Las declaraciones funcionaron para calmar a los inversores más nerviosos, ahuyentar a los hedge funds y, en consecuencia, mejorar la foto del riesgo-país. Pero la confianza del mercado es quebradiza: se necesitan hechos más que palabras para contener a los hambrientos inversores bajistas.

Los expertos se creen parte del mensaje y descartan casi por completo movimientos para que Italia salga del euro a corto plazo. “Ningún partido ha hecho campaña al respecto y Giuseppe Conte se ha comprometido a que Italia siga siendo miembro de la zona euro”, recuerda Julien-Pierre Nouen, economista jefe de Lazard Frères Gestion, en declaraciones a Forbes.

Pero también reconocen que, a largo plazo, no se puede estar seguro del compromiso real de este Gobierno con el euro, y contemplan incluso que puedan usarlo para sus propios intereses partidistas. Desde luego no para el de los italianos, que se verían claramente perjudicados, según la opinión casi unánime de los analistas. Al menos de los de fuera de las fronteras transalpinas. Salir de la moneda común ha sido una “idea clave” de la Liga durante mucho tiempo. “Si el Gobierno implementa una gran parte de su programa, las condiciones de financiación probablemente se deteriorarían y la Comisión Europea podría sancionar al país. Al final, esto podría empujar al país en esta dirección”, argumenta Nouen.

El ejecutivo de Giuseppe Conte podría verse tentado a amenazar con la posibilidad de un Italexit a la hora de negociar en Bruselas para asegurarse una posición de fuerza. “Esto sería equivalente a negociar con una bomba nuclear encima de la mesa. Las consecuencias de una estrategia tan agresiva serían desastrosas e irían en contra de sus intereses”, advierte Patricia Mata, directora de la sociedad gestora Imdi Funds.

¿Quieren realmente los italianos salir del euro? Cuando se da la coincidencia de que el PIB real per cápita no se ha movido desde 1998, e incluso se ha reducido, es relativamente sencillo que cale el discurso que responsabiliza al euro de la débil situación económica del país. Lo cierto es que, con la lira, las devaluaciones permitieron a Italia sortear los desafíos económicos sin necesidad de abordar reformas estructurales que exigieran a los ciudadanos ajustarse el cinturón. El euro cerró esa vía de escape y no puede resultar extraño que una buena parte de los italianos vea con buenos ojos un Italexit.

Pero volver a una moneda propia, además de ser un proceso tremendamente complicado que exigiría muchas negociaciones y prolongaría la inestabilidad económica durante años, tendría un impacto muy negativo en el bolsillo de los italianos. En opinión de Francisco Veigas, gestor de carteras de Orey Financial, “no extrañaría que su moneda cotizara con un 60%-70% de descuento respecto al euro”.