Gracias al río Nilo se erigieron templos, reinaron faraones y se construyeron pirámides. Sin sus aguas, el antiguo Egipto no habría existido. Tampoco sin su viento. Hoy sabemos que ya en el año 5.000 a. de C. los egipcios usaron su fuerza como fuente de energía. Primero, con embarcaciones de papiro impulsadas por velas; y después, con barcazas más robustas, que permitieron transportar granito, piedras y maderas para levantar aquel vasto imperio. Actualmente, la eólica marina es una tecnología madura que proporciona energía a millones de personas, pero que aún no ha mostrado al mundo todo su potencial.

Soplan aires de cambio

Según la Agencia Internacional de la Energía, el 80% de la capacidad eólica marina habría que buscarla en aguas profundas y remotas. Allí el viento es libre, poderoso y más regular que el de cercano a la costa. Además, sortea también otro obstáculo de peso: ciudadanos que no están dispuestos a cambiar sus idílicas vistas al mar, por enormes molinos de viento. Pero, explotar la fuerza del dios Eolo en toda su grandeza requiere olvidarse de los parques marinos actuales, construidos sobre estructuras fijas a no más de 60 metros de profundidad. Es aquí donde entran en juego las infraestructuras de cimientos flotantes, ya que “permiten captar mucho mayor viento y de mayor calidad, además de generar electricidad durante más horas al año”, asegura a FORBES Juan Virgilio, director general de la Asociación Empresarial Eólica.

Los investigadores han trabajado durante años para conseguir que los titánicos aerogeneradores –de al menos 120 metros de alto y miles de toneladas de peso– capten la potencia del viento sobre flotadores en mar abierto y sean comercialmente viables. En este momento, con resultados técnicos favorables (existen 13 parques eólicos flotantes en el mundo a nivel piloto y precomercial) y la necesidad de acelerar el desarrollo de energías renovables tras la guerra de Ucrania, el cambio sopla imparable.

La Comisión Europea espera poder disponer de una capacidad instalada de 300 GW de eólica marina en el año 2050, es decir, que 300 millones de hogares cubran sus necesidades gracias a esta tecnología. “Un cambio de escala masivo para el sector en menos de 30 años, a una velocidad sin parangón con el desarrollo pasado de otras tecnologías energéticas”, matiza la institución. “Este contexto en el que se prevé el incremento de la ambición y la simplificación de los trámites para el desarrollo de proyectos, puede suponer una oportunidad para avanzar definitivamente el desarrollo de la eólica marina”, apunta a FORBES Óscar Barrero, socio consulting de PwC España.

Con Eurocopa, sin eólica marina

Bufandas con la bandera de España, botellas de cava, pastel con ornamentación rojigualda… Con este ambiente festivo era recibido el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en el puerto de Copenhague en 2008. El encuentro pretendía consolidar la apuesta por la energía eólica marina, pero la victoría histórica de La Roja en la Eurocopa eclipsó el momento. Augurio o no, lo cierto es que la euforia energética duró lo que tardó en llegar la crisis económica, la oposición social y los problemas relacionados con sus costes (entonces dos o tres veces el actual).

Pese al fiasco, muchos recogieron el guante: fabricantes de turbinas eólicas, empresas especializadas en la construcción de buques, torres y cimentaciones, proveedores de cables, ingenieros, científicos, etcétera. Tanto es así, que trece años después, España cuenta con una cadena de valor industrial líder a nivel mundial, encabeza el desarrollo de prototipos y presume de centros de investigación e instalaciones de experimentación que son referencia internacional en estudios, pruebas y ensayos. Vincenzo Nava, investigador de energía renovable en alta mar en el centro de investigación TECNALIA, es uno de estos activos. Participa en el proyecto Inteligencia Artificial para la Transición Energética Sostenible dotado con 12 millones de euros del Plan Next Generation UE y su trabajo permitirá gracias al uso de algoritmos reducir los costes de mantenimiento de las plataformas flotantes en el mar. “La idea es que con las técnicas que estamos desarrollando se reduzcan los costes de mantenimiento al planificar las operaciones con la justa antelación. Eso es particularmente importante, ¡y difícil, en el mar”, cuenta a FORBES.

Sin embargo, a este ecosistema le falta la guinda. El funcionamiento de parques eólicos marinos. “Tenemos industria e innovación. Ahora necesitamos un tamaño mínimo de mercado que garantice la tracción de toda esa actividad”, subraya por su parte Juan Virgilio.

Beben los vientos por ti

El pasado diciembre el Gobierno dio luz verde a su Hoja de Ruta para el desarrollo de la eólica marina (el objetivo es aportar el 40% de la meta europea para el final de la década) y comprometió una primera dotación de 200 millones de euros para plataformas de ensayo. Meses después faltan por concretar asuntos extremadamente necesarios.

Necesitamos un marco normativo que contemple la tramitación de los permisos, la definición de las conexiones y acceso a la red, así como un sistema retributivo de la energía producida”, demanda en Forbes Javier García Pérez, director del negocio internacional de Eólica Marina de Iberdrola Renovables, compañía líder en este ámbito (de los casi 8.000 MW de potencia renovable que tiene en construcción, más de la tercera parte son de energía eólica marina).

Mientras, el proyecto desata un boom de alianzas empresariales. Repsol y Ørsted, la mayor eléctrica de Dinamarca y líder en eólica marina; Naturgy y la noruega Equinor o Capital Energy con Shell, son solo algunos ejemplos. ¿El motivo? “Las subastas programadas para el próximo año son un modelo muy atractivo para los inversores dado el bajo nivel de riesgo que representa para los promotores”, apunta Óscar Barrero.

Por otro lado, el potencial de mercado en aguas profundas es enorme si se compara con las regiones actualmente explotadas, como por ejemplo, el Mar del Norte. La profundidad de los mares que un día penalizó a España –piense en un plato hondo, pero al revés– es hoy su mayor ventaja competitiva. A nuevo tiempo, nuevo viento.