La mayoría de los profesionales en España trabaja en una empresa pequeña –de menos de cincuenta empleados– a la que no le preocupa su formación. Muchas de ellas no aprovechan ni los cursos bonificados y son poquísimas las que dan el paso de convertirse en negocios medianos. La causa principal de la debilidad competitiva de nuestro país es la situación de estas compañías.
Según la Fundación Estatal para la Formación en el Empleo (Fundae), casi el 90% de las compañías españolas son pequeñas. Más del 80% de las que no llegan a los diez trabajadores no recurren a la formación bonificada y lo mismo puede decirse de la mitad de las que tienen entre 10 y 49 empleados.
Todo eso a pesar de que, como advierte Ana Álvarez, directora de Desarrollo de Negocio y Relaciones Institucionales de la Escuela de Organización Industrial (EOI), “la aceleración exponencial que supone el entorno digital ha hecho que sea más necesario que nunca incluir el factor formativo en la cultura de nuestras pymes para mejorar su competitividad. Este factor formativo, junto con la captación externa de talento, es esencial para elevar la innovación de las empresas”.
Las empresas pequeñas no suelen poder permitirse laboratorios de innovación o dedicar una parte sustancial de sus plantillas a crear productos o servicios que rompan el mercado. No tienen ni suficientes trabajadores ni suficientes recursos y menos todavía cuando los resultados de la innovación suelen aparecer a medio o largo plazo. Durante meses, y a veces años, ni los más entusiastas verán un horizonte seguro de rentabilidad. Por eso, como sugiere la experta de EOI, los negocios pequeños tienen que innovar apostando por la formación de los profesionales y por la atracción de talento. Son ellos los que propondrán e implementarán las ideas rompedoras.
La gran pregunta es por qué las empresas españolas de menos de cincuenta trabajadores siguen sin aprovechar las oportunidades de formarse cuando son éstas las únicas herramientas que pueden garantizar su supervivencia. La primera, la más obvia, podría ser que muchos de esos negocios pertenecen a sectores como la hostelería, el pequeño comercio o el turismo, que no necesitan una plantilla especialmente formada.
Es verdad, sin embargo, que algunos de los expertos consultados en este reportaje ponen en duda esta afirmación recordando que todos los sectores, incluso los menos sofisticados, se han visto afectados por los vientos de transformación de los últimos años. El turismo global exige saber más idiomas, incluido el chino, a los empleados de los hoteles y puntos de información, muchos restaurantes deben replantearse su función con el impulso de JustEat o Deliveroo y cada vez son menos los pequeños comercios que se pueden permitir no tener una tienda digital. La Confederación Española de Comercio lleva años recordando que hasta los pequeños y medianos comerciantes necesitan cursos de reciclaje en negocios, marketing o nuevas tecnologías.
Otro motivo por el que las pequeñas empresas apuestan tan poco por la formación tiene que ver con el presupuesto y el tamaño de las plantillas. Para Eloy Capellán, director de Finnovación de Adecco Training, “los recursos formativos y de conocimiento en las empresas de menor tamaño son muy inferiores, ya que no hay posibilidad de especialización funcional en la plantilla. Por otro lado, los costes de oportunidad de formarse son percibidos como muy superiores a los posibles retornos de la formación. Por último, los incentivos del propio sistema de bonificaciones (posibilidad de disposición de un crédito en muchas ocasiones superior al que correspondería en función de lo cotizado en el ejercicio anterior) son aun insuficientes para superar el coste de oportunidad”.
Las que sí se forman
Las empresas que apuestan por la formación aumentan con su propio tamaño. Por eso, según Fundae, si el 50% de los negocios medianos no aprovecha la formación bonificada, esa cifra se reduce a menos del 20% entre los que tienen entre 50 y 249 trabajadores y a menos del 10% entre los que poseen más de 249 profesionales en sus plantillas.
Ana Álvarez, de EOI, apunta a una diferencia cultural entre las firmas medianas y las pequeñas. En el caso de las primeras, advierte, “la formación está más inmersa en su estrategia, se asume en sus procesos internos, cuentan con una mayor capacidad presupuestaria y forma parte de su cultura de crecimiento, por lo que las bonificaciones les permiten una ayuda adicional a sus existentes previsiones formativas”. Sin embargo, las pequeñas, sigue, “tienen sus objetivos y prioridades orientados al mantenimiento y a la consolidación del negocio, sus presupuestos están enfocados a estos objetivos y en muchos casos no cuentan con un margen de previsión inicial que les permita presupuestar y diseñar un plan formativo”.
Eloy Capellán, de Adecco Training, recuerda además que, para los pequeños negocios, “la clave está en el retorno esperado de la formación y [que] lo cierto es que esta relación (lo que invierto frente a lo que mejoro) no es buena”. Por eso, les recomienda a las empresas “avanzar hacia modelos de colaboración y agregación de intereses por medio de entidades intermedias, superando el viejo modelo de asociacionismo empresarial y constituyendo nuevas plataformas de cooperación más modernas e innovadoras, tales como clústeres o labs especializados”. También, según él, las entidades de formación deben evolucionar hacia “un modelo menos escolar y más empresarial, que atienda a las necesidades crecientes, dinámicas y divergentes de las empresas y sus profesionales y abandone las estrategias y contenidos formativos del siglo pasado”.
Pau Roig, director de Relaciones Corporativas de EADA Business School, cree además que “los directivos deben ser ejemplo y prescriptores de la importancia de la formación… y a menudo no lo son”. Por otro lado, sigue, “los centros de formación debemos trabajar más cerca con el tejido empresarial para codiseñar programas que respondan a verdaderas necesidades empresariales, que no nazcan solo de una visión académica”. Y concluye con una nota de cierta indignación: “Sorprende ver cómo surgen profesiones de futuro vinculadas, por ejemplo, al análisis de datos o las tecnologías blockchain, y sin embargo el mercado ofrece a duras penas programas formativos”.