategia de estas compañías, que pusieron el foco inversor en firmas europeas y estadounidenses aprovechando las gangas en los mercados de valores. Y, como hicieron los japoneses en la segunda mitad del siglo XX, los chinos también han decidido enviar a sus élites a recibir formación en Occidente para, a su regreso, dirigir los destinos de un país oficialmente comunista reconvertido a la economía de mercado.
“Es un pueblo que carece de unos principios religiosos como los europeos. No tienen la idea de Dios. El confucianismo y el budismo constituyen una filosofía especial. Los chinos practican el culto al dinero y, además, tienen una gran capacidad de expansión y son buenos negociadores, lo que les llevó a ser la nación más potente en el siglo XVIII”, comenta para Forbes Ramón Tamames, catedrático Jean Monnet por la Unión Europea y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Al desembarco en el sector de la restauración ha seguido el control del comercio minorista y del ‘todo a cien’, que ha dado paso a una ofensiva sin precedentes en el ámbito de las cafeterías y los ultramarinos. Jornadas de 16 horas, aperturas los 365 días del año y la involucración de toda la familia, constituyen armas imbatibles para la tradicional tienda familiar española.
“El mundo va a ser de Asia. Europa es un continente muy envejecido, donde los ciudadanos se han acostumbrado a contar con muchos derechos y pocas obligaciones. Y esa percepción lleva a que quien decide abrir una tienda de ultramarinos piensa que el competidor que monte un establecimiento similar lo debe hacer bajo las mismas condiciones de horarios, con los mismos días de descanso e incluso idénticos precios. Esta percepción del negocio se ha quedado obsoleta”, advierte Miguel Córdoba Bueno, profesor de Economía Financiera de la Universidad CEU-San Pablo.
Una victoria silenciosa
La segunda fase de la conquista del mundo por parte de las élites chinas guarda un paralelismo muy estrecho con algunas de las viejas máximas del mítico tratado sobre El arte de la guerra, escrito en el siglo V antes de Cristo por el general Sun Tzu, que se ha convertido en libro de cabecera para líderes políticos y empresariales de todo el mundo desde entonces. Esta obra pivota sobre dos principios fundamentales: el arte de la guerra se basa en el engaño y la mejor victoria es vencer sin combatir. Y como parece demostrar la realidad, de una forma callada y sin hacer ruido, China se ha colocado en todos los frentes económicos occidentales.
El carácter de la filosofía oriental constituye la principal seña de identidad de la gran ofensiva asiática en sectores productivos que ha eclosionado en los últimos años. Esta nueva oleada conquistadora cobró impulso con la quiebra del banco de negocios estadounidense Lehman Brothers (2008), punto álgido de la última gran crisis de la economía mundial.
La debilidad en Occidente ha sido aprovechada por los chinos para adquirir compañías con proyección internacional que operaban en sectores como el de infraestructuras, medio ambiente, tecnología, distribución, inmobiliario y de ocio y entretenimiento. No han dejado escapar las oportunidades que se presentaban con la caída de las cotizaciones de numerosas sociedades. Esta nueva estrategia de la República Popular China ha ido acompañada, además, de políticas favorables para crear élites formadas en centros de excelencia de países occidentales con el objetivo de dirigir el proceso de modernización y de desarrollo de la economía.
La inversión del país asiático en el mundo ha ido creciendo paulatinamente hasta alcanzar en 2015 un volumen equivalente al 4% del PIB mundial, según datos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). En ese año, China era la décima potencia del mundo en cuanto a inversión exterior.
Más allá del liderazgo ‘online’
Esta estrategia lleva aplicándose con una mayor intensidad en Europa, y España se ha convertido en la última parada de esta larga carrera. El proceso es muy similar al que llevó a cabo Japón durante la segunda mitad del siglo XX. “Si caminas solo, irás más rápido; si caminas acompañado, llegarás más lejos”, sentencia un proverbio chino que bien puede expresar la visión estratégica de la China actual.
Si a un ciudadano de a pie se le pregunta sobre cuál es el poder de los chinos en la economía española, lo más probable es que se refiera a los restaurantes, ultramarinos o bazares. Acaso llegue a mencionar a Alibabá, el portal de comercio online más poderoso del mundo, quizá recuerde que el estadio del Atlético de Madrid es propiedad de una empresa que se llama Wanda, pero con total seguridad su percepción no alcance mucho más.
El mercado español no es una excepción en la expansión de China. Algunos ejemplos: la empresa de telefonía China Unicom cuenta con una alianza sellada con participaciones cruzadas con Telefónica, la constructora HNA adquirió el 20% de la cadena NH Hoteles en una inversión de 234,3 millones de euros.
Las empresas fabricantes de tecnología ZTE o Huawei tienen presencia en España. Existen también ejemplos de empresas que llevan decenas de años instaladas en España, como es el caso del gigante naviero de la logística y el transporte marítimo Cosco, que cumple este mes de mayo nada menos que 44 años en nuestro país.
