La primera versión de la primera zapatilla On era tan fea que sus fundadores la llamaron ‘Frankenstein’, dice David Allemann, uno de los tres creadores de la marca suiza de zapatillas, recoge la versión estadounidense de FORBES.
Allemann recuerda el momento, hace más de una década, en el que su amigo Olivier Bernhard, exatleta profesional de Iron Man, les presentó a él y a otro amigo, Caspar Coppetti, su idea de zapatillas. «El zapato era muy feo y estaba improvisado. Pero cuando Coppetti y yo corrimos con ella, dijimos: ‘Vaya, es una sensación única’. Es similar a montar en una bicicleta con suspensión o a esquiar», explica, describiendo un producto diseñado para un solo propósito, en este caso, correr.
Esta zapatilla tan fea y con tan buenas sensaciones dio a los tres amigos la oportunidad de mejorar la oferta de zapatillas para correr de Nike, Adidas, Puma y New Balance, y de crear un negocio.
Los tres hombres fundaron On Holding AG en Zúrich en enero de 2010 y rápidamente se ganaron una base de clientes de corredores felices de pagar alrededor de 180 dólares (unos 153 euros) por unas zapatillas de correr superiores.
Fieles ‘followers’
La empresa emergió de la pandemia como una marca global con seguidores fieles e ingresos de más de 425 millones de dólares (360 millones de euros) en 2020, un 59% más en un año.
Los resultados más recientes apuntan a un mayor crecimiento: las ventas netas de On en el primer semestre de 2021 alcanzaron los 343 millones de dólares (291 millones de euros), un 85% más que en el mismo periodo del pasado año.
Desde 2020, On había repartido 10 millones de pares en todo el mundo, lo que ayudó a impulsar la visibilidad de On y contribuyó a su estreno en el parqué.
El pasado miércoles 15 de septiembre, las acciones de On Holding comenzaron a cotizar. Al final del día, la capitalización de la compañía era de unos 10.000 millones de dólares (8.500 millones de euros). La salida a bolsa da a los fundadores un valor neto colectivo de unos 1.800 millones de dólares (1.527,6 millones de euros).
Según el cierre del jueves, la participación de su cofundador Olivier Bernhard en la empresa tiene un valor de 623 millones de dólares (528,8 millones de euros), mientras que David Allemann y Caspar Coppetti tienen participaciones por valor de 567 y 579 millones de dólares (481,25 y 491,5 millones de euros), respectivamente. No está mal para un zapato que nació, según Bernhard, de «trozos de manguera de jardín» que había «pegado» bajo un viejo par de zapatillas de competición.
Federer se interesa por las zapatillas
Las ventas, la visión de estas nuevas zapatillas por todas partes y una idea central de On –deshacerse de la goma vulcanizada y rediseñar un zapato en torno al punto de despegue y aterrizaje del pie– también llamaron la atención de la estrella del tenis Roger Federer.
«Suiza es un país pequeño», dice Allemann. «En algún momento nos llamó y nos dijo. ‘Dejad que os invite a cenar’. Así que cenamos juntos y nos dijo: ‘Soy un gran fan de vuestro producto, todo el mundo a mi alrededor lo lleva’. Dijimos, oye, por qué no te conviertes en un coempresario junto a nosotros. Queremos contar con tu tiempo –si lo permites– porque creo que podemos hacer grandes cosas juntos. Afortunadamente, dijo que sí. Invirtió su propio dinero en On. Y pasó 20 días en el laboratorio con nosotros desarrollando la zapatilla de tenis profesional«.
Federer, que conoce mejor que nadie el tamaño, el poder y el alcance de los gigantes mundiales de la ropa deportiva, aprecia la intimidad del producto y su relación con On. «Son gente inteligente y muy agradable, con pasión por lo que hacen». Y añade: «son increíblemente ágiles: se adaptaron muy rápidamente a la pandemia y a la necesidad de cambiar al comercio electrónico». Además, puntualiza: «Trabajamos muy estrechamente en el diseño de los productos. Realmente escuchan y quieren acercarse lo máximo posible a la perfección».
Para Federer, «es increíble que esta maravillosa empresa tenga su sede tan cerca de donde vivo. Como la pandemia me obligó a estar tanto en casa durante los últimos 18 meses, he tenido la oportunidad de trabajar con ellos mucho más que en tiempos normales».
En 2019 On anunció que Federer había invertido una cantidad no revelada en la compañía, que no quiso confirmar la cuantía de la participación del tenista, porque está por debajo del umbral del 5% que requiere la divulgación pública. Federer tampoco quiso hacer comentarios, pero Sportico estima que su participación es de alrededor del 3%, con un valor aproximado de 300 millones de dólares (254,6 millones de euros).
Raíces de goma
On es una idea de Bernhard, de 53 años, seis veces campeón de Ironman de las verdes colinas de los Alpes suizos que, en 2009, tras el final de su carrera, sintió que algo le faltaba a sus zapatillas y empezó a experimentar.
Su momento eureka llegó después de pegar trozos de material de casa a la suela de la zapatilla para acomodar lo que él llamaba las «fuerzas de cizallamiento» de la carrera, mejorando el aterrizaje y el empuje directo a cada paso.
Bernhard ha descrito las omnipresentes suelas vulcanizadas que se utilizan en la mayoría de las zapatillas de correr como un «colchón muerto», y ha dicho que a lo largo de 10 años, On ha desarrollado una «solución de ingeniería» a un problema de la carrera.
Sus amigos Coppetti y Allemann, antiguo empleado de McKinsey, se incorporaron un año después, en 2010, para desarrollar el negocio más allá de la idea original de Bernhard. En los años siguientes, On se ha consolidado al servicio de los entusiastas del fitness que buscan una zapatilla de correr de alto rendimiento, pero también de lo que la empresa describe como el «consumidor de estilo de vida culturalmente obsesionado», más propenso a incorporar preocupaciones ambientales y éticas en sus hábitos de compra.
Esto ha resonado especialmente entre los clientes estadounidenses. Aunque sus zapatillas se venden en casi 60 países, aproximadamente la mitad de las ventas se realizan a estadounidenses. ¿Alguna explicación de por qué? «El boca a boca«, dice hoy Bernhard. Y añade que «si no fuera por la fuerza de la tecnología, habría sido imposible». Pero la combinación de un producto innovador, que se vende a un precio superior tanto en Internet como en las tiendas de fitness más selectas, ayudó a que On se subiera a una ola de ventas de quienes esperaban que, gastando unos dólares más, podrían quemar mejor las calorías acumuladas por las horas de encierro en el sofá.