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Empresas

Crecer con dulzura

¿Puede una panificadora de pueblo convertirse en un 'holding' de alimentación 100% familiar? Puede. Esta es la historia de Vicky Foods, en la mirada de su CEO, Rafael Juan

Qué orgulloso estaría Antonio Juan si viera que su pequeño negocio de pan de Villalonga (Valencia), ese que abrió en 1952, es hoy una compañía líder de alimentación presente en diferentes mercados geográficos. Porque hoy, los más de 2.700 empleados de Vicky Foods beben de aquel primer horno, solo que con una oferta multimarca y multicategoría.

Con una facturación de más de 400 millones de euros en 2021, tienen un catálogo de más de 350 productos distribuidos entre sus cuatro marcas propias: Dulcesol, de panadería y pastelería, Be Plus, de alimentación saludable y de conveniencia, Horno Hermanos Juan, de bollería y pan de estilo artesano para hostelería y el canal alimentación, y Fit ́z, de precocinados congelados. Cuentan con dos centros de producción en Gandía y Villalonga donde elaboran más de 2.500 referencias, 80.000 puntos de venta a nivel nacional, una granja propia y una planta de impresión de envases.

Además, poseen una fábrica en Argelia desde 2014, país en el que ocupan el primer puesto en el sector de la pastelería y tienen otra en proyecto en Francia.

70 años de trayectoria resultantes de una historia de amor, la de Victoria y Antonio, pero también de esa pasión que su hijo y actual CEO, Rafael Juan, transmite por todos los canales donde trabaja su saber hacer y su vocación: hacer de la empresa familiar una multinacional con valores.

Para contar todo este viaje apasionante, Rafael Juan ha escrito el libro Una Dulce Historia, la crónica de una serie de éxitos y fracasos, de mucha pasión y conflictos, de alegrías, emociones, llantos y sinsabores.

Una historia de tres generaciones que comienza con el espíritu visionario de la madre de Rafa, Victoria. Lo cuenta él mismo en el libro: “Mi madre tenía mucho carácter, quizá por haber nacido poco antes de la Guerra Civil. Desde los nueve años se las ingeniaba para llevar ingresos a la familia”.

Años después ocurrió la famosa historia de amor, la más romántica de todas. Victoria era consejera epistolar de la Academia CCC y por una de sus cartas conoció a Antonio Juan, empresario valenciano a quien consolaba de sus fracasos financieros. Al anunciarle que iba a casarse con otro hombre del pueblo, Antonio no lo soportó y viajó hasta Malvedo, el pueblecito de Asturias de donde era Victoria. El flechazo fue instantáneo, mutuo: Victoria y Antonio se casaron en 1958 en el santuario de Covadonga.

Amor y trabajo

A Villalonga se trasladó el matrimonio cuando se casaron. Al pueblo de él, cuna de empresarios, sector que también engrosaron ellos. Allá los padres de Antonio tenían una panadería, en la misma plaza del mercado.

En ella trabajó Antonio, marido de Victoria y padre de Rafa. “Un trabajo rentable, aunque muy pesado. El horno era de leña, la elaboración del pan artesanal y había que trabajar de noche para que el pan estuviera a la venta a primera hora de la mañana”.

CON LA ENTRADA DE VICTORIA FERNÁNDEZ EN LA COMPAÑÍA SE DERRIBAN LOS CLICHÉS Y LA POLÍTICA DE PRECIOS A LA BAJA

Lo que estaba a punto de ocurrir cambiaría el curso de la historia de los Juan. “Mi padre unió las tres panaderías e instaló una panificadora que aprovechara la economía de escala. Para ello mecanizó la producción, contrató personal para la elaboración del pan y él mismo se encargó de la gestión”. Nacía Juan, Moratal y cía., propiedad de los tres panaderos del pueblo. La empresa empezó a crecer.

A mediados de los 60, la entrada de más competencia puso fin al monopolio del pan de la empresa. Cuando Victoria vio que aquello no funcionaba decidió involucrarse e impulsar la actividad pastelera: más duradera, más fácil de vender y distribuir. La repostería de la familia Juan desembarcó en Valencia, Alicante y Asturias. Y así llega 1969, año en el que construyeron la primera fábrica a las afueras de Villalonga, el centro de mayor tamaño hoy en día. En definitiva, la visión creativa e innovadora de Victoria, sumada a la ambición emprendedora y a las ganas de crecer de Antonio, dieron un buen resultado. Juntos, formaron una amalgama perfecta, siempre enfocados en la innovación, uno de los ejes de su cultura empresarial, la competitividad y el desarrollo de nuevos productos, procesos y mercados.

