Alguna noche me dio por empezar a escribir. Decidí que la vida era demasiado corta para no disfrutarla. Tomé postura ante la religión, me comprometí con la sociedad. Y decidí apuntar en una libreta cualquier libro, cualquier disco, cualquier ciudad de la que escuchaba a alguien hablar con pasión. Esa lista se llama “Deberes” y me acompaña desde hace años. Me recuerda a quien le debo todo.
Para los libros utilizo un lápiz de dos colores. El azul es para subrayar las frases, el rojo, para las palabras que no conozco. Para los discos tejí una tela de araña en la que una punta de la madeja me lleva a otra. Las fotografías me permiten estar donde no estuve. Las ciudades las elijo con la tripas. Ato una tripa con otra y hago el macuto. Para las revistas hago lo mismo. Si me imagino vibrando con ella la edito, porque soy de los que creo que si yo tiemblo otros más sensibles, más inteligentes, mejores, temblaron antes.
Y así cabalgo a lo Quijote entre carta y carta de esta revista, intentando que si las aspas del molino me revuelcan, al menos la armadura no se me joda. Y si se jode, chapa y pintura.
Así lo hice. Con un viacrucis de errores. En algunos perdí pasta, en otros años, pero en todos intenté aprender cómo había llegado allí. Que ¿cómo lo hice? Así intento hacerme. Me refiero a ser persona. También a ser periodista.
ANDRÉS RODRÍGUEZ Editor y director de Forbes.