Ya desde la Antigua Grecia, educadores y pedagogos defendían la importancia de aprender en contacto con la naturaleza. El desarrollo de las ciudades y el cambio de paradigma educativo, hizo que se perdiera una larga tradición que fomentaba la incomparable capacidad del entorno para despertar la curiosidad y el afán de conocimiento innato en los estudiantes. Se trata del Outdoor Learning, un enfoque educativo que hoy vuelve de la mano de los colegios más innovadores en países como el Reino Unido, Alemania, Noruega o Dinamarca. En España, lideran esta tendencia los colegios Inspired, que llevan años reforzando sus instalaciones y programas al aire. Los colegios San Patricio (Madrid y Toledo), Mirabal International School, Kensington School, King’s College (Alicante, Murcia y Madrid), La Miranda (Barcelona), Sotogrande International School (Cádiz) y el Colegio Mestral (Ibiza) son algunos de los centros pioneros con los que hemos hablado sobre este apasionante modelo educativo. Según numerosos estudios, dar clase fuera del aula mejora las habilidades sociales de los niños y genera una mayor interactividad de estos con el entorno lo que actúa directamente en su desarrollo intelectual y salud mental. “Los alumnos son todavía aún más autónomos y su capacidad de investigación se multiplica cuando están al aire libre, el entorno les da más recursos de indagación de los que les pueda dar un aula”, explica Raquel Guijarro Garcia, Dirección Pedagógica del colegio Mirabal Infantil.

Desde exploraciones botánicas, talleres de improvisación teatral pasando por una clase más tradicional de ciencias son algunas de las experiencias que estos centros ya han llevado a cabo con sus alumnos. “Cuando están dando una lección como Matemáticas al aire libre, están usando materiales naturales como palos, hojas y rocas para aprender, por lo que ni siquiera se siente como una lección para ellos, ¡es mucho más divertido e interactivo!”, nos cuenta uno de los padres de Courtney Bousfield, alumna de King’s College Chamartín.

Un bosque de 2.100 m2

La arquitectura de estos centros educativos ha dado un vuelco para situar al niño como generador de su propio aprendizaje. Un buen ejemplo de ello es el colegio Sotogrande International School de Cádiz que ha reformado y acondicionado sus instalaciones al aire libre con la apertura de un aula de más de 2.100 metros cuadrados en plena naturaleza. Así, alumnos desde los cuatro meses hasta los 18 años tienen acceso a un auténtico bosque en el que, cada día, se realiza algún tipo de actividad académica. Algo parecido ocurre en el King’s College de Soto de Viñuelas (Madrid), que cuenta con una gran aula al aire libre donde se desarrollan clases, talleres y eventos, y que además cuenta con espacio donde los jóvenes pueden acudir para descansar y reflexionar, en contacto con la naturaleza.

El juego al aire libre también puede ayudar a los niños a aprender sobre la toma de decisiones, desarrollar su voluntad de compartir, desarrollar su hablidad conceptual, la capacidad de imaginar una idea sin verla en la práctica, aprender sobre su cuerpo y su movilidad, así como a ser más independientes y hacer frente a sus miedos. Y en esta nueva aventura, los centros también están modernizando el mobiliario de acuerdo a estas nuevas necesidades. En el colegio Kesington por ejemplo hay una zona de recreo que se conforma con casita de juegos y tobogán y, junto a esto, los niños pueden subirse a una trona con cuentos donde adultos y niños comparten ratos de lectura. Además, disponen de un puente en suspensión donde los niños pueden practicar habilidades de equilibrio y estabilidad corriendo de un lado a otro y un panel musical, en el que los alumnos pueden usar tambores y campanillas para aprender distintos ritmos, fomentando así la coordinación oculto-manual pero también fomentando la interacción social y la creación conjunta.

Desde el Colegio San Patricio La Moraleja, la coordinadora Pedagógica Etapa Infantil, Cristina López, nos narra algunos de los cambios que ha observado en los alumnos tras la implantación de este sistema. “Se observa un clima de relajación que fomenta la responsabilidad, autonomía y desarrollo de las distintas habilidades en los alumnos, tanto a nivel social como motriz. Adquieren hábitos y normas de convivencia, pues respetan los espacios y materiales, mantienen el orden organizándose con minuciosidad y entendiendo la necesidad de mantener el silencio para respetar el trabajo de los demás compañeros”.