Victoria, más que un nombre

Pero la etapa más dura estaba por llegar. “A principios de 1981 le detectaron a mi padre un cáncer de laringe. Le dieron unos pocos meses de vida, pero, aun así, falleció casi tres años después de todo esto”. Victoria tomó entonces las riendas y unos años después se incorporaron Rafael, Juanjo y Mariola, los tres hermanos. “Es en esos años cuando damos el salto definitivo de la distribución regional, donde concentrábamos el 80% de la actividad, a todo el territorio español”.

Es en esta época cuando los Juan deci- dieron integrar la completa trazabilidad
de sus productos. Primero llegó su granja productora de huevos en Terrateig, y un par de años más tarde adquirieron una fábrica de envases para garantizar que todos los elementos de la cadena de valor cumplían con sus estándares de calidad.

En el año 2005 la compañía dio un paso enorme cuando se certifica con la ISO 14000 en materia medioambiental mos- trando su apuesta por la integración de la sostenibilidad como eje estratégico en su modelo de negocio. Una vocación que es ya una realidad. Como ejemplo, el 100% de los envases de sus productos Dulcesol son biodegradables, lo que supone un ahorro anual de 1.200 toneladas de plástico convencional y la mayoría de sus principales plantas de producción y delegaciones cuentan con placas solares.

En 2007 se produjeron importantes cambios, el primero el nombramiento de Rafael Juan como CEO de Vicky Foods. Un paso clave para el plan de expansión y diversificación internacional que la familia iniciaría en 2009, en plena crisis económica mundial y que actualmente los ha llevado a tener presencia en más de sesenta países, entre ellos Francia, Portugal, Reino Unido, Alemania o Argelia y convertir al mercado exterior en la principal palanca de crecimiento de la compañía con 89 millones de euros facturados en 2021.

“Todo esto va de personas”

Los últimos años del holding han sido frenéticos. En 2017, con la cada vez mayor demanda por parte del consumidor de productos saludables, Vicky Foods lanzó Be Plus, marca multiproducto basada en productos clean label, elaborados con ingredientes naturales, sin conservantes, colorantes o grasas procesadas. Dos años después, en 2019 como homenaje a sus orígenes, y especialmente a la figura de Victoria Fernández, nace su nueva identidad corporativa, Vicky Foods (hasta el momento Grupo Dulcesol), e inauguran el Centro de Innovación para coordinar todo el potencial innovador de la empresa y que aborda investigaciones en el ámbito de I+D+i, la salud y la innovación tecnológica en la industria 4.0. Apenas un año después, anuncian el nacimiento de la Fundación Vicky Foods con el fin de verte- brar la gestión de su acción social, centrán- dose en la innovación, la cultura y la educación. Vicky Foods afronta el futuro con optimismo a punto de acometer la transición a la tercera generación de la familia. Fiel a sus valores y a su propósito: “Innovar para alimentar a un mundo mejor” aspira a seguir siendo una compañía líder, con proyección internacional, innovadora y cada vez más sostenible.

Siempre liderando el sector con pasión, como reza cada titular de Rafael Juan. “Con el tiempo, a medida que fui madurando y trabajando en la empresa, comprendí muchas de las decisiones de mi padre, a las que tanto debía y que tanto ignoraba, entre ellas, que el verdadero éxito consiste en sentir pasión por lo que haces. En buscar la felicidad en el trabajo a lo largo del camino, más que sus frutos”, dice con varios hashtags. Quizá algo tenga que ver ese claim personal a la hora de ser elegido mejor CEO del año en los Best! N Food 2022. “Pienso que todo esto va de personas”.

La gloria de las glorias

En 1972 Victoria inventa Las Glorias, las primeras magdalenas cuadradas del mercado. Un homenaje a la autora, aquella telefonista de su pueblo. Hubo muchos intentos de copiarlas, pero ninguno superó el precio competitivo, la memoria y la original forma que Victoria y la familia Juan impregnaron a estos dulces eternos.

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