El miedo a la Inteligencia Artificial (IA) es un tema candente y de actualidad. Se debe principalmente al significativo aumento de su uso en una gran variedad de industrias, y su acercamiento a las personas en general, motivado por el gran avance que la IA ha sufrido en los últimos años. Pero si la IA mejora la eficiencia, la personalización y la eficacia en muchos ámbitos, ¿a qué se debe el miedo que suscita?

Recurramos a su definición para poder entenderlo. “La IA es una disciplina y un conjunto de capacidades cognitivas e intelectuales expresadas por sistemas informáticos o combinaciones de algoritmos, cuyo propósito es la creación de máquinas que imiten la inteligencia humana para realizar tareas, y que pueden mejorar conforme recopilan información”.

Según esta, la IA otorga a las máquinas habilidades hasta ahora reservadas a los humanos, como la capacidad de razonar, aprender, crear, planear, percibir el entorno, resolver problemas, tomar decisiones y actuar con un fin específico. A medida que la IA avanza y es de utilidad, los seres humanos entran en la creencia y el temor de que pueda superarnos en términos de inteligencia y capacidad, y cómo no, de que pueda reemplazarnos.

Surge el primer temor descrito por el término “El temor a la singularidad”, utilizado para describir el miedo a la preocupación sobre el futuro de la humanidad si la IA llegara a superar la inteligencia humana y tomar decisiones de manera autónoma, llegando incluso a perjudicarnos. La solución está en no descuidar los aspectos de seguridad, ética y privacidad, lo que podría dar lugar a consecuencias graves como la amenazas a la privacidad, la falta de transparencia, sesgo y discriminación, daño social, e incluso riesgos para la seguridad en sistemas e infraestructuras. Es importante tener en cuenta que la IA puede ser una herramienta poderosa y valiosa, pero su desarrollo y uso deben ser responsables y éticos, por lo que es fundamental que las organizaciones que la desarrollan e implementan presten atención a estos aspectos, y se trabaje en una legislación que delimite de forma clara su ética y aplicación.

Y, por otro lado, quizás el mayor temor de los seres humanos a la IA es el desplazamiento laboral y la pérdida de trabajo, lo que conlleva al aumento de la desigualdad económica y a concentrar el poder y la riqueza en manos de unos pocos. Está claro que la IA parece tener el potencial de suplir a los trabajadores en algunas áreas, especialmente en aquellas que implican tareas repetitivas, físicamente exigentes o que requieren habilidades especializadas. Sin embargo, esta no está destinada a reemplazar, sino a complementar, y mejorar las habilidades humanas. La IA es una herramienta para mejorar la eficiencia y la precisión de ciertas tareas, lo que permitirá a los trabajadores poder concentrarse en otras áreas que requieren habilidades humanas específicas como la creatividad, la empatía, el trabajo en equipo y la toma de decisiones complejas.  

Además, la IA creará nuevos trabajos y oportunidades en campos e industrias emergentes relacionados con ciberseguridad, diseño, desarrollo y mantenimiento de sistemas, robótica, análisis de datos, desarrollo de IA, especialistas en ética…

Lo que está claro es que la IA ya está presente en nuestras vidas, y en el actual mundo digital que nos encontramos, en el que existe una alta demanda de habilidades relacionadas con la tecnología y la informática, la profesionalización se ha convertido en un tema relevante para las personas que buscan mejorar su empleabilidad y adaptarse a los cambios en el mercado laboral.

Debemos abordar estos cambios de manera proactiva y adaptativa para asegurarnos que la automatización tenga un impacto positivo en la fuerza laboral, y la mejor manera de hacerlo es fomentando la educación y la capacitación. Debemos asegurarnos de que los trabajadores estén preparados para afrontar las demandas del cambiante mercado laboral, formándolos para trabajar junto con la tecnología y aprovechar al máximo sus habilidades.

*Hermel Balcázar, CEO Aicad Business School