Dominio con reparos
China ha dado un vuelco a la percepción de productos de calidad. Muchas empresas gozan de un prestigio incuestionable, como es el caso del fabricante de informática y telefonía Lenovo. La popularidad de las firmas chinas también viene de la mano del mundo del deporte, como es el caso de la constructora Dalian Wanda. Pero los chinos están colonizando los mercados en todos los frentes, lo que explica que hayan llegado a España empresas ligadas a las energías renovables, como son los casos de Sinovel Wind o el de Chint Solar.
El país asiático lleva años manifestando su deseo de entrar en el sector financiero en España, algo que ha suscitado los reparos del Banco Central Europeo (BCE), que ha frenado sus pretensiones de expansión. Aún así, el Industrial and Commercial Bank of China (ICBC) ya ha abierto una sucursal bancaria en nuestro país. La Audiencia Nacional comenzó a finales del año pasado una investigación a siete directivos del ICBC –y al propio banco– por un presunto delito de blanqueo de capitales. El juez Ismael Moreno investiga la supuesta práctica de aceptar depósitos de clientes inmersos en presuntas actividades de economía sumergida y bajo sospecha de fraude fiscal.
La reciente ofensiva contra algunos productos chinos lanzada por el presidente de Estados Unidos respondería a la generalizada idea de que China es un socio desleal, con unos costes de fabricación muy inferiores a los estadounidenses y, además, con una mano de obra que carece de las más elementales garantías de protección laboral a diferencia de sus contrapartes de las economías desarrolladas. China es el paradigma de cómo una economía atrasada logra convertirse en la segunda más importante del mundo en unas décadas, pero también se recuerda su déficit de fair play a la hora de competir en igualdad de condiciones con otras grandes empresas occidentales, y una prueba de ello son las numerosas compañías chinas que han alcanzado una presencia internacional envidiable gracias al apoyo incondicional del Estado.
Ofensiva silenciosa
Bajo la sombra de la polémica por estos procedimientos poco ejemplares, hay que fijarse en la progresión de la ofensiva silenciosa china. En 2010, dos años después del hundimiento de Lehman, la inversión china en Europa alcanzaba los 3.270 millones de dólares (2.643 millones de euros). Un año después se disparaba hasta los 12.900 millones de dólares (10.427 millones de euros) y en 2016 se había multiplicado por 10 veces, hasta los 33.000 millones de dólares (26.677 millones de euros), según datos de Esade. España representa la última parada de las empresas chinas en Europa. A comienzos de esta década, las inversiones del país asiático en nuestro país apenas alcanzaban el 2% de las realizadas en todo el continente. En el año 2010 ascendieron a 26,3 millones de euros. Desde entonces se han multiplicado nada menos que por 65 veces en seis años hasta alcanzar los 1.708 millones de euros en 2016, según las cifras de Esade.
“España constituye el final del trayecto de las empresas chinas dentro de un cambio geoestratégico que está devolviendo a este país a una auténtica política imperial. Hay que tener en cuenta que otras grandes naciones basan su poderío en el ámbito militar y el económico. China se está imponiendo sólo en el ámbito de la empresa”, señala José Manuel Pazos, socio director de Omega IGF, una consultora de mercado de cambios para exportadores.
“Ganar dinero o vivir mejor después de años de pobreza es el mayor objetivo de este pueblo. Y esta actitud ante la vida se encuentra ahora con la bendición del propio Partido Comunista, que ha perdido la condición de leninista para encuadrarse dentro del mercado capitalista”, afirma Ramón Tamames.
La triple transición
Un informe de la escuela de negocios Esade y del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB) indica que la economía china se encuentra inmersa en una triple transición caracterizada por un mayor protagonismo del consumo privado, el crecimiento del sector servicios y por un “avance hacia una economía con mayor peso de la tecnología y el conocimiento” (la inversión en I+D alcanza el 2% del PIB). El XIII Plan Quinquenal (2016-2020) tiene como objetivo un crecimiento medio del 6,5% anual y duplicar el PIB per cápita en 2020 respecto a 2010.
Esade advierte que “España ha sido la última gran economía europea a la que han llegado las inversiones chinas, pero en estos momentos avanzan a gran velocidad”. Las cifras hablan por sí solas de la magnitud del desembarco en España. Según los últimos datos de esta escuela de negocios, en 2016 la inversión china en España alcanzó los 1.708 millones de euros, multiplicando nada menos que por 65 veces la que se registró en 2010.
“China se ha convertido a lo largo de decenios en el gran fabricante del mundo. El coste de la mano de obra es la tercera parte que la de otros países. Fabrican barato y exportan barato. Esto les ha proporcionado un flujo de divisas brutal y ellos saben que el dinero hay que invertirlo. Y lo han hecho en acciones y adquisición de empresas y de deuda pública de distintos países”, dice Miguel Córdoba Bueno, de CEU-San Pablo.
“El plan estratégico del presidente Xi Jinping pasa por recuperar la ruta de la seda que hizo grande a China durante centurias. España todavía es el país que menos inversiones ha recibido, pero nos encontramos sólo al principio. Cada dos semanas llega a nuestro país un tren cargado de ciudadanos de este país, lo que algo tiene que significar. Hay un retorno a la China imperial, [a] recuperar la influencia geoestratégica que el país tuvo durante dos mil años”, asegura José Manuel Pazos, de Omega IGF.